Estudios en Educación Cristiana

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Apéndice E — Carta de A. W. Spalding

Copia de una carta de A. W. Spalding a L. K. Dickson, Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día Mayo de 1953

Querido Hermano Dickson:

Puede que en algún momento encuentre el tiempo libre y la inclinación de leer esta carta. Es con la simpatía más profunda y el deseo de cooperar que celebro la venida de ustedes, hermanos —usted, el profesor Cossentine, y el pastor Bradley— al Southern Missionary College, con el propósito declarado de consultar con los docentes acerca de los amplios problemas de la Educación Cristiana. Sus pocas palabras conmigo después de su presentación inicial, así como sus declaraciones públicas, revelan el conocimiento de la herida profunda en nuestro cuerpo educacional, el corazón de toda nuestra causa, y de la necesidad de una cura radical si ha de encontrarse una solución. EEC 167.1

El personal docente está invitado a discutir con ustedes libremente las causas de la dolencia, los efectos de la cual se ven en el letargo espiritual, las actitudes falsas e injuriosas, y la falta de poder para terminar la obra de Dios. He considerado entrar en la discusión pública, pero si expresara lo que hay en mi corazón al repasar las causas y sugerir el remedio, tomaría un tiempo demasiado largo, y además, al reflexionar, puede ser impropio y poco sabio. Estaría en contra de las líneas típicas del pensamiento entre nuestros educadores, y si fuera recibido como de algún valor y peso, tendería en estas circunstancias a confundir a los estudiantes y tal vez a los docentes, y despertaría controversia. El área de reforma, como yo la concibo, va tan profundamente a nuestra filosofía y práctica que apunta hacia una revolución completa en nuestros reglamentos denominacionales sobre la educación, una revolución necesaria porque anteriormente hemos evolucionado tanto hacia la izquierda que nuestro patrón se encuentra a nuestras espaldas. EEC 167.2

No tengo la presunción de ser el instructor de nuestros líderes, de cuya capacidad y sinceridad (hablando en general) no tengo dudas. Soy solo un pequeñín en nuestras filas, sin el prestigio ni la erudición que calificaría a un consejero de peso. No obstante, mi mente está tan preocupada con el estado de nuestra obra educacional que cuando me digo que debo guardar silencio y divorciarme de todo sentido de responsabilidad, no puedo descansar ni dormir. Y esta carta se comenzó a medianoche por causa de este hecho. EEC 167.3

He tenido el privilegio de una larga conexión y experiencia con nuestra obra educacional, tanto en nuestras escuelas como fuera de ellas; y a lo largo de todo este medio siglo y más he sido un estudiante de los principios, estructuras y procesos educacionales que Dios nos ha dado por medio de la intervención de Elena G. de White. He percibido en sus escritos no solo máximas aforísticas para adornar disertaciones sobre religión y aprendizaje; sino más bien un sistema de educación profundamente concebido, bien integrado, que incluye filosofía, alcance, forma, contenido, método, y por sobre todo, espíritu. Estos escritos constituyen un plano detallado para la acción, que la historia muestra que ha sido poco leído, menos entendido y de ningún modo comprendido. Nuestro alejamiento de él ha sido una consecuencia de esta falta de percepción y voluntad de seguirlo. El mejor compendio de esta riqueza de sabiduría educacional es el libro La educación. Está suplementado por diversas otras obras tales como Consejos para los maestros, Fundamentals of Christian Education, El ministerio de curación, y diversas otras obras en fases específicas, incluyendo especialmente la sección educacional en Testimonios para la iglesia, el tomo 6. EEC 168.1

Por lo tanto estoy impulsado a registrar brevemente mis convicciones sobre las causas profundas de la pobreza espiritual y confusión entre nuestros obreros y nuestro pueblo, que surgen principalmente de nuestras escuelas. Siendo avanzado en años, es posible que no viva para ver siquiera el comienzo de la reforma; porque ella viene —y tiene que venir antes de que este pueblo esté listo para encontrarse con el Señor Jesús—, involucra un vuelco tan radical y completo que, excepto en los inescrutables milagros de Dios, no puede realizarse en un día. Pero deseo dejar a mis hijos por lo menos, y a cualquiera que lo quiera escuchar, un testamento de mi fe y mi visión. EEC 168.2

