Sermones Escogidos Tomo 1

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12—Contemplemos la gloria de Cristo

HERMANOS y hermanas: Tan pronto como empecemos a contemplar con dedicación a Jesús y a desnudar nuestras almas delante de él, descenderemos al valle de la humillación. Si descendemos, es seguro que nos levantaremos de nuevo. Cuanto más humildemente vivamos ante Dios, más cerca estaremos de él, y más clara será nuestra visión de Jesucristo y de su luz incomparable. SE1 93.1

Leemos en 2 Corintios 3: 18: «Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen”. Aquí pueden ustedes reconocer cuán importante es que contemplemos dicha gloria. El enemigo se ha presentado, y su oscura sombra ha torcido nuestra senda para que permanezca-mos en el lado oscuro y hablemos de lobregueces hasta el punto de que nuestro camino parecerá casi desesperado SE1 93.2

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Charla presentada en Ottawa, Kansas, el 14 de mayo de 1889. Manuscrito 3, 1889. y tropecemos sin ánimo, esperanza o amor. Pero no deseamos que esto suceda. Queremos que esa sombra sea eliminada, y lo será si miramos más allá de la oscura penumbra, al resplandor que reside en Cristo Jesús.

«Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos» (2 Cor. 4: 1). Debemos disfrutar cada día y cada hora de la misericordia de Dios. Hablemos de ella; mediten en ella. SE1 94.1

«Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso» (vers. 2). Aquí están las obras que van de la mano con la fe. No podemos esperar que la gracia de Cristo obre en nosotros mientras practiquemos la deshonestidad. SE1 94.2

«No andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios. Por el contrario, manifestando la verdad, nos recomendamos» (2 Cor. 4: 2). Todo lo que hacemos ha de estar en armonía y corresponder con la santidad y la pureza de la verdad. SE1 94.3

«Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto» (vers. 3). Si presentan objeciones y tropiezan respecto a los puntos de la verdad que son presentados, tropezarían también con las declaraciones más sencillas. SE1 94.4

«Esto es, entre los incrédulos, a quienes el dios de este mundo les cegó el entendimiento, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús” (2 Cor. 4: 4, 5). ¿No hay aquí una gran verdad que podemos estudiar? SE1 94.5

«Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (vers. 6). ¿Cómo hemos de lograrlo? Debemos ser testigos de Dios y reflejar el carácter de Cristo en nuestro carácter. No tiene sentido que un hombre sea vulgar y carnal, que tenga su mente llena de cosas sensuales, y aún creer que puede revelar el conocimiento de Dios que es en Cristo Jesús. Esa persona debería primeramente tener la gracia de Dios en su propio corazón y practicarla en su vida. SE1 94.6

«Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros» (2 Cor. 4: 7). ¿Acaso hemos recibido alguna idea brillante? Si es así, no debemos creer que es a causa de nuestra inteligencia y astucia. Es porque Dios ha sido el autor de todo ello. Si alguien nos dice que hemos predicado un buen sermón, contestemos que el diablo ya nos lo había dicho antes de que él lo hiciera, no deseamos que esa persona sea un agente del diablo. El orgullo debe ser desterrado de nuestros corazones. Cuando eso suceda, entonces Jesucristo entrará y tomará posesión de toda nuestra vida. SE1 94.7