Manuscritos Inéditos Tomo 2 (Contiene los manuscritos 97-161)
Manuscrito 99—La obra del Espíritu Santo Proclamación del mensaje del tercer ángel La propiedad de Avondale
La gracia de Dios no puede colaborar con la iniquidad. El Espíritu de Dios nada más puede iluminar el entendimiento de los que estén dispuestos a ser instruidos. La Biblia dice que Dios abrió el entendimiento de Lidia, para que estuviera atenta a las palabras de Pablo. El papel de Pablo en la 2MI 17.1
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Material solicitado por el pastor DeWitt Osgood para utilizarlo en su tesis sobre el Espíritu Santo. conversión de Lidia consistía en presentar toda la amonestación divina, todo lo que ella necesitara recibir. Luego, el Dios de toda gracia, ejerció su poder para encaminar a aquella alma por la senda correcta. Dios y el agente humano cooperaron, y la obra fue exitosa.— Carta 150, 1900, p. 9 (a George A. Irwin, 26 de octubre de 1900).
Ustedes no necesitan como pasatiempo la emoción de los teatros y de las obras teatrales. Más bien deberían edificar un carácter a la semejanza divina. Si creen de todo corazón, serán transformados por el Espíritu Santo. Cuando eso suceda, jamás sentirán el deseo de disfrutar de un entretenimiento corriente y terrenal. La gracia de Dios será su ayuda, su fortaleza.— Carta 171, 1899, pp. 45 (a Harmon Lindsay y su esposa Annie, 2 de noviembre de 1899). 2MI 18.1
Con estricta lealtad, y para la gloria de Dios, hemos de traer a la gente hacia la luz, hemos de presentarles todas las evidencias. Para hacerlo necesitamos ser firmes aprendices de la escuela de Cristo y mantener una inamovible lealtad, que glorifique a Dios. Tenemos que aprender de su mansedumbre y humildad. Solo así podremos, mediante nuestras palabras y nuestro carácter, impartir la unción del Espíritu Santo. 2MI 18.2
Cuando exista alguna diferencia al presentar la verdad, procuremos verlo todo a la luz de la gloria que refleja el rostro de Jesucristo. Cuanto más nos llenemos del Espíritu, nosotros los creyentes, más fortalecidos y unidos nos sentiremos en su inefable amor, más revelaremos de ese tierno y compasivo Espíritu, que le permitió a nuestro bendito Señor soportar con paciencia la incomprensión de aquellos que había elegido para que sean sus obreros.— Carta 53, 1900, pp. 3, 4 (a Stephen N. Haskell, 5 de abril del 1900). 2MI 18.3
¿No nos despojaremos de toda la basura que está llenando nuestros corazones e invitaremos a Cristo para que entre como un huésped de honor? Si lo hacemos, él nos bendecirá ricamente y recibiremos el bautismo del Espíritu Santo.— Manuscrito 15, 1903, p. 6 («How to Receive God’s Blessing» [Cómo recibir la bendición de Dios], 31 de marzo de 1903). 2MI 18.4
En este momento anhelamos que el Espíritu Santo muestre a cada profeso cristiano la plenitud y perfección del sacrificio expiatorio de Cristo. El sacrificio que Cristo realizó por los pecados del mundo fue pleno y completo. Vivimos, trabajamos y respiramos en un ambiente contaminado. De vez en cuando recibimos alguna vislumbre de Cristo, pero prevalece mucho egoísmo. Nuestro fracaso para apropiarnos de la gracia de Cristo nos deja en falta y desprovistos de fe, incapaces de representar al Señor. Al aferrarnos al yo y satisfacer nuestros intereses egoístas, deshonramos a Dios y hacemos que la santa palabra que impartimos adquiera el sabor del sucio vaso a través del cual ha sido comunicada. El yo se ha manifestado de tal manera que se ha perdido de vista lo sagrado de la verdad.— Manuscrito 148, 1897, 1, 2 («The Christian Life» [La vida cristiana], 5 de diciembre de 1897). 2MI 18.5
El Señor desea hacer de nosotros los depositarios de la influencia divina, y lo único que impedirá que se cumplan los designios divinos es que cerremos nuestros corazones a la luz de vida. La apostasía hizo que el Espíritu Santo se retirara del ser humano, pero mediante el plan de salvación esta bendición celestial será restaurada en aquellos que sinceramente la deseen. El Señor ha prometido dar buenas cosas a quienes se lo pidan, y todas las cosas buenas se reciben como dones del Espíritu Santo. Cuanto más consciente seamos de nuestra verdadera necesidad, de nuestra verdadera pobreza, más desearemos el don del Espíritu Santo. Nuestras almas se convertirán no en un canal de ambición y presunción, sino en un canal de fervorosas súplicas por recibir la luz del cielo. Debido a que no vemos nuestra necesidad, no nos damos cuenta de nuestra pobreza ni realizamos elocuentes pedidos para que se nos conceda esa bendición y podamos contemplar a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.— Manuscrito 3, 1892, p. 1 («Relationship of Institutional Workers” [Las relaciones de los obreros de las instituciones], s. f.). 2MI 19.1
A través del don del Espíritu Santo, Dios desea impartir una nueva vida a su pueblo, nuevamente desea bautizarlos en su amor. No hay razón para que haya escasez del Espíritu Santo en la iglesia. Después de la ascensión de Cristo, el Espíritu Santo llenó a los discípulos que esperaban con fe y oración con una plenitud y poder que impacto a cada alma. En el futuro la tierra será iluminada con la gloria de Dios. Los que hayan sido santificados mediante la verdad compartirán con el mundo su influencia. La tierra quedará envuelta en una atmósfera de gracia. El Espíritu Santo obrará en los corazones, tomará las cosas de Dios y se las mostrarás a los seres humanos.— Manuscrito 88a, 1905, p. 5 («An Appeal in Behalf of the Work in Nashville” [Una apelación en favor de la obra en Nashville], s. f.). 2MI 19.2
Solo el Espíritu Santo puede obrar con nosotros, en nosotros y a través de nosotros, y concedernos un carácter aprobado por Dios. El Señor ama a su pueblo. El crecimiento en la vida cristiana despertará el deseo de tener una experiencia más profunda y más perfecta. El perfecto sacrificio de Cristo es lo único que puede satisfacer las necesidades de gente pecadora e imperfecta. 2MI 19.3
Nuestras congregaciones necesitan del poder escudriñador del Espíritu Santo. Nada más nos capacitará para procurar la paz, para proseguir por la senda que dará paz a nuestras almas, que nos hará testigos fieles de Cristo, para que mediante la prudencia de nuestra conducta demos testimonio de que poseemos la mente de Cristo [...]. 2MI 20.1
Solo seremos salvos si en nuestra vida se manifiesta un carácter similar al de Cristo. La presencia interna del Espíritu Santo se hará visible por medio del derramamiento del amor celestial. El Señor Jesús es el portador de nuestros pecados. Dios cubre al pecador arrepentido con su perdón. Oculta el pecado de la vista divina y reviste al pecador con la perfección de la justicia. Cuanto más perfectamente seamos transformados a la imagen de Dios, más despreciaremos el pecado y más nos esforzaremos por salvar al pecador [...]. 2MI 20.2
Si procuramos a diario la bendición divina, cada día la recibiremos. El Señor nos concede el Espíritu Santo y nos ofrece oportunidades y privilegios providenciales.— Carta 20, 1899, pp. 2, 7, 9 (a Philip Wessels, 3 de febrero de 1899). 2MI 20.3
Las grandiosas verdades de la Biblia son para todos, para gobernar, guiar y controlar nuestras vidas. Esa es la única manera de presentar a Cristo a nuestro mundo mediante la gracia y el amor, por medio del carácter de los que profesan ser sus discípulos. Nada que sea menos que un servicio de todo corazón será aceptable para Dios. El Señor demanda la santificación completa de nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu. El Espíritu Santo implanta una nueva naturaleza y moldea nuestro carácter por medio de la gracia de Cristo, hasta que la imagen de Cristo es perfecta. En esto consiste la verdadera santidad.— Carta 70, 1894, p. 5 («To Brethren in Responsible Positions in the Review and Herald Office» [A los hermanos que ocupan puestos de responsabilidad en las oficinas de la Review and Herald]). 2MI 20.4
Cristo murió en la cruz como un sacrificio en favor del mundo, y gracias a ese sacrificio podemos recibir la mayor bendición que Dios puede conceder: el don del Espíritu Santo. Esta bendición es para todo el que reciba a Cristo [...]. 2MI 20.5
«Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» [Juan 1: 12]. Cristo recibió poder para insuflar el aliento de vida en la humanidad caída. Todos los que lo reciban jamás tendrán hambre, jamás tendrán sed; porque no existe mayor gozo que el que se encuentra en Cristo. Estudien las palabras pronunciadas por el Salvador desde el monte de las bienaventuranzas. ¡Miren cómo la naturaleza divina brilló a través de su humanidad, mientras sus labios pronunciaban las bienaventuranzas sobre los que beneficiarios de su misericordia y amor! Él los bendijo con una plenitud que provenía de la inagotable fuente de los tesoros más ricos. Los tesoros de la eternidad se hallaban a su disposición. El Padre le entregó a él los tesoros del cielo, y al compartirlos con los demás él no se impuso limitaciones. A los que lo aceptan como su salvador, su redentor y como el príncipe de la vida, él los declara su especial tesoro ante los mundos no caídos y ante el mundo caído [...]. 2MI 20.6
Cristo atrajo a la gente. Él revelaba verdades de suma importancia. El conocimiento que impartió era el mismo evangelio en toda su riqueza y poder. Él llevó sobre sí el pecado y está al tanto de todos los horrores que el pecado acarrea al alma. Cristo vino a este mundo con un mensaje de liberación. 2MI 21.1
¿En qué consiste el cristianismo? Es el instrumento de Dios para la conversión del pecador. Jesús pedirá cuentas a todo el que no se haya sometido a su control, al que no demuestre en su vida la influencia de la cruz del Calvario. Al experimentar en la cruz una muerte vergonzosa, Cristo ha de ser exaltado por los que han sido redimidos por él. El que ha experimentado el poder de la gracia de Cristo tiene que contarlo. — Manuscrito 56, 1899, pp. 1, 2, 3, 6 («Following Christ» [Seguir a Cristo], 7 de abril de 1899). 2MI 21.2
A los que luchaban para obtener la victoria se les prometió que el Espíritu Santo estaría con ellos, como una muestra del poder que les concedería poderes sobrenaturales, e instruiría al ignorante respecto a los misterios del reino de Dios. Constituye una maravillosa promesa saber que el Espíritu Santo será nuestro gran ayudador. 2MI 21.3
Si el Espíritu no hubiera sido dado como un agente constante, real, regenerador que, en nuestro caso, hace efectiva la obra realizada por el Redentor del mundo, ¿de qué nos serviría que el Unigénito de Dios se humillara, que soportara las tentaciones del astuto enemigo, que luchara contra él durante toda su vida, y que muriera el Justo por el injusto, para que los seres humanos no perecieran? 2MI 21.4
El don del Espíritu Santo capacitó a los discípulos, a los apóstoles, para que permanecieran firmes en contra de cualquier forma de idolatría y exaltaran únicamente al Señor. 2MI 21.5
¿Quién sino el Señor podía guiar las plumas de los historiadores sagrados mediante su Espíritu y su poder divino, para presentar al mundo el valioso registro de las palabras y las obras de Jesús? 2MI 22.1
El Espíritu Santo prometido, que él enviaría tras su ascensión al Padre, obra continuamente para llamar la atención al gran sacrificio realizado en la cruz del Calvario. Trabaja para mostrar al mundo el amor de Dios por la humanidad, para abrir al alma pecadora las maravillosas verdades de las Escrituras, para abrir las mentes entenebrecidas a los brillantes rayos del Sol de justicia y para que los corazones ardan con una comprensión más profunda de las verdades eternas. 2MI 22.2
¿Quién aparte del Espíritu Santo puede revelar la norma moral de justicia y convencer de pecado, produciendo la santa tristeza que nos lleva al arrepentimiento del cual no es necesario arrepentirse? ¿Quién sino él nos inspira a ejercitar nuestra fe en Cristo, el único que puede salvarnos de todo pecado? 2MI 22.3
¿Quién sino el Espíritu Santo puede obrar en nosotros la transformación del carácter, desviando nuestro interés de lo que es temporal y perecedero, y llenando nuestras almas con el deseo sincero de obtener la herencia inmortal, lo eterno, lo que nunca perece? ¿Quién sino él nos renueva, nos purifica y nos santifica para que lleguemos a ser miembros de la familia real, hijos del Rey celestial? — Manuscrito 1, 1892, 13 («Obedience to God” [Obediencia a Dios], 13 de noviembre de 1892). 2MI 22.4
¡Cuán grande es el don del Espíritu Santo para nuestro mundo! No hay palabras que puedan expresar las bendiciones que recibe el pueblo de Dios por ese don. Si le damos la bienvenida, si lo recibimos, el Espíritu Santo nos hará santos y semejantes a Cristo. A través de su obra llegamos a ser uno con el Señor y participamos de la naturaleza divina. En la actualidad, la mayor necesidad de la iglesia es recibir la plenitud del Espíritu Santo.— Carta 178, 1907, p. 3 (a J. E. White, 17 de mayo de 1907). 2MI 22.5
Estas promesas nos dan la seguridad de que gracias a la influencia del Espíritu Santo recibimos la fortaleza para obtener un carácter semejante al de Dios. Al contemplar la pureza y la santidad divinas, nos hacemos partícipes de su naturaleza y obtenemos la victoria sobre el egoísmo. Podemos contar con la seguridad de que siempre habrá un poder que obrará si nosotros estamos dispuestos a cooperar de todo corazón y a permitir que por fe seamos llevados cautivos a Jesucristo. Las virtudes y los méritos del Salvador se convierten en la fragancia de todo nuestro ser: cuerpo, alma y espíritu.— Carta 65, 1900, p. 2 (a W. Covell, marzo de 1900). 2MI 22.6
¿Por qué esta revelación del poder de la fe llega en el tiempo del fin? ¿Por qué se manifiesta al final de la historia de este planeta? Porque la iniquidad abunda por causa de los agentes satánicos que en este tiempo se oponen especialmente al pueblo de Dios que guarda los mandamientos, y le provocan pruebas y sufrimientos. En estos últimos días de pruebas, días cuando la fe será puesta a prueba, ustedes no deben quedarse callados. Serán guardados solo mediante el poder de Dios que se manifestará especialmente para contrarrestar la obra que Satanás lleva a cabo a través de los hijos de la desobediencia [...]. 2MI 23.1
Mientras suplican la ayuda divina, honren a su Salvador y crean que reciben sus bendiciones. El amor mutuo entre ustedes y el Salvador les permitirá cumplir con la voluntad divina, aun en contra de cualquier poder opositor. Cuando ustedes tomen en cuenta un sencillo «Así dice Jehová» y hagan de esa frase la norma de su conducta, entonces el Señor los sostendrá.— Carta 24, 1895, pp. 5, 7 (a la hermana Eckman, 9 de mayo de 1895). 2MI 23.2
El poder del cielo era como si una gran influencia había estado frenada durante siglos, y ahora todo el cielo se deleitaba en impartir y derramar desde lo alto ese inmenso poder sobre la iglesia a fin de transmitirlo al mundo. ¿Cuál fue el resultado? Miles se convirtieron en un día. La espada del Espíritu, la Palabra de Dios, afilada con poder e impregnada con la luz de cielo, abrió una senda en medio de la incredulidad. 2MI 23.3
La mayor evidencia de la semilla que Cristo sembró en los discípulos durante su ministerio terrenal, es que las palabras pronunciadas por los discípulos calaron en el interior de la gente. Mediante esos poderosos instrumentos el mundo sería convencido de pecado. Recuerden que cuando las influencias celestiales penetraron en el corazón, encontraron un terreno listo para ser cosechado. Se abrieron nuevos campos para que se trabajara en ellos. Como representante de Cristo, el Espíritu Santo abrió corazones y puertas delante de sus discípulos, que iban por todas partes en el nombre del Señor. Todos compartían un mismo sentir y todos creían que sus recursos debían ser utilizados al máximo. Tenían una obra por delante: predicar a «Jesucristo, y a este crucificado” a lo largo y ancho de nuestro planeta. Como embajadores de Cristo, su lema era que todos los que trabajen en la causa del Señor tendrían que reproducir íntegramente las obras de Cristo, para que muchos creyeran en él. Ellos trabajaban unidos en cuerpo y alma, y a diario añadían nuevos territorios a sus campos de labor.— Manuscrito 130, 1901, 14, 15 (sin título, 27 de noviembre de 1901). 2MI 23.4
