Sermones Escogidos Tomo 1

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16—¿Quién aceptará la luz del cielo?

JESÚS pronunció algunas palabras muy hermosas que deseo compartir con ustedes: «Pero no ruego sola mente por estos [es decir, los discípulos justo a su alrededor], sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17: 20). Esos somos nosotros. Se refiere a nosotros, hermanos. «Para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste» (vers. 21). Unidad y armonía. SE1 121.1

He pensado en muchos que deberían estar aquí y no están. ¿Dónde están Leon Smith, el hermano Ballenger y el hermano Smith? ¿No pueden pasar una hora aquí? ¿Se quedan fuera por temor a ser convencidos? ¿Por qué no se congregan con nosotros? Si no saben en absoluto a lo que se oponen, no entenderán. No, hermanos, ¿dónde está la responsabilidad de ustedes? ¿No es acaso buscar a los que no entienden este mensaje y están en todo momento SE1 121.2

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Comentarios realizados el 6 de febrero de 1890. dando golpes a ciegas contra él? Sabemos que no vendrán a escuchar, ni se colocarán donde el Señor pueda impresionar sus corazones y sus mentes. ¿No se dan cuenta de que esa no es la manera correcta de proceder?

Hermanos, consideremos estos asuntos en la debida luz. Si tenemos dones valiosos queremos que también ellos los tengan, deseamos que ellos entiendan donde está el Espíritu de Dios; pero si permanecen todo el tiempo en las afueras del campamento, no participarán de la forma en que el Señor está impresionando a su pueblo. Deseamos que se congreguen con nosotros para que tengamos unidad de fe y de propósito, para que podamos entender dónde está obrando el Espíritu de Dios. Hay muchos otros que también deberían estar aquí. SE1 122.1

Aquí está la palabra: «Para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste” (vers. 21, 22). Eso es lo que estamos esperando aquí, queremos parte de esa gloria, y es nuestro privilegio tenerla. Hay demasiado oscuridad en el mundo, queremos que la luz de la gloria de Dios ilumine nuestra senda y alumbre el camino de los demás. Queremos ser partícipe de esa gloria para que podamos salir a nuestras labores con esa gloria brillando en nuestros rostros, expresada en nuestras palabras y testimonios, de forma que podamos impresionar las mentes dondequiera vayamos. SE1 122.2

«Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno». ¿Quién es el que está preocupado para que ellos puedan ser parte de esa unidad? ¿Quiénes son ellos? ¿Dónde están? Que Dios nos ayude para que podamos entender qué espíritu nos impulsa y nos mueve. «Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad» (vers. 23). El beneficio de ellos no consiste en ver hasta qué punto pueden mantenerse lejos y tener otras opinio-nes, valorando y fomentando sus propias ideas. No, es que sean perfectos en unidad y que quieran ser hechos uno, que estén tratando de ser uno y que estén tratando de llegar a la unidad. SE1 122.3

«Para que el mundo conozca que tú me enviaste”. Esas son las credenciales que ellos presentan al mundo. «Y que has amado», ahora, fíjense en esto. ¡Oh, qué poder tiene en mí! Tiene tal poder para mi corazón que al leerlo conmueve y derrite mi ser. «Y que los has amado a ellos como también a mí me has amado». Hermanos, ¿podemos comprender esto? ¿Podemos captarlo? ¿Podemos medirlo? SE1 122.4

«Los has amado a ellos como también a mí me has amado”. Estas palabras deberían producir en todos nosotros un continuo gozo, alegría, agradecimiento y gratitud a Dios. Nuestro Señor ha hecho los preparativos para que ello ocurra porque él nos ama como ama a su Hijo. ¿Por qué? Porque estamos unidos en Cristo, como él está unido con el Padre. SE1 122.5

Hay una unidad con aquellos que son partícipes del Espíritu de Cristo. Usted puede llevar el caballo al agua, pero nunca podrá obligarlo a beber. Èl tiene que beber por sí mismo. Lo mismo sucede con nosotros, podemos tener una casa a nuestro alrededor y se pueden presentar las palabras de vida en toda su belleza y en todo su esplendor, y es como el resplandor brillante de una vela. Pero a menos que enciendan sus velas de ella, a menos que estén dispuestos a conseguir un poco de luz, no tendrán ninguna. Eso es lo más preciado para mí. SE1 123.1

Él dice: «Padre, aquellos [a quienes amas] que me has dado, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo”. En su reino ellos estarán a su alrededor, precisamente cerca de él. ¡Oh, qué gran pensamiento! Me hace estar dispuesta incluso si muero en mi puesto, a sacrificarme completamente por causa de la verdad. ¡Oh, si yo pudiera estar con él donde él está! Él es mi amor, mi corona de gozo, es mi esperanza y consuelo. SE1 123.2

¿Y ahora qué ? «Para que vean mi gloria”. Hemos estado con Cristo en la humillación, lo hemos sentido en el sacrificio, lo hemos sentido en las aflicciones, lo hemos sentido en la prueba, para que podamos contemplarlo, para que podamos verlo como él es, para que podamos contemplar su gloria. Si nosotros lo contemplamos seremos partícipes con él de su gloria. SE1 123.3

