Historia del Sábado
5 – El sábado escrito por el dedo de Dios
Clasificación de los preceptos dados por medio de Moisés – Renovación del sábado – Solemne ratificación del pacto entre Dios e Israel – Moisés llamado a recibir la ley que Dios había escrito sobre piedra – Los diez mandamientos probablemente proclamados en sábado – Eventos de los cuarenta días – El sábado llega a ser una señal entre Dios e Israel – La pena de muerte – Las tablas del testimonio dadas a Moisés – Y quebradas cuando vio la idolatría del pueblo – Castigo de los idólatras – Moisés sube con tablas nuevas – Se ordena otra vez el sábado – Se dan otra vez las tablas – Los diez mandamientos eran el testimonio de Dios – Quién las escribió – Tres honores distinguidos que corresponden al sábado – Los diez mandamientos un código completo – Relación del cuarto mandamiento con la expiación – Razón válida por qué Dios mismo escribió la ley que fue colocada debajo del propiciatorio
Cuando cesó la voz del Altísimo, “el pueblo se mantenía alejado, Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios”. Sigue una breve entrevista1 en la que Dios le da a Moisés una serie de preceptos, los cuales, como una muestra de los estatutos dados por medio de él, pueden clasificarse así: Preceptos ceremoniales, señalando las cosas buenas por venir; preceptos judiciales, que tenían intención de servir para el gobierno civil de la nación; y preceptos morales, declarando de nuevo en otras formas, los diez mandamientos. En esa breve entrevista no se olvidó el sábado: HSPDS 37.1
“Seis días trabajarás, pero el séptimo día reposarás, para que descansen tu buey y tu asno, y tomen refrigerio el hijo de tu sierva y el extranjero”.2 HSPDS 37.2
Este pasaje provee prueba incidental de que el sábado fue hecho para la humanidad, y para aquellas criaturas que comparten las labores del hombre. El extraño y el extranjero deben guardarlo, y era para su refrigerio.3 Pero las mismas personas no podían participar de la pascua hasta que fueran hechos miembros de la iglesia hebrea por la circuncisión.4 HSPDS 37.3
Cuando Moisés hubo retornado al pueblo, repitió todas las palabras de Jehová. A una voz todo el pueblo exclamó: “Cumpliremos todas las palabras que Jehová ha dicho”. Entonces Moisés escribió todas las palabras de Dios. “Después tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Obedeceremos y haremos todas las cosas que Jehová ha dicho”.” Entonces Moisés tomó la sangre “la roció sobre el pueblo y dijo: Esta es la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros”.5 HSPDS 37.4
De esta manera se había preparado el camino para que Dios otorgara una segunda señal de honor sobre su ley: HSPDS 38.1
“Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte y espera allá, y te daré tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito para enseñarles… Entonces Moisés subió al monte. Una nube cubrió el monte, y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí. La nube lo cubrió por seis días, y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube”.6 La apariencia de la gloria de Jehová era, a los ojos de los hijos de Israel, como un fuego abrasador en la cumbre del monte. Moisés entró en medio de la nube y subió al monte. Y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches”.7 HSPDS 38.2
Durante esos cuarenta días Dios le dio a Moisés el modelo del arca en el cual poner la ley que había escrito sobre la piedra, y del propiciatorio para poner sobre la ley, y del santuario en cual depositar el arca. También ordenó el sacerdocio, que había de ministrar en el santuario delante del arca.8 Habiendo ordenado estas cosas, y a punto el Legislador de entregar su ley escrita por él mismo en las manos de Moisés, otra vez ordena el sábado: HSPDS 38.3
“Continuó hablando Jehová a Moisés, y le dijo: Tú hablarás a los hijos de Israel y les dirás: En verdad vosotros guardaréis mis sábados, porque es una señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el sábado, porque santo es para vosotros; el que lo profane, de cierto morirá. Cualquier persona que haga alguna obra en él, será eliminada de su pueblo. Seis días trabajará pero el día séptimo es día de descanso consagrado a Jehová. Cualquiera que trabaje en sábado, ciertamente morirá. Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel, celebrándolo a lo largo de sus generaciones como un pacto perpetuo. Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y descansó. Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte Sinaí, dos tablas del Testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios”.9 HSPDS 38.4