Ninguna reforma puede ser adecuada y efectiva excepto que vaya a la raíz de la dolencia. Pequeñas dosis y remedios parciales, que tratan los síntomas y los rasguños, son inadecuados e inútiles al igual que ciegos. Apenas “curan por encima la herida de mi pueblo”. El fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal no es destruido por el rechazo de uno o más ejemplares con gusanos. El árbol debe ser rechazado; debemos volvernos al Árbol de la Vida. Por razones de brevedad, en los puntos que presentaré, cito como autoridad solo una directiva del Espíritu de Profecía; en la mayoría de los casos hay, además, abundancia de testimonios. EEC 168.3

Hace veinticinco años, en 1928, llegamos a nuestro Cades-Barnea educacional. La Tierra Prometida estaba delante de nosotros, pero la mayoría de nuestros espías trajeron de vuelta un informe malo. Desanimados por el informe de gigantes y de ciudades amuralladas, nos alejamos de los mandatos del Señor, y rechazamos sus instrucciones de no buscar nuestra educación en las universidades, las escuelas del mundo (Fundamentals of Christian Education, 347, 359, 451, 567-574). La verdadera educación superior se encuentra en el estudio del conocimiento y sabiduría revelada de Dios.(Ibíd.; La educación,14). Hubo unos pocos Calebs y Josués allí, pero sus voces fueron ahogadas por los clamores de la multitud. Votamos por la afiliación y acreditación, con todo lo que involucra la afinidad con la educación mundana. EEC 169.1

El resultado de una generación preparada en posgrado en las escuelas del mundo, es el moldeado de nuestras instituciones educativas y currículo según el patrón allí colocado ante nosotros; si es que no nació allí, por lo menos lo fortaleció. Si, en cambio, nos hubiéramos vuelto a un estudio intensivo del Espíritu de Profecía, y lo hubiésemos seguido fielmente, con nuestras mentes iluminadas por el Espíritu Santo, ahora estaríamos tan adelantados respecto del mundo en nuestros ideales y demostraciones, que seríamos la cabeza, no la cola, caminando en cadenas en la procesión de nuestros captores. Si esa caracterización parece injustificada, si de hecho no lo pueden ver, permítame preguntar¸ ¿qué se puede esperar cuando damos las espaldas a las directivas de Dios? ¿No tienen consecuencias? ¿Pueden ser eliminadas explicándolas? ¿No sufrimos ninguna retribución por nuestra desobediencia y negligencia? Así razonó Israel a lo largo de su tortuosa historia de deslealtad e idolatría hasta que, como dice el cronista, “no hubo remedio”. EEC 169.2

Algunos oficiales me desafiaron a decir cómo afrontar las dificultades, las obstrucciones legales a nuestra operación como individuos o instituciones, si no nos conformamos a las reglas de las agencias acreditadoras y a las leyes de los estados, y por lo tanto a la educación ofrecida por las universidades. Yo no lo sé; ningún hombre lo sabe. Pero cuando Israel llegó al Mar Rojo y al Jordán desbordado, ninguna idea humana, ningún consejo de los sabios del mundo, pudo salvarlos de los egipcios o capacitarlos para entrar a la Tierra Prometida. Y sé por mis estudios de los Testimonios sobre educación, que el modelo de la educación cristiana que se nos ha dado establece el sistema de educación más verdadero, más ventajoso, más sabio y más grandioso alguna vez propuesto, tanto más superior a los sistemas del mundo como para superarlos en brillo así como la luz del sol supera la luz de una vela. Si esto parece extravagante, es solo a aquellos que han sido hechizados por las velas y no han visto la luz del sol. EEC 169.3

