Conducción del Niño

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Capítulo 83—Las recompensas

Una gráfica escena del día del juicio—Una vez tuve un sueño en el que vi una muchedumbre reunida. Y súbitamente los cielos se ennegrecieron, retumbó el trueno, fulguró el relámpago, y una voz más potente que el mayor estruendo del trueno resonó por los cielos y la tierra diciendo: “Consumado es”. Una parte de la muchedumbre, con rostros pálidos, se adelantó con un gemido de agonía exclamando: “¡Oh, no estoy listo!” Se formuló la pregunta. “¿Por qué no estás listo? ¿Por qué no has aprovechado de las oportunidades que te di bondadosamente?” Me desperté con el clamor que resonaba en mis oídos: “¡No estoy listo! ¡No estoy salvado! ¡Perdido! ¡Perdido! ¡Eternamente perdido! “ CN 530.1

En vista de las solemnes responsabilidades que descansan sobre nosotros, contemplemos el futuro para que podamos entender lo que debemos hacer a fin de afrontarlas. En aquel día, ¿tendremos que hacer frente al descuido y desprecio de Dios y de su misericordia, al rechazo de su verdad y de su amor? En la solemne reunión del último día, a oídos del universo, se leerá la razón de la condenación del pecador. Por primera vez, los padres sabrán lo que ha sido la vida secreta de sus hijos. Los hijos verán cuántos errores han cometido contra sus padres. Habrá una revelación general de los secretos y motivos del corazón, pues se manifestará lo que está oculto. Los que se han mofado de las cosas solemnes del juicio, quedarán sombríos al contemplar su terrible realidad. CN 530.2

Los que han despreciado la Palabra de Dios entonces harán frente al Autor de los oráculos inspirados. No podemos permitirnos vivir sin tomar en cuenta el día del juicio: pues aunque se posponga mucho, ahora está cerca, a las puertas, y se apresura grandemente. La trompeta del Arcángel pronto sorprenderá a los vivos y despertará a los muertos. En ese día los impíos serán separados de los justos como el pastor divide las cabras de las ovejas.—The Youth’s Instructor, 21 de julio de 1892. CN 530.3

Cuando Dios pregunte: “¿Dónde están los hijos?”—Los padres que han descuidado las responsabilidades que Dios les dio, deben hacer frente a ese descuido en el juicio. Entonces preguntará el Señor: “¿Dónde están los hijos que te di para que los prepararas para mí? ¿Por qué no están a mi diestra?” Muchos padres verán entonces que un amor necio les cegó los ojos para que no vieran las faltas de sus hijos y dejó que esos hijos desarrollaran caracteres deformados inaptos para el cielo. Otros verán que no concedieron a sus hijos tiempo y atención, amor y ternura; su descuido del deber hizo de sus hijos lo que son.—Testimonies for the Church 4:424. CN 531.1

Padres, si perdéis vuestra oportunidad, Dios tenga piedad de vosotros, pues en el día del juicio el Señor preguntará: “¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey?” . . . CN 531.2

Supongamos que llegarais al cielo y ninguno de vuestros hijos estuviera allí. ¿Cómo podríais decir a Dios: “Heme aquí, Señor, y los hijos que tú me diste”? El cielo toma nota del descuido de los padres. Se registra en los libros del cielo.—Manuscrito 62, 1901. CN 531.3

Las familias pasarán en revista delante de Dios—¡Qué escena se verá cuando los padres y los hijos se encuentren en ocasión del cómputo final! Millares de hijos que han sido esclavos del apetito y del vicio denigrante, cuyas vidas son naufragios morales, estarán frente a frente de sus padres que hicieron de ellos lo que son. ¿Quiénes sino los padres deben llevar esta terrible responsabilidad? ¿Hizo el Señor corruptos a esos jóvenes? ¡Oh, no! Los hizo a su imagen, un poco menores que los ángeles. ¿Quién pues ha realizado la terrible obra de formar el carácter de sus vidas? ¿Quién cambió sus caracteres de modo que no lleven la imagen de Dios y deban quedar separados para siempre de su presencia por ser demasiado impuros para ocupar un lugar con los ángeles puros en un cielo santo? ¿Fueron transmitidos a los hijos los pecados de los padres convertidos en apetitos y pasiones perversos? ¿Y fue la obra completada por la madre, amante de los placeres, por lo que descuidó la preparación adecuada de sus hijos, de acuerdo con el modelo que le fue dado? Todas esas madres pasarán en revista delante de Dios tan ciertamente como que existen.—Testimonies for the Church 3:568, 569. CN 531.4