Esto debe compararse con el testimonio de Ezequiel, hablando en nombre de Dios: HSPDS 39.1
“Les di mis estatutos y les hice conocer mis decretos, por los cuales el hombre que los cumpla, vivirá. Y les di también mis sábados, para que fueran por señal entre yo y ellos, para que supieran que yo soy Jehová que los santifico… Yo soy Jehová, vuestro Dios: andad en mis estatutos, guardad mis preceptos y ponedlos por obra. Santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová, vuestro Dios”.10 HSPDS 39.2
Se observará que estos pasajes no enseñan que el sábado fue hecho para Israel, ni tampoco enseña que fue hecho después que Israel salió de Egipto. En ninguno de estos casos ni siquiera parecería contradecir aquellos textos que ponen la institución del sábado en la creación. Pero sí aprendemos, 1) Que fue un acto de Dios que dio a los hebreos su sábado que lo hizo una señal entre ellos y él mismo. “Les di también mis sábados, PARA QUE FUERAN por señal entre yo y ellos”. Este acto de entregarles el sábado ya ha sido notado antes.11 2) Que había de ser una señal entre Dios y los hebreos, “para que supieran que yo soy Jehová que los santifico”. En estos textos, se usa el nombre Jehová, el infinito, el Dios que existe por sí mismo, que los santificó. Santificar es separar, poner aparte, o designar, para un uso santo, sagrado o religioso.12 Que la nación hebrea fuera así puesta aparte de toda la humanidad de la manera más notable, fue suficientemente evidente. Pero ¿quién es el que así los separó de todos los demás pueblos? Como respuesta llena de gracia a esta pregunta importante, Dios les dio a los hebreos su propio día de reposo santo. Pero ¿de qué modo el gran monumento recordatorio del Creador puede determinar esta pregunta? Escuchen las palabras del Altísimo: “Guardaréis mis sábados”, o sea, mis días de reposo, “porque son una señal entre mí y vosotros… Es una señal entre mí y los hijos de Israel para siempre, porque en seis días Jehová hizo los cielos y la tierra, y en el séptimo reposó y descansó. El sábado es una señal entre Dios e Israel, era un testimonio perpetuo de que el que los había separado de toda la humanidad como su peculiar tesoro en la tierra, era el Ser que había creado los cielos y la tierra en seis días y descansó el séptimo. Por lo tanto es la seguridad más certera de que el que los santificó era realmente Jehová. HSPDS 39.3
Desde los días de Abrahán Dios había separado a los hebreos. El que previamente no había tenido ningún nombre local, nacional o de familia, desde este tiempo hasta el fin de la relación del pacto con la raza hebrea, tomó sobre sí títulos que parecían mostrar que él era el Dios solo de ellos. Desde su elección de Abrahán y su familia en adelante se designó a sí mismo como el Dios de Abrahán, de Isaac, y de Jacob; el Dios de los hebreos, y el Dios de Israel.13 Él sacó a Israel de Egipto para ser su Dios,14 y en Sinaí se unió a ellos en solemnes esponsales. De este modo puso aparte a los hebreos o los santificó a sí mismo, porque todas las otras naciones se habían entregado a la idolatría. De esta manera el Dios del cielo y la tierra condescendió en darse a una sola raza, y a ponerlos aparte de toda la humanidad. Debe observarse que no fue el sábado el que puso a Israel aparte de todas las otras naciones, sino la idolatría de todas las obras naciones la que movió a Dios a poner aparte a los hebreos para sí mismo; y que Dios le dio a Israel el sábado que él había santificado para la humanidad en la creación como la señal más expresiva de que él, que los santificaba, era realmente el Dios vivo. HSPDS 39.4
Fue el acto de Dios de dar sus sábados a los Israelitas lo que lo transformó en una señal entre ellos y él mismo. Pero el sábado no deriva su existencia de haber sido dado a los hebreos; porque era el antiguo sábado de Jehová cuando se los dio, y hemos visto15 que no fue dado por un mandamiento nuevo. Por el contrario, descansaba en ese tiempo sobre una obligación existente. Pero fue la providencia de Dios en favor de los hebreos, primero en rescatarlos de una servidumbre abyecta, y segundo, en enviarles pan del cielo durante seis días, y preservando el alimento para el sábado, lo que constituyó al sábado como un don a ese pueblo. Y note la significación de la manera en la que se dio ese don a los hebreos por la maravillosa providencia del maná: un milagro que no cesó en declarar el sábado cada semana por el espacio de cuarenta años; mostrando de este modo en forma incontrovertible que aquel que los guió era el autor del sábado, y por lo tanto, el Creador de los cielos y la tierra. Que el sábado que fue hecho para el hombre fuera dado a los hebreos, ciertamente no es más notable que el que el Dios de toda la tierra diera sus oráculos y a sí mismo a ese pueblo. El Altísimo y su ley y el sábado no se transformaron en judíos; sino los hebreos fueron hechos los depositarios honrados de la verdad divina; y el conocimiento de Dios y de sus mandamientos fue así preservado en la tierra. HSPDS 40.1