Dios bendecirá a todos los que se preparen de esa forma para su servicio. Ellos sabrán lo que significa contar con la garantía del Espíritu, ya que han recibido a Cristo por fe. La religión de Cristo conlleva mucho más que el perdón del pecado. Hay que desterrar nuestros pecados y llenar el vacío con el Espíritu Santo. Conlleva aceptar la luz divina y regocijarse en Dios. Hay que vaciar el corazón del yo y ser bendecido con la presencia de Jesús. Necesitamos las cualidades esenciales del cristianismo, y cuando las poseamos la iglesia será una entidad llena de vida, activa y trabajadora. Habrá un crecimiento en la gracia, porque los rayos del Sol de justicia se infiltrarán en las recámaras de la mente.— Manuscrito 2, 1899, 2, 3 («The Need of Greater Consecration» [La necesidad de una mayor consagración], 24 de enero de 1899). 2MI 24.1
Como han estado perdiendo su conexión con Dios, el Señor ha decido que, como parte del plan de salvación, los miembros de su pueblo reciban la lluvia tardía. Ellos han confiado en el ser humano, glorifican al ser humano, y su fuerza es proporcional a su dependencia. Se me han presentado varios asuntos que muy pronto se cumplirán. Debemos saber más de lo que sabemos ahora. Debemos entender las cosas profundas de Dios. Hay algunos temas que tienen que ser abordados, que merecen más que un simple vistazo. Los ángeles han deseado profundizar en las verdades que son reveladas a los que escudriñan la Palabra de Dios y que con corazones contritos oran pidiendo sabiduría, pidiendo la anchura, la profundidad y la altura de ese conocimiento que solo Dios puede dar.— Manuscrito 75, 1899, 4 (sin título, 11 de mayo de 1899). 2MI 24.2
No debemos esperar por la lluvia tardía. Está descendiendo sobre todos los que reconocen y se apropian del rocío y de los chubascos de gracia que caen sobre nosotros. Cuando recojamos los fragmentos de luz, cuando apreciemos las misericordias de un Dios que valora que mostremos nuestra confianza en él, entonces toda promesa se cumplirá. «Porque como la tierra produce su renuevo y como el huerto hace brotar su semilla, así Jehová, el Señor, hará brotar justicia y alabanza delante de todas las naciones» [Isa. 61: 11]. Toda la tierra quedará llena de la gloria de Dios.— Carta 151, 1897, pp. 1, 2 (a «To My Children» [A mis hijos], 29 de agosto de 1897). 2MI 24.3
La ley de Dios, tal y como ha sido dada en su Palabra, es de obligado cumplimiento para todas las criaturas inteligentes. En la medida en que nos acercamos a la gran prueba final, la verdad para este tiempo, el mensaje del tercer ángel, ha de ser proclamada con gran voz, con un poder cada vez mayor. [...] 2MI 25.1
La verdad presente para este tiempo incluye varios mensajes: el mensaje del tercer ángel que le sigue al primero y al segundo. Nuestra obra es presentar este mensaje con todo lo que esto conlleva. [...] 2MI 25.2
En términos claros y precisos, el mensaje del tercer ángel constituye la advertencia más solemne; todo lo que comporta dicho mensaje debe ser presentado a los habitantes del mundo de tal forma que les resulte fácil de comprender.— Carta 121, 1900, p. 5 (al pastor S. N. Haskell y esposa, 13 de agosto de 1900). 2MI 25.3
Tenemos que hacer esfuerzos para explicarle a nuestro pueblo las necesidades de la causa de Dios. Hemos de instruirlo respecto a la necesidad de utilizar en el avance de la obra del Maestro, tanto en nuestro medio como en el extranjero, los recursos que Dios le ha confiado. A menos que los que pueden ayudar sean inducidos a cumplir con su deber, no podrán reconocer la obra de Dios cuando se escuche el fuerte clamor del mensaje del tercer ángel. Cuando la luz avance para iluminar la tierra, en vez de acudir a ayudar al Señor, estos desearán frenar la obra de Dios y apoyarán sus propias opiniones. Permítanme decirles que el Señor, por última vez, obrará de una manera maravillosa y contraria a todos los planes humanos.— Manuscrito 121b, 1898, p. 2 («Danger of Restricting the Work» [El peligro de limitar la obra], lº de octubre de 1898). 2MI 25.4
Dios llama a sus atalayas a que despierten, a que sean fieles centinelas. Comiencen a unirse de nuevo con Cristo y con todos los que tienen un conocimiento de la verdad. Levántense de su sopor de muerte y aprendan las sencillas lecciones que yacen en el fundamento de la genuina santidad. Con independencia de que sean superiores, inferiores o iguales, la obra de ustedes debe comenzar en sus propios corazones. Humíllense delante de Dios. Unanse a él por medio de una relación correcta, cediendo al poder creador del Espíritu Santo. Entonces se manifestará en la iglesia la unidad que es valiosa a la vista de Dios. Habrá dulce armonía, y toda la edificación, bien estructurada y ajustada, crecerá en el Señor y se convertirá en un templo santo. La iglesia tendrá la fe que es genuina, la que actúa por amor y purifica el alma. Se manifestará un interés sincero y profundo al edificar los lugares antiguamente desiertos. 2MI 25.5
Bienaventurados los que fueron testigos de los acontecimientos de 1843 y 1844. El mensaje fue dado. No hemos de demorarnos en repetirlo, ya que las señales de los tiempos se están cumpliendo; la obra final debe ser realizada. Hay que completar una gran obra en un breve período. Por mandado del Señor muy pronto será proclamado un mensaje que se convertirá en un fuerte clamor. Luego Daniel se pondrá en pie en su lugar, para dar su testimonio. 2MI 26.1
Tenemos que despertar el interés de nuestras iglesias. Estamos parados en los mismos umbrales del mayor acontecimiento de la historia del mundo, y Satanás no debe ejercer su dominio sobre el pueblo de Dios, haciendo que sigamos durmiendo. El papado surgirá con poder. Ahora todos tienen que despertar y escudriñar las Escrituras, porque Dios revelará a sus fieles lo que ha de suceder pronto. La Palabra del Señor debe llegar a su pueblo con poder. 2MI 26.2
Las señales del fin se están cumpliendo con rapidez. El tiempo de angustia ya está muy cerca de nosotros. Nos tocará enfrentar situacio nes difíciles como nunca antes hemos visto. El tiempo de angustia se aproxima, y debemos despertar ante esa realidad. Hemos de asegurarnos de que nuestros pies estén colocados en la senda estrecha. A fin de tener la certeza de que el Dios de toda gracia es una ayuda muy efectiva en tiempos de necesidad, es preciso que tengamos una experiencia que aún no hemos tenido.— Carta 54, 1906, pp. 3, 4 (al hermano y hermana Farnsworth, 30 de enero de 1906). 2MI 26.3
La naturaleza camal precisa ser convertida. Se necesita el Espíritu de Dios para que obre en nuestros corazones. Muchos de nuestros miembros de iglesia se están debilitando porque en lugar de depender de Dios, dependen de sí mismos. Se me ha instruido que exhorte a nuestras iglesias: «Estudien los testimonios». Ante la inminencia del fin del mundo, los testimonios han sido escritos para nuestra reprensión y estímulo. Si el pueblo de Dios no estudia estos mensajes que son enviados de cuando en cuando, seremos culpables de haber rechazado la luz [...]. 2MI 26.4
Si se pronunciaran menos palabras de sabiduría humana, y más de las palabras de Cristo, si hubiera menos sermones, y más reuniones de oración, una atmósfera diferente llenaría nuestras iglesias y reuniones campestres. Deberían celebrarse reuniones de oración para pedir el derramamiento del Espíritu Santo.— Carta 292, 1907, pp. 3,4 (a J. E. White, 21 de septiembre de 1907). 2MI 26.5
Busquemos al Señor de todo corazón con el fin de encontrarlo. Hemos recibido la luz de los mensajes de los tres ángeles; ahora necesitamos pasar al frente y asumir con firmeza nuestro puesto del lado de la verdad [...]. 2MI 27.1
Las profecías del capítulo 18 de Apocalipsis pronto se cumplirán. Durante la proclamación del mensaje del tercer ángel, «otro ángel” descenderá «del cielo con gran poder” y la tierra será «alumbrada con su gloria». El Espíritu del Señor bendecirá misericordiosa y abundantemente a los consagrados instrumentos humanos, para que hombres, mujeres y niños abran sus labios para alabar, testificar y llenar la tierra con el conocimiento de la infinita gloria de Dios, así como las aguas cubren mar. 2MI 27.2