En el cielo hay un registro gráfico—Recuerden los padres y los hijos que día tras día están formando un carácter, y que los rasgos de ese carácter se imprimen en los libros del cielo. Dios dibuja lo que son sus hijos, tan ciertamente como un artista dibuja los rasgos de hombres y mujeres transfiriéndolos al lienzo. ¿Qué clase de cuadro queremos que se reproduzca? Padres, ¡contestad la pregunta! ¿Qué clase de cuadro hará el Artífice supremo de vosotros en los registros del cielo? . . . Debemos decidir esto ahora. Más tarde, cuando llegue la muerte, no habrá tiempo para enderezar los desniveles del carácter. CN 532.1

Esto debiera ser algo importantísimo para nosotros individualmente. Cada día se reproduce nuestra semejanza para el tiempo y la eternidad. Diga cada uno: “Me están retratando hoy”. Preguntaos cada día, cada hora: “¿Cómo sonarán mis palabras ante los ángeles celestiales? ¿Son como manzanas de oro con figuras de plata o son como granizo agostador, que hiere y lastima?” . . . CN 532.2

No sólo nuestras palabras y acciones, sino nuestros pensamientos forman el cuadro de lo que somos. Por lo tanto, sea buena cada persona y haga lo bueno. Que el cuadro que se trace de vosotros sea tal que no os avergoncéis. Cada sentimiento que acariciamos deja su impresión en el semblante. Dios nos ayude para que registremos en nuestras familias lo que desearíamos que hubiera en el registro celestial.—Carta 78, 1901. CN 533.1

¿Habéis sido descuidados? ¡Ojalá que los padres velasen con oración y cuidado por el bienestar eterno de sus hijos! Pregúntense: ¿Hemos sido negligentes? ¿Hemos descuidado esta obra solemne? ¿Hemos permitido que nuestros hijos llegasen a ser juguetes de las tentaciones de Satanás? ¿No tenemos que rendir una cuenta solemne ante Dios por haber permitido a nuestros hijos que empleasen sus talentos, su tiempo e influencia para obrar contra la verdad y contra Cristo? ¿No hemos descuidado nuestro deber como padres y aumentado el número de los súbditos de Satanás?—Joyas de los Testimonios 3:63. CN 533.2

Si las madres descuidan la debida educación de sus hijos, su descuido se reflejará sobre ellas, haciendo que sus cargas y perplejidades sean más duras de lo que habrían sido si hubieran dedicado tiempo y paciente cuidado a la preparación de sus hijos para la obediencia y sumisión. A la larga, recompensará a las madres el hacer de la formación del carácter de sus hijos su consideración primera y más elevada, a fin de que las espinas no se arraiguen y den una cosecha abundante.—The Signs of the Times, 5 de agosto de 1875. CN 533.3

Los hijos condenarán a los padres infieles—La maldición de Dios descansará seguramente sobre los padres infieles. No sólo están ellos plantando espinas que los habrán de herir aquí, sino que deberán arrostrar su propia responsabilidad cuando se abra el juicio. Muchos hijos se levantarán en el juicio y condenarán a sus padres, porque no los reprendieron, y los harán responsables de su destrucción. La falsa simpatía y el amor ciego de los padres los impulsa a excusar y a no corregir las faltas de sus hijos, y como consecuencia éstos se pierden y la sangre de sus almas recaerá sobre los padres infieles.—Joyas de los Testimonios 1:78, 79. CN 533.4

Los hijos rendirán homenaje a los padres fieles—Cuando empiece el juicio y los libros sean abiertos, cuando sea pronunciado el “Bien hecho” del gran Juez, y colocada en la frente del vencedor la corona de gloria inmortal, muchos levantarán sus coronas a la vista del universo reunido y, señalando a sus madres, dirán: “Ella hizo de mí todo lo que soy mediante la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, han sido bendecidas para mi salvación eterna”.—Mensajes para los Jóvenes, 328. CN 534.1