La razón sobre la que se basa esta señal, apunta en forma inequívoca al verdadero origen del sábado. No se originó por la caída del maná durante seis días y la cesación en el séptimo –pues el maná fue dado así por causa de la existencia del sábado– sino porque “en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y reposó en el día séptimo y descansó”. De este modo se muestra que el sábado se originó en el reposo y el descanso del Creador, y no en la caída del maná. Como INSTITUCIÓN, el sábado declaraba que su Autor era el Creador del cielo y la tierra; como una señal16 entre Dios e Israel, declaraba que el que los había puesto aparte era realmente Jehová. HSPDS 40.2
El último acto del Legislador en esta memorable entrevista era poner en las manos de Moisés las “dos tablas del testimonio, tablas de piedra, escritas con el dedo de Dios”. Entonces le reveló a Moisés la triste apostasía del pueblo de Israel, y lo apremió a que bajara adonde estaban ellos. HSPDS 41.1
“Moisés se volvió y descendió del monte, trayendo en sus manos las dos tablas del Testimonio, tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas. Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas… Aconteció que cuando Moisés llegó al campamento y vio el becerro y las danzas, se enfureció y arrojó de sus manos las tablas, y las quebró al pie del monte”. HSPDS 41.2
Entonces Moisés impuso un justo castigo a los idólatras, “y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres”. Y Moisés regresó a Dios e intercedió en favor del pueblo. Entonces Dios prometió que su ángel iría con ellos, pero que él mismo no subiría en medio de ellos para no consumirlos.17 Entonces Moisés presentó en una súplica ferviente al Altísimo el poder ver su gloria. Esta petición fue concedida, salvo que no pudo ver el rostro de Dios.18 HSPDS 41.3
Pero antes de que Moisés ascendiera para poder contemplar la majestad del Legislador infinito, el Señor le dijo: HSPDS 41.4
“Prepara dos tablas de piedra, como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste… Moisés preparó dos tablas de piedra como las primeras, se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, llevando en sus manos las dos tablas de piedra. Descendió Jehová en la nube y permaneció allí junto a él; y él proclamó el nombre de Jehová. Jehová pasó por delante de él”. HSPDS 41.5
Entonces Moisés contempló la gloria de Dios, y “apresurándose, bajó la cabeza hasta el suelo y adoró”. Esta entrevista duró cuarenta días y cuarenta noches, como la primera, y Moisés parece haberla pasado en intercesión para que Dios no destruyera el pueblo por su pecado.19 El registro de este período es muy breve, pero en este registro se menciona el sábado. “Seis días trabajarás, pero en el séptimo día descansarás; aun en tiempo de siembra y de cosecha, descansarás”.20 De este modo los amonestó para que no olvidaran el sábado del Señor en la época en que estarían más ocupados. HSPDS 41.6
Este segundo período de cuarenta días termina como el primero con el acto de Dios de poner las tablas de piedra en las manos de Moisés. “Moisés estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua. Y [él]21 escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos”. De esta manera, parece que las tablas del testimonio fueron dos tablas de piedra con los mandamientos escritos sobre ellas por el dedo de Dios. Así, el testimonio de Dios se demuestra que son los diez mandamientos. Lo escrito en las segundas tablas fue una copia exacta de lo de las primeras. “Prepara dos tablas, como las primeras, y escribiré”, dijo Dios, “sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste”. Y de las primeras tablas Moisés dice: “Y él anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra: los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra”.22 HSPDS 42.1