Para muchos parece ridículo acusar a nuestras escuelas de fallas en el currículo o los métodos. Señalan las mejoras, o supuestas mejoras en bibliotecas, laboratorios, técnicas y afiliaciones, y a los métodos más científicos de enseñanza, que son o que parecen ser el fruto de la cooperación con el mundo. ¿Aconsejaríamos regresar a los inocentes días de Mary Hopkins en un extremo de un tronco y a un estudiante en el otro? ¿Reduciríamos nuestra plana de docentes con maestrías o doctorados a la condición de maestros sin escolaridad como Uríah Smith, Stephen Haskell y Goodloe Bell? No significa que si hiciéramos caso de los Testimonios nuestros cuerpos de enseñanza se reducirían al estado de ignorantes e imbéciles. Y los hombres que fueron ridiculizados porque no tenían títulos académicos, eran no obstante hombres de sabiduría y habilidad y capacidad. G. H. Bell, aunque no tenía título académico fue el hombre en aquellos días tempranos, que percibió la visión legada por el Señor a su sierva sin escolaridad, Elena G. de White, y el que procuró con toda su inventiva y poder poner en operación tales principios. Fue rechazado como líder en favor de un hombre preparado en una universidad, quien más tarde en su vida me confesó que había sido, en ese tiempo, un “tonto educado”. Y la culminación del reglamento nos dio un Alexander McLearn, quien puso el Colegio de Battle Creek fuera de operación por todo un año. Aprendemos poco, y aprendemos lentamente. EEC 170.1

¿Quién puede leer, con mente iluminada por el Espíritu Santo, esa obra maestra central de la hermana White, el libro La educación, y no percibir la sabiduría profunda, la ciencia de la educación que abarca todo lo que Dios nos ha ofrecido? Nunca hemos realmente estudiado, ni practicado, ni procurado alcanzar lo que enseña ese libro. Quienes pudieron haber sido iluminados e instruidos por el estudio de los Testimonios, no habrían tenido necesidad del acicate de las asociaciones de acreditación o las leyes estatales para inspirar mejoras en nuestras instalaciones y métodos. Estábamos dormidos, pero no necesitábamos el vino de Babilonia para inflamarnos; necesitábamos el fruto del Árbol de la vida. EEC 170.2

Cuanto más estrecha hacemos nuestra afinidad con las escuelas del mundo, tanto más nos apartamos de la presencia de Dios. Leer el primer artículo en Testimonios para la iglesia, tomo 6, en la sección “Educación”, “La necesidad de una reforma educativa”, es sentir una daga que se clava en nuestros reglamentos educativos. ¿Estamos recibiendo la marca de la bestia y su imagen, o el sello de Dios? (pág. 135.) EEC 170.3

No obstante nuestras escuelas son infinitamente mejores que las escuelas del mundo. Son “ciudades de refugio” para nuestros jóvenes. Los principios de nuestra fe han tenido mucho efecto sobre nuestras vidas y nuestros reglamentos. Aunque han sido ignorados y descuidados en gran medida, su impacto sobre nuestras vidas ha sido considerable. En nuestras escuelas se observan e inculcan principios correctos de conducta social, alimentación y salud, abstinencia de narcóticos, estudiosidad, reverencia y devoción que han tenido un efecto mayor o menor sobre los alumnos. EEC 171.1

Y el elevado carácter moral de nuestros docentes, en general, sus diversos niveles de devoción y consagración, su percepción de valores espirituales, han tenido un efecto muy claro sobre los alumnos. Quién diera que fuera mayor, pero gracias a Dios por lo que es. Muchos maestros que han tomado su obra de postrado en escuelas del mundo, cuentan entre ellos a hombres de profunda piedad y consagración de toda el alma. Pueden haber sido como Moisés, que solo necesitaban la experiencia del desierto. EEC 171.2

No obstante, no existe la perfección. La pequeña elevación por sobre el mundo que hemos alcanzado, moralmente, no es la meta elevada que Dios puso delante de nosotros. Aún en los días de Acab, el impacto de la adoración diluida de Jehová tuvo tal efecto sobre los gobernantes que su reputación en el mundo era grande: “Los reyes de Israel eran reyes misericordiosos”. Pero eso no hizo de Acab un hombre de Dios, ni eliminó la influencia de Jezabel. Elías y Eliseo tienen todavía una obra que hacer por nosotros. EEC 171.3