Los que hayan mantenido una fe firme desde el principio hasta el final, permanecerán despiertos cuando el mensaje del tercer ángel sea proclamado con gran poder. Durante el fuerte pregón, la iglesia, fortalecida por la providencial intervención de su exaltado Señor, difundirá el conocimiento de la salvación de tal manera que la luz será impartida en cada ciudad y pueblo. La tierra será llena del conocimiento de la salvación. Maravillosamente, el renovador Espíritu de Dios habrá coronado con éxito la ardua labor de sus instrumentos, y los rayos luz de la verdad presente se esparcirán por todos lados. 2MI 27.3
El conocimiento salvador de Dios purificará la mente y el corazón de cada creyente. La Palabra declara: «Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis purificados de todas vuestras impurezas, y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra» [Ezequiel 36: 2527]. Así es el descenso del Espíritu Santo que Dios enviará para que realice su obra. La casa de Israel ha de ser llena del Espíritu Santo y bautizada con la gracia de la salvación. Su letargo desaparecerá. Todos los que no hayan recibido la luz serán convencidos; y todos los que se vuelvan al Señor de todo corazón, confesarán sus pecados [...]. 2MI 27.4
La proclamación del evangelio es el único medio que Dios tiene para hacer de los seres humanos sus instrumentos para salvar a las almas. Mientras los hombres, mujeres y niños proclaman el evangelio, el Señor abrirá los ojos de los ciegos, para que contemplen sus estatutos, y escribirá su ley en los corazones de los que verdaderamente se hayan arrepentido. El Espíritu de Dios, obrando a través de agentes humanos, guía a los creyentes para que se mantengan unánimes, con un mismo sentir y como un solo cuerpo, amando a Dios y guardando sus mandamientos, preparándose para ser trasladados.— Manuscrito 122, 1903, pp. 14 («The Time of the End” [El tiempo del fin], 9 de octubre de 1903). 2MI 27.5
A pesar de sus vetas doradas, nuestro planeta no es más confortador que la Palabra, ese gran jardín de verdades reveladas; sin embargo, sus tesoros solo lo encontraran los humildes y los contritos que lo procuran. El Espíritu Santo dirigirá al escudriñador. Hay que cavar un vasto campo que aún no ha sido explorado, para que la preciosa verdad pueda ser encontrada por el que la procura, de forma que pueda compartir su tesoro con los demás. El Espíritu Santo ha de ser presentado en cada sermón. 2MI 28.1
¡Qué maravillosas declaraciones ha hecho Cristo respecto a su representante en el mundo! Ese es un tema reconfortante, tenemos que mantenerlo delante de la gente. Comprender la obra del Espíritu Santo derramará bendiciones sobre nosotros. Él nos hará completos en Cristo.— Manuscrito 8, 1898, 5, 6 («The Necessity of Studying the Word» [La necesidad de estudiar la Palabra]», s. f.). 2MI 28.2
Debe llevarse a cabo una obra de reforma y arrepentimiento. Todos debemos procurar el derramamiento del Espíritu Santo. Como les pasó a los discípulos tras la ascensión de Cristo, podrían requerirse varios días de fervorosa búsqueda de Dios y que nos separemos del pecado. 2MI 28.3
Cuando el pueblo de Dios sea movido por el Espíritu Santo manifestará un celo que estará en armonía con su conocimiento. Cuando sea guiado por el Espíritu dejará de conducir a los demás por sendas falsas. Reflejará la luz que Dios ha estado brindando por años. Abandonará el espíritu de crítica. Lleno del espíritu de humildad se mostrará unánimes, unido entre sí y con Cristo.— Manuscrito 107, 1903, p. 7 (diario personal, «Unity With the Father» [Unidad con el Padre], 15 de septiembre de 1903). 2MI 28.4
Como pueblo necesitamos procurar fervorosamente el poder inspirador del Espíritu Santo. Necesitamos nacer de nuevo. Cristo dice: «Te daré un nuevo corazón”. Él toma las cosas de Dios y se las revela a los que lo siguen con humildad y sencillez.— Carta 200, 1902, p. 6 (al Dr. D. H. Kress y esposa, 15 de diciembre de 1902). 2MI 28.5
Si hubiera una convocatoria de todas las iglesias del planeta, deberían unirse con el objetivo de clamar por el Espíritu Santo. Cuando lo tengamos, Cristo, nuestra plena suficiencia, estará siempre presente. Cualquier necesidad quedará satisfecha. Tendremos la mente de Cristo.— Manuscrito 8, 1892, p. 4 («Christ Our Sufficiency” [Cristo nues tra suficiencia], 25 de noviembre de 1892). 2MI 28.6
Para obtener la victoria debemos esforzamos y clamar a Dios, pedir su Santo Espíritu. Debemos hablar y orar creyendo que recibiremos la inestimable unción del Espíritu Santo [...]. 2MI 29.1
No ejercitamos esa fe, tenemos que ser perseverantes al pedir el Espíritu Santo. Es necesario que recibamos el bautismo del Espíritu Santo. Es para nosotros y debemos tenerlo. Estamos viviendo en un momento de la historia de este mundo cuando deberíamos reunirnos para orar, para pedir que se nos conceda esa bendición especial; así estaremos en Cristo, y mediante él seremos victoriosos. Nos satisfacemos fácilmente con bendiciones limitadas, especiales y muy distantes entre sí. Por fe debemos aferramos a Dios y trabajar arduamente para traer almas a Cristo. En cuanto a la verdad tal cual es en Jesús, somos muy aburridos en nuestras exposiciones doctrinales. La verdad presente para este tiempo es un mensaje fundamental, de otro mundo. Exalten, al hombre del Calvario. Acudan con reverencia a un terreno más santo, aún más santo. Prediquen la verdad con el poder que Dios nos ha enviado del cielo. Permitan que la verdad domine la parte espiritual de nuestra propia naturaleza, y entonces la corriente de poder divino llegará a nuestros oyentes.— Carta 230, 1899, pp. 1, 2 (a G. B. Starr, 3 de diciembre de 1899). 2MI 29.2
El único poder que puede mover el corazón a la acción, es el poder que dará vida a los muertos: el Santo Espíritu de Dios [...]. Aférrense a su única esperanza: el maravilloso privilegio de tener acceso a Dios por medio de Cristo. Entreguen su desvalida alma a su intercesor. Unicamente en él y a través de él pueden ustedes acudir a Dios. No hay expiación fuera de la que ya se hizo. Los ritos y métodos humanos de nada sirven. Nada, excepto Cristo, tiene valor. 2MI 29.3
El Espíritu Santo constituye la esperanza de ustedes. Al exaltar la cruz del Calvario, ella los elevará. Unicamente podrán encontrar salvación al llevar la cruz en pos del Señor, siguiendo sus consagrados y desprendidos pasos. La Palabra del Dios vivo es su guía y consejera. Jesucristo es el camino hacia el lugar santísimo: una vía desprovista de velo. El pecador es humillado y el Salvador es exaltado por encima de todo. Ese es nuestro refugio.— Carta 124, 1901, pp. 1, 2 (al hermano y hermana Sanderson, ca. 12 de septiembre de 1901). 2MI 29.4
«Las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” [Juan 14: 12]. Él intercede por nosotros y nos enviará su propio representante, el Espíritu Santo, para que nos ayude en nuestras tareas. Este representante no aparecerá en carne y hueso, sino que por fe será visto y reconocido por todos los que creemos en el Señor.— Manuscrito 70a, 1897, p. 2 (sin título ni fecha). 2MI 30.1
Hay muchos que invertirán todo y que se gastarán a sí mismos con el fin de ganar almas para Jesús. En cumplimiento de la Gran Comi sión, saldrán y trabajarán para el Maestro. Bajo la dirección ministradora de los ángeles, personas comunes serán movidas por el Espíritu de Dios para advertir a la gente que encuentren en los caminos y en las veredas. Personas humildes, que no confían en sus dones, pero que trabajan con sencillez y confiando en Dios, compartirán el gozo del Salvador, mientras que sus oraciones perseverantes traen almas a la cruz.— Carta 109, 1901, pp. 3, 4 (a J. O. Johnston, 6 de agosto de 1901). 2MI 30.2
El Señor Jesucristo se ha comprometido a no defraudar jamás al que con sinceridad procure la dirección del Espíritu Santo. Él toma lo terrenal para que sea un símbolo de lo celestial. Asimismo apela al amor de los padres terrenales. Jesús dijo: «¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?» [Mat. 7:911].— Carta 68, 1900, p. 10 (al pastor J. E. White y esposa, 4 de mayo de 1900). 2MI 30.3
