Consejos para los Maestros

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Una ilustración

¿Qué hizo grande a Juan el Bautista? Negó su atención al cúmulo de las tradiciones presentadas por los maestros de la nación judaica y la dirigió a la sabiduría que viene de lo alto. Antes de su nacimiento el Espíritu Santo testificó de Juan: “Porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo... Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y virtud de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. Lucas 1:15-17. CM 430.1

En su profecía Zacarías dijo de Juan: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz”. Y Lucas añade: “Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”. Lucas 1:76-80. CM 430.2

Por su propia elección Juan se apartó de los goces y lujos de la vida de las ciudades y prefirió la severa disciplina del desierto. Allí el ambiente era favorable a los hábitos de sencillez y abnegación. Sin ser interrumpido por el clamor del mundo, podía estudiar las lecciones de la naturaleza, de la revelación y de la providencia. Las palabras del ángel a Zacarías le habían sido repetidas con frecuencia por sus padres temerosos de Dios. Desde la infancia se le había recordado su misión, y aceptó el santo cometido. Para él la soledad del desierto era una manera feliz de escapar de la sociedad en la cual predominaban las sospechas, la incredulidad y la impureza. Desconfiaba de su propio poder para resistir la tentación y rehuía el constante contacto con el pecado, no fuese que perdiera el sentido de su excesiva gravedad. CM 430.3

Pero la vida de Juan no se dedicaba a la ociosidad, ni a la lobreguez ascética, o al aislamiento egoísta. De vez en cuando salía para mezclarse con los hombres; y era un observador atento de lo que sucedía en el mundo. Desde su tranquilo retiro, vigilaba el desarrollo de los sucesos. Con visión iluminada por el espíritu divino, estudiaba el carácter de los hombres, a fin de aprender a alcanzar los corazones con el mensaje del cielo. CM 431.1

Acerca de Cristo, Simeón dijo: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”. Y el relato declara: “Jesús crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”. Lucas 2:29-32, 52. CM 431.2

Jesús y Juan fueron representados como ignorantes por los educadores de aquel tiempo, porque no habían aprendido en las escuelas de los rabinos; pero el Dios del cielo era su maestro, y todos los que les oían se quedaban asombrados por su conocimiento de las Escrituras. CM 431.3

La primera gran lección de toda educación consiste en conocer y comprender la voluntad de Dios. Debemos hacer en cada día de la vida el esfuerzo para obtener este conocimiento. Aprender la ciencia por la sola interpretación humana es obtener una falsa educación; pero el aprender de Dios y de Cristo es conocer la ciencia del cielo. La confusión que se nota en la educación proviene de que la sabiduría y el conocimiento de Dios no han sido ensalzados. CM 431.4

Los estudiantes de nuestras escuelas deben considerar el conocimiento de Dios como algo que está por encima de todo lo demás. “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos”. “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”. “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor”. 1 Corintios 1:18, 19, 25, 30, 31. CM 432.1

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Los que profesan creer la Palabra debieran orar diariamente porque la luz del Espíritu Santo resplandezca sobre las páginas del Libro sagrado, a fin de que estén capacitados para comprender las cosas del Espíritu de Dios... Las palabras de los hombres, por grandes que éstos sean, no pueden hacernos perfectos, enteramente instruidos para toda buena obra. 2 Timoteo 3:17. CM 432.2