“Nos toca ahora comenzar de nuevo. Las reformas deben emprenderse de todo corazón, alma y voluntad… Si en algunos respectos no existe una educación de carácter completamente diferente de la que se ha venido dando en algunas de nuestras escuelas, no necesitábamos haber gastado dinero en la compra de terrenos y la construcción de edificios escolares” (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 147. Yo era estudiante en Battle Creek en el tiempo en que esto se escribió; ahora soy un docente. Mi vida académica abarca esos años; y testifico que la necesidad de reformas es ahora mayor que la de entonces. Porque hemos retrocedido. Decimos que somos diferentes de las escuelas del mundo, porque enseñamos Biblia. Pero otras escuelas de iglesia enseñan también la Biblia; la cuestión es: ¿Cuán verdadera es la enseñanza? Las mentes que se apartan de la luz de Dios en cualquier fase o en cualquier respecto son débiles en la percepción del espíritu de la verdad bíblica. La verdad de Dios va más profunda que un credo. La doctrina es el marco de la verdad, pero sin la vida llega a ser un estéril esqueleto. EEC 171.4

Pero la influencia que nos ha hecho apartarnos del modelo divino es tan sutil que es imperceptible para los que están involucrados, y como la gente del tiempo de Malaquías, preguntan con una inocencia afectada: “¿En qué nos hemos apartado del modelo? Dennos casos específicos”. EEC 172.1

Citaré cinco áreas de falta de armonía con la palabra de Dios en teorías y prácticas en nuestras escuelas. Son apenas unos pocos ejemplos de desobediencia; hay otros, como por ejemplo, la estructura y los códigos sociales, la agricultura como el ABC del esfuerzo educacional; las industrias, la ostentación en lugar de la sencillez, el carácter del entretenimiento, la preocupación con las cosas de la carne y del mundo. Si todas estas variaciones del modelo no son el producto de la participación con el mundo, en cualquier caso son fomentadas por el contacto con los ideales y los métodos recibidos en las escuelas del mundo, y la participación en ellas. Acaz no necesitó ir a Damasco para demostrar su deslealtad; pero cuando fue, se trajo consigo el altar pagano y lo puso en la casa de Dios. Enumeraré ahora las cinco transgresiones: EEC 172.2

1. Incentivo, motivación. En nuestra primera reunión aquí, la discusión giró por un tiempo sobre la desagradable y hasta escandalosa ansia de los obreros de ser reconocidos como grandes hombres, de codiciar posición y autoridad, de ocuparse en rivalidad por el honor y el señorío. Se planteó tímidamente la pregunta de si práctica escolar de vestir a los alumnos con responsabilidad, y otorgarles honores y reconocimientos era responsable por inculcar este espíritu. El problema va mucho más profundo que eso. Para desarrollar a los jóvenes se requiere acordarles juiciosamente responsabilidades crecientes; pero ¿cuál es el incentivo ofrecido para trabajar y organizar y mejorar? Ése es el factor que determina si la educación social y administrativa es beneficiosa o dañina. EEC 172.3

Los incentivos principales del mundo son la competición, la rivalidad. Yo podría escribir un tratado sobre la naturaleza y las ramificaciones de esta ansia egoísta; eso hice en mi libro Who is the Greatest? [¿Quién es el mayor?]. Merece ser estudiado. Tanto la Biblia como el Espíritu de Profecía condenan la rivalidad (y la competición, su origen) como la motivación del cristiano. Marcos 10:42-45. (La educación, pp. 225, 226). EEC 172.4