Los seguidores de Cristo orarán, creerán y obrarán como lo hizo él, confiando para todo en el Espíritu Santo, el representante de Cristo. Ellos reconocen que nada más son instrumentos. El Espíritu Santo es el poder que coopera con ellos. Ellos pueden obrar con el mayor poder, porque es Dios el que realiza la obra y no el ser humano. Ellos trabajan con el tacto y los métodos que Dios les ha dado, y Dios obra con ellos como un poder persuasivo para salvar las almas de los seres humanos.— Manuscrito 111, 1898, p. 4 («Prayer and Faith” [Oración y fe], 8 de septiembre de 1898). 2MI 30.4
La razón por la que el Espíritu Santo no obra entre nosotros [...] es la falta de fe en Dios y la falta de confianza mutua. La obra del poder de las tinieblas es suscitar desconfianza en nuestros hermanos y que los critiquemos.— Carta 7, 1899, pp. 1, 2 (al pastor Stephen N. Haskell y su esposa, 22 de enero de 1899). 2MI 30.5
Ojalá que recibamos el bautismo del Espíritu Santo, y debemos recibirlo antes de que podamos revelar una vida y carácter perfectos. Deseo que cada miembro de la iglesia abra su corazón a Jesús y le diga: «Entra, Huésped divino, mora en mí» [...]. 2MI 31.1
En ocasiones surge la pregunta: «¿Por qué, si tenemos la verdad, no percibimos una mayor manifestación del Espíritu de Dios?». Dios no se puede revelar hasta que los que profesan ser cristianos, en sus vidas personales, sean hacedores de su Palabra, hasta que no haya unidad con Cristo y santificación de cuerpo, alma y espíritu. Entonces serán templos adecuados para que en ellos more el Espíritu Santo.— Carta 139, 1898, pp. 2, 3, 12 (a Alonso T. Jones, 16 de diciembre de 1898). 2MI 31.2
La santificación, ¿cuántos entienden su pleno significado? La mente está nublada por una fiebre de sensualidad. Los pensamientos necesitan ser purificados. Qué habrían sido los hombres y las mujeres, si hubieran reconocido que el cuidado del cuerpo tiene mucho que ver con la fuerza y la pureza de la mente y del corazón. El verdadero cristiano disfruta una experiencia que produce santidad. Él no tiene mácula de culpabilidad en su conciencia, ni mancha de corrupción en el alma. La espiritualidad de la ley de Dios, con sus principios normativos, se incorpora a la vida. La luz de la verdad ilumina su entendimiento. Un hálito de amor perfecto por el Redentor disipa la nube de corrupción que se ha interpuesto entre su alma y Dios. La voluntad de Dios se ha convertido en su voluntad, pura, elevada, noble y santificada. Su rostro refleja la luz del cielo. Su cuerpo es un templo apropiado para el Espíritu Santo. La santidad adorna su carácter. Dios puede tener comunión con él, ya que el alma y cuerpo están en armonía con Dios.— Carta 139, 1898, p. 13 (a Alonso T. Jones, 16 de diciembre de 1898). 2MI 31.3
A menos que tengamos conciencia de la pobreza de nuestra propia alma no estaremos aptos para realizar la obra de Dios. A menos que sintamos un amor fraternal por los que nos rodean, el Espíritu Santo no podrá obrar en nuestros corazones y mentes.— Carta 68, 1896, pp. 3, 4 (a S. McCullagh, 12 de julio de 1896). 2MI 31.4
La influencia del Espíritu Santo equivale a la misma vida de Cristo en el alma. Ahora no vemos a Cristo ni hablamos con él, pero su Santo Espíritu está a nuestro lado en cualquier lugar. Obra en y a través de todo aquel que recibe a Cristo. Los que aprecian la presencia interna del Espíritu, revelan el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe.— Manuscrito 41, 1897, p. 12 («Words of Comfort” [Palabras de consuelo], s. f.). 2MI 31.5
No todos tienen esa fe que obra por amor y que purifica el alma de toda escoria terrenal. El Espiritu debe purificar nuestras mentes y corazones. A menos que este principio divino sea llevado a la vida y a la práctica no habrá un fruto de amor mutuo legítimo y fervoroso. En nuestro corazón hay tendencias hereditarias y cultivadas que impedirán la práctica de ese amor a menos que la gracia divina purifique dichas tendencias naturales. La codicia de las cosas prohibidas prevalecerán y el yo será glorificado [...]. 2MI 32.1
El Espíritu Santo les recordó las mismas enseñanzas de Cristo, y se las repitió con una intensidad más poderosa que cuando ellos escucharon esas maravillosas verdades. Las palabras del gran Maestro quedaron impregnadas en las facultades latentes de la mente y del alma. Esta nueva comprensión de las verdades que Cristo pronunció fue acogida por ellos como una nueva revelación; la verdad, pura y sin adulterar quedó establecida. 2MI 32.2
Se dice que por causa de la incredulidad Cristo no pudo realizar muchos milagros en determinados lugares. Jesús era la fuente de poder, vida y luz. Si la incredulidad obstruía la senda del Señor, ¿qué se podía esperar del instrumento finito? Una y otra vez el Salvador ha anhelado conceder su Espíritu abundantemente, pero no ha habido un lugar para que el Espíritu descienda. No fue reconocido ni valorado. La ceguera mental, la dureza de los corazones, los llevó a suponer que era algo a lo que debían temer. El mal se aloja en el corazón para impedir la manifestación del poder de Dios, y de ser así su Espíritu no podrá descender [...]. 2MI 32.3
Cristo utilizó el viento como un símbolo del Espíritu de Dios. El viento sopla de donde quiere, pero no sabemos de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con el Espíritu de Dios. No sabemos por cual medio se manifestará. Desde luego, no hablo mis propias palabras cuando afirmo que el Espíritu de Dios seguirá de largo, dejando atrás a los que han tenido su momento y oportunidad, pero no identificaron la voz de Dios, ni apreciaron las invitaciones de su Espíritu. Entonces, en la hora undécima, miles reconocerán y aceptarán la verdad. «Ciertamente vienen días, dice Jehová, cuando el que ara alcanzará al segador, y el que pisa las uvas al que lleve la simiente; los montes destilarán mosto y todos los collados se derretirán» [Amós 9: 13]. Esas conversiones a la verdad ocurrirán con tanta rapidez que sorprenderán a la iglesia y el nombre de Dios será glorificado [...]. 2MI 32.4
Dios dice que ustedes son la luz del mundo. Él hará que resplandezcan con la Palabra de Dios los que permanecido fieles en la iglesia. Su Espíritu será impartido a los agentes humanos, les dará una luz que hará que las tinieblas morales huyan de su presencia.— Carta 43, 1890, pp. 3, 5, 6, 7 (a O. A. Olsen, 15 de diciembre de 1900). 2MI 33.1
Jesús es nuestro redentor. Él practicó la abnegación, el sacrificio personal; él nos ama a pesar de nuestras debilidades y nos ofrece su fortaleza. Él declaró: «He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida” [Isa 49: 16]. El derramamiento de la plenitud revitalizadora del Espíritu Santo será tan abundante que no habrá espacio suficiente que lo contenga. Nada que no sea el bautismo del Espíritu Santo puede llevar a la iglesia a una correcta actitud, preparando al pueblo de Dios para el conflicto venidero. ¿Por qué no hay un mayor crecimiento en la iglesia? ¿Por qué cada miembro de la iglesia no está creciendo en Cristo, nuestra cabeza viva? Este crecimiento no significa crecer hacia la tierra, sino hacia el cielo; no hacia abajo, sino hacia arriba. Estamos viviendo bajo la dispensación del Espíritu. Tenemos en nuestras manos la promesa de su Espíritu. Los pastores pueden estar calificados para dar un certero toque de trompeta, para despertar al pueblo que duerme y ponerlo a trabajar en beneficio de sí mismo y de los que no están en el redil.— Carta 15, 1889, p. 5 (al Dr. Burke, 20 de diciembre de 1889). 2MI 33.2
Lo que damos ha de ser proporcionar a lo que recibimos. Todos deberíamos hacer lo que esté a nuestro alcance, gustosamente, con buen ánimo, como sirviendo a Dios. Eso nos ayudará ser mejores en lo que hacemos y aumentará nuestra capacidad y recibiremos la aprobación de Dios. Sin embargo, los perezosos no solamente descuidan la oportunidad de hacer la obra que se les ha encomendado, sino que por su dejadez se convierten en obstáculos para los demás [...]. 2MI 33.3
Los labios de un predicador pueden ser utilizados por el Espíritu Santo; por consiguiente, el mensaje divino se presenta como advertencias, apelaciones, reprensiones, como instrucciones de justicia. El poder no reside en el predicador. Dios le imparte ese poder para que el predicador alcance a los que están muertos en sus delitos y pecados, para despertarlos de su letargo espiritual, para que reciban la vida divina [...]. 2MI 33.4
