Consejos para los Maestros

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Capítulo 57—Los maestros y los estudiantes

Se nos ha advertido vez tras vez que el carácter de la educación corriente del mundo no puede resistir la prueba de la Palabra de Dios. El tema de la educación es un asunto que debe interesar a todo creyente. El Señor nos dice: Los adventistas del séptimo día no deben colocarse bajo el consejo y la instrucción de maestros que no conocen la verdad para este tiempo. La obra de amoldar y modelar las mentes no debe ser dejada a hombres que no han comprendido la importancia de una preparación para la vida que se mide con la vida de Dios. CM 387.1

Algunos de nuestros maestros han quedado hechizados por los sentimientos de autores incrédulos. En una representación que se me hizo, vi a alguien que sostenía en su mano uno de esos libros, y lo recomendaba a nuestros maestros como obra en la cual podían obtener verdadera ayuda en asuntos de educación. Otro mostraba libros de un carácter completamente diferente. Colocó su mano sobre el que había recomendado al autor incrédulo y dijo: “La clase de consejos que ha dado Ud. abre la puerta para que Satanás con sus sofismas pueda penetrar en vuestra escuela. Estos libros contienen sentimientos que vuestros alumnos deben aprender a evitar. La mente humana es fácilmente hechizada por los estudios que conducen a la incredulidad. Estos libros producen en la mente de los alumnos desagrado por el estudio de la Palabra de Dios, que es vida eterna para todos los que siguen sus instrucciones. Tales libros no deben hallar entrada en ninguna escuela donde se enseña a los jóvenes a aprender del Mayor de los maestros”. CM 387.2

Con voz solemne, el que hablaba continuó: “¿Halla Ud. en estos autores algo que pueda recomendarse como esencial para la verdadera educación superior? ¿Se atrevería Ud. a recomendar su estudio a alumnos que ignoran su verdadero carácter? Los hábitos erróneos de pensar, una vez adquiridos, llegan a ser un poder despótico que sujeta la mente con una garra de acero. Si muchos que han recibido y leído estos libros no los hubiesen visto nunca, pero hubieran aceptado en su lugar las palabras del Maestro divino, habrían progresado mucho más en el conocimiento de las verdades divinas de la Palabra de Dios, que hacen a los hombres sabios para la salvación. Estos libros han conducido a millares donde Satanás condujo a Adán y Eva: a un conocimiento que Dios les prohibió tener. Por medio de sus enseñanzas, los alumnos han sido desviados de la Palabra del Señor a las fábulas”. CM 388.1

Se me ha instruido que diga a los alumnos: En vuestra búsqueda de conocimiento, ascended más arriba que la norma puesta por el mundo; seguid adonde Jesús ha abierto el camino. Y a los maestros quiero decirles: Guardaos de sembrar la semilla de la incredulidad en las mentes y corazones humanos. Limpiaos de toda inmundicia de la carne y del espíritu. La gloria culminante de los atributos de Cristo es su santidad. Los ángeles se postran delante de él en adoración, exclamando: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso”. Apocalipsis 4:8. El es declarado glorioso en su santidad. Estudiad el carácter de Dios. Contemplando a Cristo, buscándole con fe y oración, podéis llegar a ser como él. CM 388.2

En nuestras escuelas la norma de la educación se rebaja tan pronto como Cristo deja de ser el modelo de profesores y alumnos. Los maestros han de comprender que su obra no se limita al conocimiento contenido en los libros de texto; ha de llegar más alto, mucho más alto que lo alcanzado ahora. Un curso de disciplina propia consiste en educarse conforme al carácter de la similitud divina. El yo muere difícilmente, pero cuando los maestros tengan la sabiduría que viene de lo alto, discernirán el verdadero objeto de nuestra obra educativa, y harán reformas que darán a nuestros jóvenes una preparación de acuerdo con el plan de desarrollo que tiene el Señor. CM 388.3

Maestros, desarraigad de vuestros discursos todo lo que no es de la calidad más alta y mejor. Mantened delante de los alumnos solamente los sentimientos esenciales. Nunca debe el médico, el ministro, el pastor o el maestro prolongar sus discursos hasta que el que es Alfa y Omega quede olvidado en largos asertos que no son del menor beneficio. Cuando esto se hace, la mente se ahoga en una multitud de palabras que no pueden retenerse. Sean los discursos cortos y directos. Manténgase el espíritu dulce y puro y abierto a la primera ley del cielo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu ama, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Lucas 10:27. Si los que desempeñan una parte en la educación de los jóvenes quieren abstenerse de decir muchas cosas, y presentar a los alumnos la importancia de los principios a los cuales deben obedecer a fin de tener la vida eterna, se verá una obra de verdadera reforma. CM 389.1