El incentivo cristiano es el amor abnegado, el amor de Cristo, la cooperación, el ministerio. Reconocemos esto, pero lo mezclamos, y a veces permitimos que domine el incentivo de la competición. Honramos el templo y ofrecemos sacrificios allí, porque es hermoso y nos da prestigio; pero mantenemos los lugares altos también, y nos inclinamos ante las imágenes de Baal y Astarté. ¿En qué? En nuestros incentivos de clases, con notas y calificaciones y premios y honores especiales, en nuestra vida social, en nuestras recreaciones, y en última instancia en la vida profesional de nuestros estudiantes cuando dejan la escuela y entran en la obra de Dios. Preparamos concursos y damos recompensas y premios a los ganadores. Y esta es una práctica tan común y tradicional que miramos con asombro si alguien pone algún reparo. Hasta el final de Israel y de Judá, salvo por las reformas espasmódicas de Josías, los lugares altos permanecieron y fueron considerados, hasta cierto punto, como una parte de la adoración a Jehová. Estamos repitiendo la historia. Pero el incentivo y el lugar de adoración del cristiano no son la competición, la rivalidad, sino el impulso puro del amor, el amor de Dios. EEC 172.5

La adopción del incentivo cristiano del amor, cuando se estudia en todos sus aspectos y aplicaciones, revolucionaría nuestro sistema y nuestras vidas, y produciría hombres y mujeres que conocen el espíritu de Cristo, quien se enterró en el surco de las necesidades del mundo, para poder producir más fruto. Hasta que los reglamentos y la práctica en nuestras escuelas sean revertidos, continuaremos produciendo jóvenes obreros centrados en sí mismos, egotistas, arrogantes. Por supuesto, habrá excepciones, en el grado en que el amor de Dios actúe secretamente en la vida de este y de aquel joven y señorita. Pero ¿cuál es la responsabilidad de la escuela? El espíritu de rivalidad puede comenzar en la casa, ciertamente existe en la comunidad que ayuda a moldear el carácter temprano, puede estar y generalmente está en la iglesia, pero nuestras escuelas en lugar de corregirlo, lo fomentan. La universidad es la última oportunidad de reforma; y el colegio no está realizando esta función. EEC 173.1

2. La literatura. A pesar de la clara y explícita instrucción en los Testimonios (La educación, pp. 226, 227), una gran cantidad de instrucción sobre el mal de someter a nuestros estudiantes a la influencia de autores paganos, nuestros cursos en literatura continúan presentando tales escritores y obligando a su estudio. Algunos profesores de inglés parecen incapaces de distinguir entre lo bueno y lo malo en literatura, excepto los extremos. Desde Homero hasta Shakespeare y tales pigmeos modernos como Walt Whitman, introducen a sus estudiantes a las masas paganas y neopaganas de crimen, sangre, obscenidad y blasfemia. Que hay casos de belleza y probidad en todos estos autores, es cierto; el diablo viste a su prole de púrpura y oro. Pero las aguas de pureza son contaminadas con lagunas de barro. Nuestro estudio de la literatura debiera ser selectivo, como lo demostró el profesor Bell, y no completo, como dictan todos los conceptos mundanos del estudio de la literatura. Nuestro objetivo en la educación debe ser, no alcanzar el nivel y copiar las maneras de las escuelas del mundo, sino más bien juzgar las necesidades de la iglesia en su obra específica. La meta de la educación cristiana es la edificación del carácter; lo que la iglesia y el mundo necesita, son “los jóvenes y las señoritas… [preparados] para ser jefes de familia. Esa educación no se adquiere con el estudio de los clásicos paganos” (El ministerio de curación, p. 350). EEC 173.2

Las leyes de las asociaciones de acreditación pueden ser dadas como una excusa para continuar esta transgresión de la voluntad divina. Es una excusa lamentable a los ojos de Dios y en vista de los caracteres que se forman en nuestra juventud. Pero como he descubierto cuando enseñaba literatura, esas leyes no son inflexibles. A menos que los docentes hayan adquirido un apetito por las ollas de carne de Egipto, no están obligados por ninguna ley rígida a alimentarse de ellas. La enseñanza de tal basura y maldad clásicas, curiosamente va en contra de sus propios objetivos, al rebajar el gusto de los estudiantes y conducirlos a complacerse en los tipos más bajos de ficción y noticias del deporte y revistas cómicas. Por tales medios, aun la enseñanza de la literatura bíblica como estudio escolar resulta de poco gusto, y junto con una enseñanza sin inspiración aumenta la aversión de los estudiantes por las Escrituras. ¿Qué les estamos haciendo a nuestros ministros y maestros en perspectiva? EEC 174.1