Todos nuestros talentos y habilidades nos han sido dados como depósitos. No son propiedad del que ha recibido la responsabilidad de predicar el evangelio. Consideremos que esos dones son de Dios y que hemos de usarlos para él. Deben ser consagrados a su servicio. Si lo hacemos, Dios nos concederá dones mayores. Si hemos sido llamados a participar de una obra que requiere abnegación, el espíritu de consagración y de entrega nos llevará a negarnos a nosotros mismos. 2MI 33.5
La humildad que lleva fruto, que nos constriñe el alma con el amor de Dios, nos hablará durante ese gran día cuando todos seremos recompensados según nuestras obras, sean buenas o malas. Será un maravilloso reconocimiento escuchar estas palabras: «El Espíritu de Dios jamás motivó en vano al alma de esta persona. Cada paso hacia arriba en la escalera del progreso, la preparó para llegar aún más alto. Desde la cima de la escalera, los resplandecientes rayos de la gloria de Dios brillaron sobre ella. Jamás se rindió, más bien procuró constantemente alcanzar el conocimiento y la justicia de Cristo, avanzando siempre hacia el blanco del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Sus pensamientos fueron llevados cautivos a Cristo. Ella es uno con Cristo”.— Carta 21, 1897, pp. 4, 6, 9, 10 (a «Mis hermanos ministros», 19 de diciembre de 1897). 2MI 34.1
Las palabras dirigidas a los discípulos de Cristo nos llegan mediante sus propias palabras. Cuando el presente parezca oscuro y el futuro luzca lleno de perplejidad, cuando las almas se sientan solas y desvalidas, en todo tiempo y lugar, en toda tribulación y aflicción, el Consolador es nuestro así como lo fue de los discípulos. En esas ocasiones el Consolador será enviado en respuesta a la oración de fe. No existe una promesa más alentadora: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré» [Juan 14: 13, 14]. 2MI 34.2
Los consoladores humanos quizás hagan su mejor esfuerzo, pero sus palabras solo llegan al oído; ahora bien, no hay consuelo tan compasivo y oportuno como el de Cristo. Él se identifica con nuestras dolencias. Su Espíritu habla al corazón. Las circunstancias pueden separar a los amigos, el ancho mar puede agitar sus inquietas aguas entre nosotros y nuestros amigos, tal vez sus palabras y sus sinceros deseos sean ciertos; sin embargo, probablemente no estén en capacidad de demostrarlos y hacer por nosotros algo que recibiremos con agrado y gratitud. No hay distancia ni circunstancias que puedan separarnos del Consolador. Dondequiera que estemos, dondequiera que vayamos, él está allí; siempre presente, una Persona conectada con el cielo, alguien que se nos dio en sustitución de Cristo, para actuar en lugar del Señor. Él siempre está a nuestra mano derecha para hablarnos quedamente, con palabras tiernas, para apoyarnos, sostenernos, levantarnos y animarnos.— Carta 89b, 1897, pp. 1, 2 (a Herbert Lacey y esposa, 22 de marzo de 1897). 2MI 34.3
Ustedes son obreros juntamente con Dios. Las facultades espirituales que Dios le ha concedido al ser humano deben ser utilizadas. El pecado, apoderándose de un cuerpo mortal, ha mantenido a la humanidad en oposición a Dios; pero el que acepta a Cristo le dedicará a Dios, para beneficio de sus semejantes, sus más grandes capacidades. El Espíritu Santo fue dado para que el ser humano pusiera en práctica los grandes talentos que se le concedieron. Aquel que se somete a la dirección del Espíritu, se aferra a Cristo por medio de una fe fervorosa y firme, con la eficacia de un amor inextinguible. Su vida está atada a Cristo. Su religión no está forjada de egoísmo y codicia. Su preocupación es: ¿en qué lugar es más urgente que el reino de Dios sea edificado? [...]. 2MI 35.1
El Espíritu Santo ayuda al obrero, en unión a Dios, y lo capacita para recoger las gavillas. Para realizar la obra que se necesita hoy, no hemos de depender de los educados y elocuentes; sino de los sencillos, de los que han aprendido en la escuela de Cristo, los que son mansas y humildes de corazón, los que responden a la invitación a la cena: «Venid, que ya todo está preparado” [Luc. 14: 17]. Tendrán éxito los que a medianoche piden panes para alimentar a las almas hambrientas. El principio divino es que mientras recibimos, debemos compartir. Todas las iglesias en nuestro territorio tienen necesidad del abnegado y sacrificado espíritu de Cristo. El pueblo de Dios no debe continuar en el pecado, sino aferrarse a los méritos de un salvador crucificado y resucitado. Aunque jamás manos humanas se hayan posado sobre nosotros como símbolo de ordenación, hay alguien que nos capacitará para la obra, si lo pedimos por fe. En el nombre del Señor, les exhorto: «Pidan y recibirán el Espíritu Santo». Manténganse al lado de Cristo. Ahora bien, su Espíritu solo será recibido por los que se hayan consagrado, los que se hayan negado al yo, los que hayan exaltado la cruz y los que hayan seguido al Señor. ¿Quiénes estarán del lado del Señor? — Carta 10, 1899, pp. 9, 10, 14 (a J. H. Kellogg, 14 de enero de 1899). 2MI 35.2
¿Está el reino de Dios entronizado en nuestros corazones? ¿Mora en nosotros la presencia de Cristo? ¿Continúa siendo el yo el poder que controla nuestra alma? ¿De quién somos siervos? Si un espíritu egoísta aún nos mantiene apartado del servicio de Cristo, oremos diciendo: «Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» [Mat. 6: 10]. Oren, oren con gran fervor: «Pon tu Espíritu, oh Señor, tu Santo Espíritu, en mi corazón para que yo sea sincero al cumplir con mi voto bautismal”. Oren para que la intercesión de Cristo en favor de ustedes no sea en vano. Oren para que la incredulidad no los lleve a afirmar que sirven a Dios, mientras que en la práctica es evidente que no llevan el fruto del Espíritu, porque la voluntad ha sido pervertida. Oren pidiendo poder para mostrar al mundo que murieron al pecado y que su vida, en realidad, está escondida en Dios, gracias a Cristo. 2MI 35.3
Al recibir el Espíritu de Cristo cada uno de nosotros cumplirá la misión que Dios nos ha encomendado: no ser una mera influencia, sino una influencia especial, para Dios, en todo el sentido de la palabra.— Manuscrito 130, 1902, pp. 6, 8 (diario personal, 27 de octubre de 1902). 2MI 36.1
El mal se había estado acumulando durante siglos y únicamente podría ser refrenado y resistido por el gran poder del Espíritu Santo, la tercera persona de la Deidad, que vendría no sujeto a limitaciones, sino con la plenitud del poder divino. Otro espíritu debía ser enfrentado, ya que la maldad estaba obrando en toda forma posible, y era sorprendente el sometimiento del ser humano a la esclavitud de Satanás [...]. 2MI 36.2
El Espíritu divino revela su obra en nuestro corazón. Cuando el Espíritu Santo tome control de nuestra mente, entenderemos lo que dijo Cristo: «Tomará de lo mío y os lo hará saber” [Juan 16: 15]. Someterse a la Palabra de Dios conlleva la restauración de nuestro ser. Permitan que Cristo obre mediante su Santo Espíritu, permitan que los despierte como si estuvieran muertos, y que ponga en sintonía las mentes de ustedes con la de él. Permitan que él utilice sus talentos. Él los ha dotado con talentos para que honren y glorifiquen su nombre. Conságrense a él, y los que se relacionen con ustedes verán que ustedes son guiados por la inspiración divina, para que los más grandes talentos sean empleados en el servicio a Dios. Los talentos que antes se dedicaron para servir al yo y para promover principios impuros, y que servían como agentes de causas innobles, serán sometidos a Jesucristo y se amoldarán a la voluntad divina.— Carta 8, 1896, pp. 1, 5 (a «Mis hermanos en Estados Unidos”, 6 de febrero de 1896). 2MI 36.3
No somos capaces de salvarnos sin la ayuda del poder divino. El Señor no hará lo que nosotros podemos hacer mediante la colaboración voluntaria y sincera. En lo que respecta a nuestra salvación, dependemos totalmente de Dios. No podemos por nuestras propias fuerzas dar un paso hacia Cristo sin que antes el Espíritu de Dios nos haya impulsado a hacerlo. Esa comunión es permanente y continuará hasta que contristemos al Espíritu Santo por nuestro persistente rechazo [...]. 2MI 36.4