De este modo Dios entregó a su pueblo los diez mandamientos. Sin agencia humana o angélica él mismo los proclamó; y no confiando en su siervo más honrado, o aún en un ángel de su presencia, él mismo los escribió con su propio dedo. “Acuérdate del sábado para santificarlo”, es una de las diez palabras así honradas por el Altísimo. Ni tampoco son estos dos altos honores los únicos conferidos sobre su precepto. Aunque los comparte en común con los otros nueve, los supera porque está establecido por el EJEMPLO del Legislador mismo. Estos preceptos fueron dados sobre dos tablas con evidente referencia a la doble división de la ley de Dios; amor supremo a Dios, y el amor a nuestros prójimos como a nosotros mismos. El mandamiento del sábado, puesto al final de la primera tabla, forma el broche que une ambas divisiones de la ley moral. Guarda y da fuerza a ese día que Dios reclama como suyo; sigue al hombre a lo largo de los seis días que Dios le dio a él para ser usado apropiadamente en las diferentes relaciones de la vida, extendiendo así sobre toda la vida humana, y abarcando en préstamos de seis días al hombre, todos los deberes de la segunda tabla, aunque pertenece a la primera. HSPDS 42.2
Que estos diez mandamientos forma un código completo de ley moral está demostrado por el lenguaje del Legislador cuando llamó a Moisés que subiera para recibirlos. “Sube a mí al monte y espera allá, y te daré tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he escrito”.23 Esta ley y mandamientos eran el testimonio de Dios grabado sobre piedra. El mismo gran hecho lo presenta Moisés en su bendición pronunciada sobre Israel: “Él dijo: Jehová vino de Sinaí, de Seir los alumbró, resplandeció desde el monte de Parán, avanzó entre diez millares de santos, con la ley de fuego a [de] su mano derecha”.24 No puede haber discusión de que en este lenguaje el Altísimo está representado como estando personalmente presente con diez miles de sus santos, o ángeles. Y lo que escribió con su propia mano derecha, Moisés lo llama una “ley de fuego”, o como lo dice una nota al margen, “el fuego de su ley”. Y ahora el hombre de Dios completa su sagrado cometido, Y de este modo él repasa lo que Dios hizo al entregarle su ley a él, y lo que él mismo hizo en su disposición final: “Él escribió en las tablas lo mismo que había escrito antes: los diez mandamientos que Jehová había proclamado en el monte de en medio del fuego, el día de la asamblea. Y me las entregó Jehová. Entonces me volví, descendí del monte y puse las tablas en el Arca que había hecho. Allí están todavía, como Jehová me lo mandó”. De esta manera la ley de Dios fue depositada en el arca debajo del propiciatorio.25 Este capítulo no debía cerrarse sin señalar la relación importante del cuarto mandamiento con la expiación. HSPDS 43.1
La parte superior del arca se llamaba el propiciatorio, porque todos los que habían quebrantado la ley contenida en el arca debajo del propiciatorio, podían encontrar perdón salpicando la sangre de la expiación sobre él. HSPDS 43.2
La ley contenida dentro del arca era la que demandaba una expiación; la ley ceremonial que ordenó el sacerdocio levítico y los sacrificios por el pecado, era lo que enseñaba a los hombres cómo se podía hacer la expiación. La ley quebrantada estaba debajo del propiciatorio; la sangre de la ofrenda por el pecado era rociada sobre su cubierta, y el perdón se extendía al pecador penitente. Había un pecado real, y por ello el hombre había quebrantado una ley real; pero no había una expiación real, y por lo tanto había la necesidad de un gran antitipo de los sacrificios levíticos. La expiación real cuando se realiza debe relacionarse con esa ley respecto a la cual había habido una sombra anticipada. En otras palabras, la expiación, que era una sombra, se relacionaba con esa ley que estaba encerrada en el arca, indicando que esa ley requería una expiación verdadera. Es necesario que la ley que demanda una expiación, a fin de que su trasgresor pueda ser conservado, debiera ser en sí misma perfecta, o sino la falla descansaría por lo menos en parte con el Legislador, y no totalmente con el pecador. De aquí que la expiación cuando se realiza no quita la ley quebrantada, porque ella es perfecta, pero está expresamente diseñada para quitar la culpa del transgresor.26 Recuérdese entonces que el cuarto mandamiento es uno de los diez preceptos de la ley quebrantada de Dios; uno de los santos principios inmutables que hicieron necesaria la muerte del único Hijo de Dios antes de que se pudiera extender el perdón al hombre culpable. Recordando estos hechos, no se pensará que es extraño que el Legislador reservara la proclamación de tal ley para sí mismo; y que no confiara a ningún ser creado la escritura de esa ley que demandaría como su expiación la muerte del Hijo de Dios. HSPDS 43.3