3. Recreación. La instrucción del Espíritu de Profecía sobre la recreación es constructiva y no meramente negativa. La educación, pp. 207-222. Pero es suficientemente explícita al condenar los deportes competitivos para ser definitiva en este terreno; y todo razonamiento falaz de un “cambio de lugar”, es tan escasamente convincente que, al fin, resulta solo en el abierto y atrevido desafío de la instrucción, como poco realista y opresiva. Consejos para maestros, p. 350. Hubo un tiempo, hace unos cuarenta o cincuenta años, cuando los deportes competitivos estaban desterrados de casi todos, si no de todos, nuestros colegios superiores. Pero regresaron con fuerza, y su adopción está creciendo. Los docentes parecen incapaces de afrontar constructivamente, o aun defensivamente, la demanda directa de deportes que hacen los alumnos. Y la razón, otra vez, es que hemos fracasado en estudiar y seguir y desarrollar la instrucción de los Testimonios del espíritu de Dios. EEC 174.2

Hay tal inspiración, tal recreación sana, combinada con la ciencia y el aprecio creciente, en el estudio de la naturaleza y en sus actividades, desde caminatas hasta jardinería, tanta riqueza de sabiduría, la sabiduría de la palabra de Dios, para aprovechar, que por lejos aventaja las recompensas triviales y degradantes de los deportes. Por otro lado, no hay mayor aliado del malvado incentivo de la rivalidad que los deportes competitivos. Y esta fortaleza del diablo es una de las más difíciles de conquistar. No creo en eliminar drásticamente los deportes de la vida de la escuela, sin sustituirlos con verdadera recreación. Y esto no se puede hacer repentina y arbitrariamente. La sustitución debe ser un crecimiento, no un desplazamiento. Debe construirse tal experiencia, tal deleite y entusiasmo por las cosas de la creación de Dios que desplace naturalmente el ansia de la rivalidad en los juegos atléticos. Hay una tarea y oportunidad tremenda para nuestros docentes y nuestras escuelas. A menos que se realice, para siempre estaremos colgando en el precipicio de la deslealtad y la pérdida. EEC 174.3

4. El estudio de la naturaleza y la ocupación. Hay muchos estudios impuestos a nuestros alumnos que son relativamente poco importantes, y que sobrecargan el programa como para impedir la inclusión de estudios descuidados pero más importantes. Cito el estudio de la naturaleza como un ejemplo. Dios tiene tres libros: la Biblia, la naturaleza y la historia. Él hizo la creación para que fuera su primer libro, para transmitirnos sus ideas. Más tarde, por causa del pecado dio la Biblia, que ilumina e interpreta tanto la naturaleza como la historia. El estudio de la naturaleza —no meramente conocer su mecanismo, sino explorar los pensamientos de Dios— es una parte vital de la educación cristiana, y esto lo revelan y enfatizan los Testimonios. ¿Pero quién entre nosotros es capaz de leer y de enseñar la palabra de Dios desde la naturaleza? La dirección inicial de los Mensajes de los Tres Ángeles, nuestro texto, es ignorada; porque no podemos conocer al Dios que creó a menos que conozcamos su creación. EEC 175.1

