El Gran Movimiento Adventista
El milenio temporal – Patterson
“Cuando nuestro Señor dejó su iglesia sobre la tierra para ir al Padre, la dejó en una condición triste. Sus quinientos discípulos estaban rodeados por todo el mundo de sus enemigos, organizados en religiones y gobiernos anticristianos por una de las inteligencias más elevadas, animada por la malicia más venenosa, y educada por la experiencia de siglos en los modos más efectivos de destrucción. El Señor no ignoraba nuestro peligro; ni en sus últimos discursos la mitigó, ni prometió ninguna disminución de la enemistad del mundo y la tribulación de la iglesia. Pero prometió que él mismo retornaría para destruir a sus enemigos, y que él nos apoyaría hasta ese bendito día. ‘El mundo os odia. En el mundo tendréis aflicción. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo… Vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. Y si me fuere, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis’. GMA 54.2
“Esa era la bienaventurada esperanza de su retorno personal con la que consoló a su iglesia en su partida personal. Durante todo el período de su ausencia, él dijo que debíamos sufrir aflicción; y así ha ocurrido. Si hemos de gozar algún período de paz exterior durante su ausencia, si su iglesia ha de ser librada de los asaltos del mundo, si ha de haber alguna época de pureza cuando la cizaña no crezca entre el trigo, o si, en su venida, él será bienvenido por la población de una tierra llena con la gloria del Señor, o si ni siquiera encuentre fe en la tierra, será para él una sorpresa muy inesperada. Jesús no sabía de este milenio. Decimos que él no supo del milenio, porque no nos dijo acerca de él; y él dice: ‘Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer’. Pero en todos sus discursos y parábolas no hay el menor indicio de que hemos de esperar algún período de paz o gloria antes de su venida. Los apóstoles también ignoraban de un milenio sin Cristo. Por trescientos años después de la partida de nuestro Señor la bienaventurada esperanza de la iglesia era la esperanza de su retorno. GMA 54.3
“Pero cuando en el progreso de la apostasía predicha para ella, la novia de Cristo comenzó a solazarse en su ausencia con la amistad de los reyes de la tierra, muy naturalmente desvió su vista del cielo oriental y el regreso de su Señor, el que pondría fin a su grandeza mundanal. Cuando los reformadores pusieron la trompeta del evangelio a sus labios… los tambores de un milenio sin Cristo fueron instantáneamente barridos… y la iglesia otra vez comenzó a buscar la venida del Señor para destruir al anticristo… En sus cartas, sermones y confesiones de fe, los Reformadores proclamaron sus esperanzas premilenialistas. GMA 55.1
“La Asamblea de Westminster concluyó su confesión con una declaración de su fe en la segunda venida del Señor en palabras que plenamente expresan la fe de los premilenialistas. La proclaman en estas importantes palabras: ‘Como Cristo quiere que seamos ciertamente persuadidos de que habrá un día de juicio, tanto para que los hombres eviten el pecado, y para gran consuelo de los piadosos en su adversidad, así él tendrá ese día desconocido para los hombres, para que sacudan su seguridad carnal, y estén siempre vigilantes, porque no saben a qué hora vendrá el Señor: y puedan estar preparados para decir: ¡Ven Señor Jesús: y ven pronto!’56 GMA 55.2
“Nuestros antepasados reformadores fortalecieron sus corazones esperando la venida del Señor, y animándose unos a otros con el clamor: ‘¡Manténganse firmes! Porque él viene con legiones para ayudar’, un sentimiento incorporado en un himno de reavivamiento popular, pero que ya era familiar para los que hicieron el antiguo Pacto Escocés. GMA 55.3
“Pero antes de mucho, una segunda apostasía de la fe se estableció entre las iglesias reformadas. En Escocia se lo conoció como Moderatismo; en Inglaterra, como Arrianismo, y más recientemente, como Eclesiastismo Amplio; y en América del Norte se llama a sí mismo Unitarismo; y en Alemania, Racionalismo. Al establecer la razón humana como la jueza, y nuestra muy limitada observación moderna como la evidencia, y negar cualquier evento que pudiera contradecir el curso de las leyes naturales observadas, redujo a Jesús al nivel de un rabí judío, bastante adelantado para sus días, pero totalmente ignorante de la ciencia moderna. Por supuesto, la noción de que tal persona regresara del mundo invisible a reinar sobre la tierra era considerada mitología hebrea. GMA 55.4