El Gran Movimiento Adventista
El trabajo manual es pecado
Pronto después de esto, la Srta. Harmon recibió en visión, la instrucción de visitar Paris, Maine, donde había personas que creían que era pecado hacer tareas manuales. El pastor Stephen, de Woodstock, Maine, era el líder de este error, y ejercía una fuerte influencia sobre otros. Previamente había sido un predicador metodista, y era considerado un cristiano humilde y fiel. Había ganado la confianza de muchos por su celo por la verdad, y su vida aparentemente santa, lo que hizo que algunos creyeran que era dirigido especialmente por Dios. Dios le dio a la Srta. Harmon una reprensión para él. Declaró que estaba en dirección contraria de la palabra de Dios al abstenerse del trabajo y animar a otros a seguir sus errores, y en denunciar a todos los que no lo recibían. Él rechazó todas las evidencias que el Señor había dado para convencerlo de su error, y rehusó reconocer sus equivocaciones. Seguía sus impresiones, y realizaba fatigosos viajes, caminando grandes distancias, donde solo recibía desprecio, y consideraba que en todo esto él estaba sufriendo por causa de Cristo. No había en él razonamiento ni criterio. GMA 195.4
Respecto del testimonio de la Srta. Harmon y el resultado del caso, citaré de una carta recibida de la Sra. M. C. Truesdail, quien entonces vivía en Paris, Maine. Después de dar algunos detalles en armonía con lo anterior, ella dice: GMA 195.5
“Hubo confesiones de todos, excepto de su líder, Jesse Stephen. La Srta. Harmon le advirtió que a menos que se humillara confesando sus errores, pronto terminaría su carrera. Todos entendieron que esto era una predicción de que de alguna manera se suicidaría”. GMA 196.1
Lo siguiente es la secuela de este caso: GMA 196.2
“Después que su pequeño rebaño lo abandonó, se puso melancólico, y pronto después de esto perdió la razón, rehusando comer nada cocinado por los impíos. No había sabido de mi regreso de Massachusetts, cuando le llevé su comida. Preguntó, mientras extendía su mano esquelética a través de una pequeña abertura en una ventana: ‘¿La mandó Dios con esto, Hna. Marian?’ Al notar mi respuesta vacilante, rehusó probarla. Su pobrísima condición, confinado en una pequeña habitación en la casa de su hermano (que no era creyente), me recordó la advertencia que le había sido enviada tan bondadosamente por el cielo, y que él rechazó obstinadamente. Fue llevado a casa de sus familiares dos días después de esta triste visita, donde pronto terminó su vida por suicidio, fabricando una soga con sus sábanas”.2 GMA 196.3