Las ciencias naturales son, hablando en general, enseñadas como temas secos y esqueléticos: nombres, órdenes, leyes, clasificaciones; y para muchos alumnos que las toman como un recurso para obtener sus diplomas, son totalmente aburridas. Esto no es abrir las obras de Dios ante los alumnos. Ni tampoco la ciencia de leer la palabra de Dios se puede obtener en las escuelas del mundo. Solo se pueden obtener por medio de una combinación del estudio de la naturaleza, de la Biblia y los Testimonios. Esto no es ignorar los hallazgos de la ciencia y la vasta acumulación del conocimiento que, lo admitimos, se han de encontrar en las escuelas del mundo y los maestros en ellas, así como en los científicos y los sabios fuera de la escuela. Pero este conocimiento se puede obtener sin tener que matricularnos realmente en ellas; y tal conocimiento ha de ser filtrado por medio de las verdades reveladas a nosotros por Dios mismo. Si han de entregarse a la garra de las universidades algunos hombres, estos debieran ser cuidadosamente elegidos, no una multitud indiscriminada de jóvenes con la intención de obtener títulos superiores; y debemos percibir que aun al hacer tales selecciones y recomendaciones, corremos el riesgo de sacrificar una porción de nuestra preciosa herencia. EEC 175.2

Pero no estamos incluyendo el estudio de la creación de Dios de manera adecuada o sagaz en nuestros colegios. (Hago ciertas excepciones, donde hombres de conocimiento y consagración han tenido logros notables como verdaderos maestros.) Recientemente, un estudiante de teología, brillante y emprendedor, me preguntó: “¿Cómo encuentra usted la palabra de Dios en la naturaleza? Yo salgo al aire libre y me siento en medio de cosas; veo pero no recibo ningún mensaje celestial. ¿Cómo aprende usted a leer los pensamientos de Dios en la naturaleza?” EEC 176.1

Le dije: “Una buena manera de comenzar es seguir el consejo de la página 120 de La educación, de comparar la Biblia con la naturaleza”. EEC 176.2

“Pues, no sabía que hubiere algo en La educación acerca de la naturaleza”, me contestó. EEC 176.3

“¿Ha leído el libro?” EEC 176.4

“Sí, tres veces, una vez en un curso. ¡Pero no recuerdo que hubiera nada en él acerca de la naturaleza!” EEC 176.5

Hemos ubicado nuestros colegios en medio de la hermosa obra creadora de Dios, pero los ojos y los oídos de nuestros estudiantes se mantienen tan apegados a sus tareas académicas y extracurriculares, y hay una escasez de líderes vigorosos en las cosas que Dios reveló en la naturaleza, que ni uno en diez alumnos tiene el conocimiento de la naturaleza o interés en ella. No obstante, “en los pétalos del lirio Dios escribió un mensaje para nosotros, en un idioma que el corazón puede leer solo cuando desaprende las lecciones de desconfianza, egoísmo y congoja corrosiva” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 82). EEC 176.6

5. Educación para padres. Comenzamos nuestro edificio educacional desde arriba, con un colegio. Estuvimos atrasados casi un cuarto de siglo en instituir la enseñanza primaria. Nunca nos aplicamos a establecer el fundamento, la educación preescolar del niño. No obstante, todo eso está expuesto para nosotros en los Testimonios, y se nos dice que los primeros años son los más determinantes en la educación del individuo. (Consejos para los maestros, p. 103.) Los primeros consejos sobre educación se dedicaron a la vida en el hogar y a la preparación que los padres debían dar a sus hijos. (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 147 y ss.) Se plantearon bosquejos muy específicos de instrucción, y se dio la instrucción (muy anticipada a los hallazgos científicos) de que hasta que un niño tenga ocho o diez años de edad, su única escuela debiera ser el hogar y sus únicos maestros, sus padres. (Consejos para los maestros, pp. 78, 79, 103.) Pero esto presupone que los padres son competentes como maestros. (Ibíd., p. 104.) En forma necia, disimulada y perversa, esta declaración ha sido tomada por muchos educadores y administradores para excusarse de tener alguna participación en ese programa: “Que los padres lo hagan”. EEC 176.7