Tanto en el querer como en el hacer, el Espíritu de Dios no hará lo que nos toca a nosotros. Hemos de cumplir con nuestra parte cooperando con los agentes divinos [...]. 2MI 37.1
Cuando ponemos nuestra voluntad en armonía con la de Dios, la gracia de Cristo entra en acción para cooperar con nosotros; pero la gracia no sustituirá nuestra obra independientemente de cuales sean nuestras decisiones y acciones. Por lo tanto, no es la abundancia de luz, ni la evidencia acumulada lo que convertirá al alma, sino aceptar la luz, ejercer el poder de la voluntad, reconocer que lo que sabemos es justo y verdadero, que somos colaboradores con los agentes celestiales que Dios ha designados para nuestra salvación. 2MI 37.2
Si el pecador o el apóstata se enfila con la desobediencia y el pecado, la luz del cielo quizás brille a su alrededor, como lo hizo con Saulo, pero no quebrantará el hechizante poder de la falsedad y el conjuro de las trampas del mundo. A menos que el ser humano dedique su corazón a cumplir con la voluntad de Dios y se integre al servicio divino, la luz brillará en vano. Mil veces más luz y más persuasión no lograrían nada. Dios sabe que nos ha dado suficientes pruebas. «A Moisés y a los Profetas tienen» [Luc. 16: 29]. Si el pecador no escucha el testimonio de ellos y no decide cambiar de vida, no creerá aunque le envíen a alguien de entre los muertos.— Carta 135, 1898, pp. 1, 2, 3 (a G. B. Starr, s. f.). 2MI 37.3
Todo el que obedezca los primeros cuatro mandamientos, obedecerá los últimos seis, y pondrá de manifiesto cuál es su obligación hacia su prójimo, mostrará amor, ternura y compasión a la gente por la que Cristo murió y se consagrará como un misionero, un obrero juntamente con Dios. Todos los que tienen el Espíritu de Cristo son misioneros; ellos reciben su entusiasmo y poder del principal Misionero.— Carta 31, 1894, p. 16 (al hermano Harper, 23 de septiembre de 1894). 2MI 37.4
El Espíritu Santo dicta toda oración genuina. He aprendido que en mis peticiones el Espíritu intercede por mí y por todos los santos cuyas súplicas están en armonía con la voluntad de Dios y no en contra de esta. «De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad” [Romanos 8: 26], y el Espíritu, que es Dios, conoce el pensamiento divino; por tanto, cada vez que oramos por los enfermos, o por cualquier necesidad, debemos tomar en cuenta la voluntad divina. «Porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios» [1 Corintios 2: 11]. Si somos instruidos por Dios nuestras oraciones estarán en sintonía con su voluntad revelada y en armonía con sus deseos que todavía no conocemos. Debemos elevar nuestras súplicas de acuerdo con la voluntad de Dios, confiando en su preciosa Palabra y creyendo que Cristo no solamente se ofreció por sus discípulos, sino también a ellos. Las Escrituras declaran: «Y al decir esto, sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”» [Juan 20: 22]. 2MI 37.5
Jesús anhela soplar sobre todos sus discípulos, concederles la inspiración de su Espíritu santificados impartirles su influencia vivificadora. Quiere que entiendan que de allí en adelante no pueden servir a dos señores. Sus vidas no pueden estar divididas. Cristo debe morar en sus agentes humanos, obrar mediante sus talentos y actuar a través de los talentos de ellos. Sus voluntades han de someterse a la de él, han de vivir en armonía con su Espíritu, de modo que ya no vivirán ellos, sino que Cristo vivirá en ellos. Jesús procura estamparles la idea de que al concederles su Santo Espíritu, les está adjudicando la gloria que el Padre le ha dado, para que él y su pueblo sean uno en Dios. Nuestra actitud y voluntad deben estar sometidas a la voluntad de Dios, que es santa, justa y buena [...]. 2MI 38.1
Mientras que Jesús, nuestro intercesor, ruega por nosotros en el cielo, el Espíritu Santo obra en nosotros para que pensemos y actuemos según su voluntad. Todo el cielo está interesado en la salvación del alma. Por tanto, ¿qué motivos tenemos para dudar de que el Señor desea ayudarnos? Nosotros, los que instruimos a la gente debemos tener una comunión viva con Dios. Por nuestra actitud y nuestras obras tenemos que ser manantiales para nuestros semejantes, ya que Cristo en nosotros es como una fuente de agua que fluye para vida eterna. La enfermedad y el dolor pueden examinar y poner a prueba nuestra fe y paciencia, pero la luz del personaje más importante del universo está con nosotros y debemos esconder el yo detrás de Jesús [...]. 2MI 38.2
Aunque la mente divague durante la oración, no se desanimen, llévenla de vuelta al estrado divino, y no se alejen del trono de misericordia hasta que hayan alcanzado la victoria. ¿Suponen que la victoria de ustedes se revelará por una gran emoción? No, «esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» [1 Juan 5: 4]. El Señor conoce los deseos de todos. Por la fe permanecemos cerca de él y esperamos recibir el Espíritu Santo. La presencia del Espíritu Santo debe controlar todas nuestras actividades espirituales. El Padre entregó a su Hijo por nosotros para que el Espíritu Santo, mediante el Hijo, nos guiara al Padre. Gracias a la intervención divina, contamos con la intercesión del Espíritu para que presentemos nuestro caso a Dios como lo haríamos con un amigo.— Carta 11b, 1892, pp. 36 (a Stephen N. Haskell, 17 de julio de 1892). 2MI 38.3
Necesitamos morar constante y fervorosamente en la gracia del Espíritu Santo. Esto no lo discernimos con nuestros ojos físicos, pero por fe vemos cómo obra dicho poder. No podremos brindarle nuestro gran amor supremo y la honra a Dios si no reconocemos al Espíritu Santo que el Señor nos ha enviado. El Espíritu Santo representa a Jesucristo. Él es el refugio al que podemos acudir en busca de seguridad [...]. 2MI 39.1
Cuando la verdad toma posesión del corazón, el cristiano entra en batalla. Necesitará la completa armadura de Dios, porque tendrá que pelear la buena batalla de la fe. Tendrá oposición en su propio hogar, incluso en su propio corazón, y nada puede asegurarle la victoria, excepto el Espíritu de Dios.— Manuscrito 59, 1900, 12, 16 («Jots and Tittles II» [Jotas y tildes II], 16 de agosto de 1900). 2MI 39.2
Nosotros somos obreros juntamente con Dios. Los frágiles instrumentos no son nada, pero el que se deja dirigir por el Espíritu Santo puede alcanzar grandes logros. Nuestro más arduo esfuerzo será débil si no cuenta con la sólida motivación del Espíritu de Dios. El Señor es el obrero. Sin su ayuda, el profundo conocimiento y la inagotable energía de Pablo, la elocuencia y el talento de Apolo, se quedarían cortos y no convencerían ni llevarían a nadie al arrepentimiento. Ahora bien, somos valiosos si el alma, cuerpo y espíritu están preparados para cooperar con el poder divino. Aunque no podamos hacer nada sin Dios, el Señor tampoco haría nada sin contar con el canal humano para comunicar su verdad.— Carta 85, 1898, p. 4 (a C. H. Jones, 7 de octubre de 1898). 2MI 39.3
El alma que abre su corazón a fin de que sea moldeado por el Espíritu Santo será un canal de luz para enseñar los preceptos y la verdad de la Palabra de Dios, convenciendo a los demás para que obedezcan los mandamientos del Señor. Los que nos observan, en primer lugar deberían reverenciar la ley de Dios como una norma pura y aplicable a todo el que vive sobre la faz de la tierra, pero no todos obedecerán los toques del Espíritu Santo. 2MI 39.4
En aquellos que procuran caminar en la luz ha de verse que respetan los mandamientos de Dios, que son el reflejo de su carácter, un carácter que deben adoptar si desean ser miembros de la familia regia, hijos del Rey celestial. La verdad, la luz, la justicia de Cristo tienen que brillar en ellos en forma peculiar. No hay nada que Dios acepte como un sustituto de lo anterior. Apartarse de la convicción con el fin de evitar la cruz no solamente implica interrumpir, sino también extinguir, la obra interna del Espíritu de Dios para transformar la mente y la voluntad. 2MI 39.5