«Yo les he dado la gloria que me diste [...] pues me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido» (vers. 24, 25). ¡Oh, cuán poco te conocemos y profesamos ser tus seguidores! Jesús dice: «El mundo no te ha conocido”. ¡Dios nos libre de que seamos uno de esos que llevan la verdad a los que están en tinieblas, de los que Cristo dirá: «No te conozco»! ¡Cuán pocos conocen a mi Salvador! SE1 123.4

«Pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado esté en ellos y yo en ellos” (vers. 25, 26). Esa es su palabra. La hemos estado leyendo durante más de un año con más claridad. «Les he dado a conocer tu nombre”. Tu nombre, su bondad, su misericordia, su amor, su compasión, para que ustedes reúnan fuerzas y piensen, se establezcan sobre la roca, Cristo Jesús, y crean en él. «Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer aún”. Para eso él vino a este planeta. SE1 123.5

«Para que el amor con que me has amado esté en ellos, y yo en ellos”. Estoy tan contenta, hermanos, estoy tan contenta de que tenemos este privilegio. Pero nuestras mentes se han separado de Dios, y el enemigo quiere que eso siga ocurriendo. Arroja su sombra infernal entre nosotros y nuestra esperanza, nuestra fuerza y nuestro consuelo. Para que no lo veamos, para eclipsar a Jesús. De forma que no percibamos ni lo que fue para nosotros, ni lo que haría por nosotros, ni lo que sería para nosotros. El enemigo hace esto a fin de arrojar esta sombra oscura y lóbrega entre nosotros y nuestro Salvador. SE1 124.1

Apenas hemos estado recibiendo tenue rayos de fe. Solamente tenemos un poco de ella. Sin embargo, es tan difícil para la mente que ha estado extasiándose en las oscuras sombras, y que ha estado colocando en el pabellón de la memoria cosas deprimente y cuadros festonados de luto, hasta el punto que parecería que no puede mirar nada más. Que Dios nos ayude a reunir las joyas de Cristo. Que Dios nos ayude para que podamos colocar en el pabellón de la memoria las ricas promesas divinas. De manera que cuando Satanás arroje su sombra infernal entre nosotros y la fuente de nuestra fortaleza podamos estar guarnecidos. Tenemos muchas pruebas a nuestro favor, estamos fortificados con las promesas; por tanto, podemos decir: «Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, aunque las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales, con todo, yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación” (Hab. 3: 17, 18). SE1 124.2

Y cuando a veces parezca que la Palabra se hace tan difícil porque la incredulidad ha sido plantada en los corazones donde la fe debería estar floreciendo, repito ese texto una y otra y otra vez, y me coloco en el lugar donde puedo percibir la luz y el brillo del Sol de justicia. No contemplaré las tinieblas. SE1 124.3

Hermanos y hermanas, les ruego por el amor de Cristo, a que lo exalten, exalten al Hombre del Calvario. Exáltenlo, él es la única esperanza del pecador. Aprendan de él. ¡Oh, que se abran páginas en la experiencia de ustedes que nunca antes se hayan abierto en lo que respecta a la bienaventuranza, la confianza y la fe que pueden tener en Dios! SE1 124.4

Tan solo vean lo que nuestro Salvador dice: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra» (Luc. 18: 8). ¿Por qué? Pues, porque el diablo ha colocado su oscuro manto para envolver a la gente, cuando necesitamos luz, hermanos, luz, preciosa luz del trono de Dios. Por lo tanto, ustedes necesitan estar seguros de que están en capacidad de decirlo cuando salgan de aquí. Necesitan estar tan arraigados y cimentados en ello, que cuando vayan a los que están aferrados a la incredulidad que ellos no arrojen sus tinieblas en las mentes de ustedes. De manera que estén tan afirmados en cuanto a qué es la verdad que no serán movidos de ella, sino que Dios pueda revelarles su valiosa luz. SE1 124.5

Pablo sabía que no iba a permanecer mucho tiempo con Timoteo, por ello no dejaba de aconsejarlo todo el tiempo. Le dice: «Hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Tim. 2: 1). Eso es lo que todos necesitamos, no de nuestras propias opiniones, o de nuestra inteligencia ni de nuestro intelecto, o de cualquier otra cosa, sino esforzarnos en la gracia que es en Cristo Jesús. SE1 125.1

«Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo» (vers. 2, 3). Es la misma palabra que tenemos ante nosotros. Y aquellos que deberían estar aquí para expresar su interés de poseer la verdad por sus responsabilidad aquí en Battle Creek, en esta tierra misionera, los mismos hombres que deberían ser aptos para ocupar estas posi-ciones, no están presentes, ni siquiera se acercan. SE1 125.2