Pero los padres no recibieron ninguna preparación de parte de las escuelas de iglesia para asumir el papel de maestros. El conocimiento y la capacidad que pudieran tener fueron heredados de sus padres, o aprendido por lecturas casuales o instrucción casual. Rara vez esta rama de estudio tan importante fue organizada, integrada, o completa. La iglesia en su sistema educacional no ha tenido lugar para esto. No obstante, la iglesia ha recibido la indicación de dar educación a los padres. (La educación, pp. 275, 276). Se debería dar instrucción a todos los alumnos en el nivel superior, y probablemente aun en el secundario, en cuanto a los deberes, privilegios y responsabilidades de la vida del hogar y la paternidad. (El ministerio de curación, p. 350.) EEC 177.1

El deplorable estado de nuestros hogares adventistas del séptimo día —no peor que el promedio de los hogares del mundo, pero tampoco superior, y en innumerables casos más doloroso— es atribuible a la grosera negligencia del programa educacional de la iglesia. No solo deberían los estudiantes ser preparados para el casamiento y la paternidad, sino que deben prepararse maestros especialmente para enseñar a los padres, y establecer escuelas preescolares de demostración; [estos] debieran ir a las iglesias, nuevas o viejas, y del mismo modo, a las comunidades no adventistas, y dar una preparación cristiana cabal a padres e hijos. Debiera darse esta instrucción especialmente a los ministros en perspectiva y a sus esposas. EEC 177.2

No obstante, nuestras juntas de colegios rehúyen esto, y eligen ignorar esta necesidad básica. Empeñados en la economía¸ su mente vacila ante el costo supuesto y probable. Hay dinero para magníficos edificios de ciencias, para templos lujosos, para todo menos la obra fundamental de la educación, la preparación de padres para la educación preescolar de sus hijos. EEC 177.3

Diecisiete años después que efectuó la institución de la obra de escuelas primarias de la iglesia, la hermana White dijo de la preparación de los padres: “Esta es la obra más importante delante de nosotros como pueblo, y que no hemos comenzado a tocar ni con la punta de nuestros dedos”. Hace cuarenta años y todavía no la hemos comenzado a tocar ni con la punta de nuestros dedos. ¿Cómo hemos de elevar el nivel de piedad y poder en la iglesia mientras descuidamos el fundamento mismo de nuestra obra educacional? “Si los fundamentos son destruidos, ¿qué harán los justos?” EEC 177.4

Incluso el mundo se nos está adelantando rápidamente, a nosotros que tuvimos la luz y la instrucción hace setenta y cinco años. Estamos a la cola del progreso educacional, cuando deberíamos estar a la cabeza. Las escuelas del mundo, desde las secundarias hasta las universidades, están formulando reglamentos e instituyendo medios para educar en la vida y preparación del hogar. No podemos depender de las universidades y colegios para maestros para que den a nuestros maestros esta preparación. Mientras podemos recoger de sus hallazgos y experiencia mucho de valor para nosotros, no podemos darnos el lujo de someter a nuestros maestros preescolares a sus clases; porque hay mucho error mezclado con la verdad. Todo lo que obtenemos de ellos, por lectura y consultas, debe ser filtrado a través de la sagrada instrucción que Dios nos dio. ¿Cuándo despertarán nuestras autoridades a la vital y tremenda necesidad, para actuar? (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 199, 200.) EEC 178.1

Nunca, a pesar de todas nuestras alarmas y desafíos y llamados al arrepentimiento y a la oración y esfuerzos de reavivamiento, nunca efectuaremos una reforma, hasta que vayamos a la raíz del asunto, nos enfrentemos como hombres cristianos a los hechos escuetos, nos arrepintamos de nuestra necedad, indiferencia y descuido, y nos volvamos de todo corazón a Dios, cuya obra esperamos terminar en esta generación. Josué 7:10-13. EEC 178.2

Que el Señor nos dirija y controle de tal manera que nuestros colegios lleguen a ser más como las escuelas de Dios para los profetas, que como el Colegio de Roma para la Propaganda. Aquí yace nuestra única esperanza de ser el instrumento en las manos de Dios para terminar su obra, más bien que ser rechazados y arrojados afuera como pasó con su pueblo elegido, los judíos. EEC 178.3

Sinceramente,

A. W. Spalding