Consejos para los Maestros

204/279

La enseñanza de Cristo

Así también Cristo presentó los principios de la verdad en el Evangelio. En su enseñanza podemos beber de las fuentes puras que manan del trono de Dios. Cristo hubiera podido impartir a los hombres conocimientos que hubieran sobrepujado cualquier descubrimiento anterior y dejar en segundo plano todo otro descubrimiento. Hubiera podido descubrir misterio tras misterio, y concentrar alrededor de estas maravillosas revelaciones el pensamiento activo y serio de generaciones sucesivas hasta el fin de los tiempos. Pero no quiso dejar pasar ni un momento sin enseñar la ciencia de la salvación. Su tiempo, sus facultades, y su vida, no los apreció ni aprovechó sino como medios para realizar la salvación de los hombres. Vino a buscar y salvar lo que se había perdido y nada le hubiera distraído de su propósito. Ni lo hubiera consentido tampoco. CM 373.1

Cristo impartió únicamente el conocimiento que podía ser aprovechado. Su instrucción al pueblo se limitaba a las necesidades de la condición de éste en la vida práctica. No satisfacía la curiosidad que llevaba a la gente al Salvador con cuestiones no fundamentales. Se valía de todas ellas para dirigir llamamientos solemnes, serios y vitales. A los que tenían ardientes deseos de coger frutas del árbol de la ciencia, les ofrecía el fruto del árbol de la vida. Todos los caminos les eran cerrados menos el que lleva a Dios. Toda fuente les era cegada, menos la de la vida eterna. CM 373.2

Nuestro Salvador no alentaba a nadie a asistir a las escuelas rabínicas de aquel tiempo, porque allí sus espíritus serían corrompidos con la muletilla aquélla de: “Dicen”, o “Se ha dicho”. Y efectivamente, ¿por qué aceptaríamos como suprema sabiduría las palabras inciertas de los hombres, cuando disponemos de una sabiduría más grande e infalible? CM 373.3

Lo que yo he visto de las cosas eternas y de la debilidad humana me ha impresionado hondamente y ha influido en el trabajo de mi vida. No veo nada en que el hombre pueda ser alabado ni glorificado. No veo motivo de confianza ni de alabanza en las opiniones de los hombres de saber mundano y de los así llamados grandes. ¿Cómo pueden los que están destituidos de la iluminación divina formarse exacta idea de los planes y caminos de Dios? O niegan a Dios e ignoran su existencia, o circunscriben su poder limitándolo a sus propios conceptos finitos. CM 373.4