Ahora bien, hermanos, no es como debería ser. Quiero que mediten sobre estos asuntos. Quiero que busquen a Dios. Quiero que le pidan al Señor que conmueva a esas almas, que ellas puedan comenzar a sentir que necesitan algo más de lo que tienen. Hermanos, necesitamos luz, preciosa luz del trono de Dios; y en lugar de quejarnos, en lugar de preparar ganchos para colgar sus dudas, por amor a Cristo doblen sus rodillas en oración; por amor a Cristo vean el error y la equivocación de los judíos, porque Cristo ha dicho: «La luz vino al mundo, pero ustedes escogieron las tinieblas antes que la luz” (Juan 3: 19). Esto puede ser hecho precisamente donde la luz está brillando. Usted se topa con personas que dicen: «¡Cuidado, cuidado, hay que ir con cuidado; tenemos que ser muy cuidadosos para sacar la oscuridad y dejar que la luz entre!». SE1 125.3

Hermanos, necesitamos unirnos y participar de una experiencia viva aquí en esta reunión. Necesitamos suficiente luz para que podamos llevarla con nosotros a la eternidad. Eso es lo que necesitamos. No tenemos ni la mitad de la fe necesaria. Estamos apenas comenzando a aprender como niños pequeños. El niño primero da un paso y cae, y luego da un paso más y finalmente aprende a caminar. Necesitamos aprender a ejercer la fe. SE1 125.4

Cuando el centurión acudió a Cristo, observen su fe. No profesaba todo el conocimiento de los judíos, pero este centurión llegó y dijo: «Señor, no necesitas ir allá para sanar mi siervo, tan solo dilo y será hecho”. ¿Qué tipo de poder pensaba él que había en Cristo? Precisamente el que se le había conferido. Dijo: «Solamente di la palabra. Le digo a mi siervo: “Ve”, y va; y le digo: “Haz esto”, y lo hace. Ahora bien, todo lo que tienes que decir es mandar y se hará”. SE1 126.1

¿Qué pensaba él? Que había ángeles en torno a Cristo; que la palabra de Cristo llegaría hasta la habitación del enfermo y lo sanaría. Los judíos oyeron cuando Cristo le dijo: «Ni aun en Israel he hallado tanta fe”. Ahora hay gente fuera de nuestro medio que gozan más del favor de Dios que nosotros, y ¿por qué? Porque viven de acuerdo con la pequeña luz que han recibido. Tenemos luz fluyendo sobre nosotros. Durante meses hemos estado pidiendo que la gente se acerque y acepte la luz; y ellos no saben si hacerlo o no. No parecen entender que pueden venir y beber, que pueden abrir sus corazones y permitir que el Salvador entre. SE1 126.2

Mi alma se angustia a veces por todo esto. Pero no puedo hacer nada, no puedo hablar al corazón; únicamente Dios puede hacerlo. Les ruego, como embajadora de Jesucristo, que aplasten a Satanás bajo sus pies. Les ruego que comiencen a trabajar por ustedes mismos, trabajen por las almas que están en tinieblas e incredulidad. Les ruego que dediquen sus esfuerzos para traerlas a las aguas vivas, donde la luz del cielo pueda venir sobre ellas, para que puedan estar en pie en medio de la gente como una luz, y no como una sombra de tinieblas. SE1 126.3

Anoche desperté aproximadamente a las dos de la madrugada. No podía dormir. Parecía como si hubiera una angustia sobre mi alma, no podía decir nada. Me arrodillé delante del Señor y le dije: «Tú lo sabes todo. Tú conoces cuál es la preocupación. Tengo que tener algo más que esto. No puedo llevar esta carga. Siento una gran responsabilidad cuando sé que los hombres no están caminando en la luz; cuando sé que van en contra de lo que Dios me ha dicho”. Luego, sentí que un rayo de luz y la paz de Dios descendieron sobre mí, y recordé estas palabras: «Yo estaré contigo; te fortaleceré”. Desde entonces he sentido que podría dar mi vida por Jesucristo. No me voy a preocupar, no voy a andar con esta carga; la dejaré en las manos de Dios. Hermanos, ¿llevaremos nuestras cargas allí y las dejaremos? Hagámoslo. Coloquémosla en el Portador de las cargas, y cuando tengamos una parte que hacer, la haremos. Que cuando ustedes salgan de aquí, estén tan llenos del mensaje que sea como el fuego encerrado en sus huesos, que no puedan quedarse tranquilos. Ciertamente los hombres dirán: «Están demasiado entusiasmados; le dan demasiada importancia a este asunto y no piensan lo suficiente en la ley; deben pensar más en la ley, y no estar todo el tiempo buscando esta justicia de Cristo, exalten la ley”. SE1 126.4

Dejen que la ley se cuide a sí misma. Hemos estado tan ocupados en la ley que estamos tan secos como las colinas de Gilboa, sin rocío ni lluvia. Confiemos en los méritos de Jesucristo de Nazaret. Que Dios nos ayude a que nuestros ojos puedan ser ungidos con colirio para que veamos. Con la ayuda de Dios nos acercaremos a él y él se acercará a nosotros. ¿Acaso lo creemos? ¿Acudiremos de la manera indicada por Dios? Que el Señor nos ayude y nos ilumine para que podamos salir de este lugar, como aquellos que salieron a proclamar la verdad el día de Pentecostés, y las almas se convirtieron y no pudieron resistir el testimonio. SE1 127.1