Se manifestarán los resultados de la preparación fiel—Todos los que obraron con espíritu abnegado, verán el fruto de sus labores. Se verá el resultado de cada principio recto y acción noble. Algo de ello vemos ahora. Pero ¡cuán poco del resultado de la obra más noble del mundo se manifiesta en esta vida al obrero! ¡Cuántos trabajan abnegada e incansablemente por los que pasan más allá de su alcance y conocimiento! Los padres y maestros caen en su último sueño con la sensación de que ha sido en vano la obra de su vida; no saben que su fidelidad ha abierto manantiales de bendiciones que nunca pueden dejar de fluir; sólo por la fe ven a los hijos que han criado transformarse en una bendición e inspiración para sus semejantes, y multiplicarse mil veces su influencia. . . . Los hombres siembran la semilla de la cual, sobre sus sepulcros, otros recogen cosechas abundantes. Plantan árboles para que otros coman sus frutos. Se contentan aquí con saber que han puesto en acción agentes que obran para bien. En lo futuro se verá la acción y reacción de todo esto.—La Educación, 295. CN 534.2

Los padres pueden llevar a sus hijos consigo a la Tierra Prometida—Dios ha permitido que brille luz de su trono para que alumbre todo el sendero de la vida. Una columna de nube de día, una columna de fuego de noche se mueven delante de nosotros como sucedió con el antiguo Israel. Los padres cristianos tienen el privilegio hoy día, así como lo fue para el pueblo de Dios de la antigüedad, de llevar a sus hijos consigo a la Tierra Prometida.—The Signs of the Times, 24 de noviembre de 1881. CN 535.1

Queréis que los vuestros sean para Dios, queréis que vuestra familia sea para Dios. Queréis llevarlos a las puertas de la ciudad celestial y decir: “Heme aquí, Señor, y los hijos que tú me diste”. Quizá sean hombres y mujeres que se han desarrollado hasta la virilidad y la femineidad, pero de todos modos son vuestros hijos, y vuestra educación y la forma en que velasteis sobre ellos han sido bendecidas por Dios hasta el punto de que están como vencedores. Entonces podéis decir: “Heme aquí, Señor, y los hijos”.—Manuscrito 40, 1894. CN 535.2

Se reeslabonarán las cadenas familiares rotas—Jesús viene, viene en las nubes con grande gloria. Lo acompañarán una multitud de ángeles resplandecientes. Vendrá para honrar a los que lo han amado y han guardado sus mandamientos, y para llevarlos consigo. No los ha olvidado, ni ha olvidado sus promesas. Se unirán de nuevo los eslabones de la cadena familiar.—The Review and Herald, 22 de noviembre de 1906. CN 535.3

Consuelo para una madre enlutada—Ud. pregunta si su hijito será salvo. Las palabras de Cristo son su respuesta: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Recuerde la profecía: “Así ha dicho Jehová: voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada . . . Así ha dicho Jehová: reprime del llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su propia tierra”. CN 535.4

Esta promesa es suya. Ud. puede ser consolada y confiar en el Señor. El Señor me ha instruido con frecuencia que muchos pequeñuelos deben morir antes del tiempo de angustia. Veremos de nuevo a nuestros hijos. Nos encontraremos con ellos y los reconoceremos en los atrios celestiales. Ponga su confianza en el Señor y no tema.—Carta 196, 1899. CN 536.1

Los hijos serán llevados a los brazos de sus madres—¡Oh maravillosa redención, tan descripta y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida! CN 536.2

Los justos vivos son mudados “en un momento, en un abrir de ojo”. A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles “juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro”. Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.—El Conflicto de los Siglos, 703. CN 536.3

El día largamente anhelado—Desde el día en que la primera pareja se alejara apesadumbrada del Edén, los hijos de la fe han esperado la venida del Prometido que había de aniquilar el poder destructor de Satanás y volverlos a llevar al paraíso perdido.—El Conflicto de los Siglos, 344. CN 536.4

El cielo nos habrá costado bastante poco, aun cuando lo obtengamos por medio del sufrimiento. . . . Al ver lo que debemos ser para heredar la gloria, y ver luego cuánto sufrió Jesús para obtener en nuestro favor una heredad tan preciosa, rogué que fuésemos bautizados en los sufrimientos de Cristo, para no atemorizarnos frente a las pruebas, sino soportarlas con paciencia y gozo, sabiendo que Cristo sufrió a fin de que por su pobreza y sufrimientos nosotros pudiésemos ser enriquecidos.—Primeros Escritos, 66, 67. CN 537.1

¡El cielo vale cualquier precio!—Para nosotros el cielo vale cualquier precio. En este asunto, no debemos correr ningún riesgo. Aquí no debemos aventurarnos. Debemos saber que nuestros pasos son ordenados por el Señor. Dios nos ayude en la gran obra de triunfar. El tiene coronas para los vencedores. Tiene mantos blancos para los justos. Tiene un eterno mundo de gloria para los que busquen gloria, honra e inmortalidad. Todos los que entren en la ciudad de Dios, entrarán como vencedores. No entrarán como criminales condenados, sino como hijos de Dios. Y la bienvenida que se dé a cada uno que entre, será: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Mateo 25:34.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 149. CN 537.2

Participantes del gozo de Cristo—Vemos un séquito de ángeles a cada lado de la puerta, y al entrar, Jesús dice: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Aquí os dice que seáis participantes de su gozo, ¿y qué es eso? Es el gozo de ver el trabajo de vuestra alma, padres, madres, es el gozo de ver que vuestros esfuerzos son recompensados. Aquí están vuestros hijos, la corona de vida está sobre su cabeza y los ángeles de Dios inmortalizan los nombres de las madres cuyos esfuerzos han ganado a sus hijos para Jesucristo.—Manuscrito 12, 1895. CN 537.3

El glorioso día de la victoria—La iglesia es ahora militante. Actualmente arrostramos a un mundo en tinieblas, casi enteramente entregado a la idolatría. Pero se acerca el día cuando habrá terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de cumplirse en la tierra como en el cielo. . . . Todos constituirán una familia dichosa, unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias: con el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará bañado en luz celestial. La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol siete veces más intensa que ahora. Los años transcurrirán alegremente. Y sobre todo las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que “ya no habrá más pecado, ya no habrá más muerte”. CN 538.1

Estas visiones de la gloria futura, descriptas por la mano de Dios, deberían ser de gran valor para sus hijos. . . . CN 538.2

Necesitamos tener siempre presente esta visión de las cosas invisibles. Así comprenderemos el verdadero valor de las cosas eternas y de las transitorias, y esto nos dará más poder para influir en los demás a fin de que vivan una vida más elevada.—El Ministerio de Curación, 404-406. CN 538.3

¿Dirá Dios: “Bien hecho”? Cuando estéis delante del gran trono blanco, entonces aparecerá vuestra obra tal como es. Se abren los libros, se hace conocer el registro de cada vida. En aquella gran multitud, hay muchos que no están preparados para las revelaciones que se hacen. En los oídos de algunos, caerán con asombrosa claridad las palabras: “Pesado en la balanza, y hallado falto”. El Juez dirá a muchos padres en aquel día: “Tuviste mi Palabra que te presentaba claramente tu deber. ¿Por qué no has obedecido sus enseñanzas? ¿No sabias que era la voz de Dios? ¿No te ordené que escudriñaras las Escrituras para que no te descarriaras? No sólo has arruinado tu propia alma, sino que con tus alardes de piedad has descarriado a muchos otros. No tienes parte conmigo. Apártate, apártate”. CN 538.4

Hay otros que permanecen pálidos y temblando, confiando en Cristo y, sin embargo, oprimidos con el sentimiento de su propia indignidad. Oyen con lágrimas de gozo y gratitud el encomio del Maestro. Los días de incesante tarea, de carga abrumadora y de temor y angustia son olvidados cuando aquella voz, más dulce que la música de las arpas de los ángeles, pronuncia las palabras: “Bien, buen siervo y fiel; entra en el gozo de tu Señor”. Allí está la hueste de los redimidos, con la palma de victoria en su mano y la corona sobre la cabeza. Estos son los que mediante fieles y fervientes labores han obtenido una idoneidad para el cielo. La obra de su vida realizada en la tierra es reconocida en las cortes celestiales como una obra bien hecha. CN 539.1

Con gozo inenarrable, los padres ven la corona, el manto, el arpa que son dados a sus hijos. Han terminado los días de espera y de temor. La semilla sembrada con lágrimas y oraciones pudo haber parecido ser sembrada en vano, pero la cosecha es recogída al fin con gozo. Sus hijos han sido redímidos. Padres, madres, ¿henchirán el canto de alegría en aquel día las voces de vuestros hijos?—The Signs of the Times, 1 de julio de 1886. CN 539.2