¿Estamos dispuestos a pagar por la vida eterna? ¿Estamos listos a sentarnos para calcular su costo, considerar si vale la pena hacer un sacrificio como morir al yo con el fin de llegar al cielo? ¿Estamos dispuestos a moldear nuestra voluntad en perfecta armonía con la voluntad de Dios? Hasta que eso no ocurra, no experimentaremos la transformadora gracia de Dios. Tan pronto como presentemos nuestra vacía naturaleza al Señor Jesús y a su causa, él suplirá dicho vacío con su Santo Espíritu. Entonces podremos creer que él nos concederá su plenitud. Él no desea que perezcamos. Dios desea con urgencia que todo nuestro ser sea consagrado a su servicio más de lo que nosotros lo deseamos a él.— Carta 27, 1892, p. 5 (al pastor J. E. White y esposa, 29 de mayo de 1892). 2MI 40.1
No podemos damos el lujo de consultar a mentes falibles, o de depender de opiniones humanas, que con frecuencia son impías y perversas. Los verdaderos seguidores de Cristo tienen hambre del Espíritu Santo, porque el Espíritu obra a través de agentes humanos para que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra, como se hace en el cielo [...]. 2MI 40.2
Los que han sido llenos del Espíritu experimentarán un profundo amor por quienes Jesús murió y trabajarán con diligencia por llevar al cielo una cosecha de almas. Hombres y mujeres, llenos del Espíritu, serán movidos por el mismo deseo de salvar pecadores que animó a Cristo durante su labor como misionero enviado por Dios. 2MI 40.3
Cuando se le permita al Espíritu Santo realizar su obra en nuestros corazones el yo será crucificado y Cristo nos concederá el don de su gracia y una perfecta comprensión de nuestra gran necesidad. 2MI 40.4
Dios puede usar al agente humano hasta donde este permita ser moldeado por el Espíritu Santo. A los que aceptan puestos de responsabilidad como presidentes, pastores, médicos u obreros en diversas ramas, me han pedido que les diga lo siguiente: Dios pondrá a prueba a todo el que entra en su obra. El no mide nuestra capacidad según las normas del mundo. Él no pregunta: «¿Son eruditos y elocuentes? ¿Son capaces de mandar, controlar y administrar? Él pregunta: ¿Representarán ellos mi carácter? ¿Caminarán con humildad, de manera que yo pueda enseñarles mis caminos? El templo del alma no debe ser ensuciado por ninguna práctica inmunda o descuidada. Los que yo encuentre en los atrios del cielo deben estar sin mancha ni arruga». 2MI 40.5
El Señor utilizará a gente humilde para llevar a cabo una obra grande y buena. Por medio de ellos, él presentará al mundo las intachables características de la naturaleza divina.— Carta 270, 1907, p. 2 (a J. E. White, 30 de agosto de 1907). 2MI 41.1
El mensaje de Dios es: «Dame hijo mío tu corazón. Ese corazón es mío. Mi vida la he dado por ti». Abramos el corazón al Espíritu divino y podremos apreciar el valor del alma humana. 2MI 41.2
El corazón anhela paz y felicidad. ¡Contemplen, oh, contemplen a Jesús el Sol de justicia! ¡Ojalá que el Espíritu de vida toque cada corazón! Deseamos que los corazones respondan al toque de Dios. Si su vida está en nosotros siempre veremos luz en su luz [...]. 2MI 41.3
¡Cuán ciegos somos para no ver los poderes que están actuando en este mundo! El poder del Espíritu Santo está guiando a todos los que han de ser llevados a Dios. Él está convenciendo a la gente de que los mandamientos de Dios son una cuestión de vida o muerte para ellos. 2MI 41.4
¿Qué hicieron los discípulos tan pronto estuvieron bajo la influencia del Espíritu Santo? Nada de lo que poseían lo consideraban como propio. Usaron todas sus posesiones terrenales para sostener a los cre yentes más pobres. Esa es la influencia que el Espíritu Santo ejercerá en los corazones de los creyentes de hoy. No derrocharán los recursos que se les ha confiado a título de préstamo. Ellos recordarán que no les pertenecen, y utilizarán los bienes del Señor para el adelanto de su obra. Publicarán las buenas nuevas del evangelio. Trabajarán para ayudar a los necesitados y a los desvalidos, a la gente que Cristo manifestó su mayor preocupación y su más tierna compasión.— Carta 80, 1898, p. 2 (a Ellet J. Waggoner, 24 de septiembre de 1898). 2MI 41.5
La promesa del derramamiento del Espíritu de Dios ha sido y sigue siendo la mayor esperanza de su pueblo. Es la esperanza y la gloria de Sion. En este tiempo de decadencia espiritual, los ministros de Dios deben permanecer de pie, con dignidad, eficiencia y poder. La maldad y la oposición están en todas partes. Dios no dirige su obra para que aquellos que él ha nombrado como sus mayordomos se unan con los que no llevan el estandarte de la obediencia, los que caminan y obran deshonrando a Dios [...]. 2MI 41.6
«Mi siervo es aquel a quien yo he capacitado, siempre que me sirva, para que coopere conmigo en ayudar a mi pueblo. Cuando él considere como suyas las ideas del Señor, cuando afirme que son suyas la destreza y la sabiduría que le he concedido, él le estará robando a Dios y contribuyendo a que su prójimo sea responsable ante una persona finita que ha recibido dones de parte de Dios para compartirlos con los demás». 2MI 41.7
Todos los que participan de la naturaleza divina reconocerán que el Espiritu Santo obra en ellos, tomando la verdad de la santa Palabra, donde Cristo la ha colocado, para imprimirla en el alma. Sin embargo, corremos el riesgo de mantener la verdad en los atrios externos, descuidar la responsabilidad de llevarla al santuario del alma. Con un fervor y reverencia deberíamos prepararnos para la limpieza del templo del alma, recordando que somos un espectáculo ante el mundo, ante los ángeles y ante nuestros semejantes. Esta obra, cuando se realiza a conciencia, limpiará el corazón de toda falta de unión, de toda contienda y de todo deseo de supremacía.— Manuscrito 14, 1901, pp. 1, 2, 21 (diario personal, «Health Foods and Sanitarium Chaplains” [Comidas saludables y capellanes de sanatorios], 21 de febrero de 1901). 2MI 42.1
Tenemos muy poco del Espíritu de Dios. Nos hace falta vida. Co mencemos hoy a buscar al Señor con urgencia, como si estuviéramos decididos a encontrarlo. Ofrezcamos nuestras peticiones a Dios y ciertamente él nos ayudará a revelar la verdad en nuestras vidas. Él nos invita a dar un vivo testimonio de él, a honrarlo respetando la institución que es su instrumento para realizar su obra.— Manuscrito 57, 1909, p. 7 («Words of Counsel to Workers in the Madison Sanitarium» [Consejos a los obreros en el Sanatorio de Madison], 5 de septiembre de 1909). 2MI 42.2
Nuestro Padre celestial nos pondrá a prueba antes de concedernos el bautismo del Espíritu Santo, para ver si podemos vivir sin deshonrarlo. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. No den por sentado... que ustedes han recibido toda la ayuda espiritual que necesitan. Tampoco supongan que ustedes pueden obtener grandes bendiciones espirituales sin cumplir con las condiciones que el mismo Dios ha establecido. Santiago y Juan pensaron que con tan solo pedirlo, ellos ocuparían los puestos más encumbrados en el reino de Dios. ¡Oh, cuánto distaban de entender su situación! No comprendieron que antes de compartir la gloria de Cristo, ellos tenían que llevar su yugo y aprender a diario su mansedumbre y humildad.— Carta 22, 1902, pp. 9, 10 (al pastor J. E. White y esposa, lº de febrero de 1902). 2MI 42.3
Ha llegado el tiempo cuando debemos esperar que el Señor haga grandes cosas por nosotros. Nuestros esfuerzos no deben declinar ni debilitarse. Debemos crecer en la gracia y en el conocimiento del Señor. Antes de que concluya la obra y se complete el sellamiento del pueblo de Dios, debemos recibir el derramamiento del Espíritu Santo. Los ángeles del cielo estarán en nuestro medio. Deseo que ustedes y sus familias tengan parte en esta obra final. El momento presente es para que nos preparemos para el cielo, todos debemos andar en armonía con todos los mandamientos de Dios [...]. 2MI 42.4
A través del estudio de la Palabra el carácter puede ser completamente transformado. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas» [2 Cor. 5: 17J. Los frutos del Espíritu se manifestarán mediante un refinamiento y una genuina santidad. El egoísmo será expulsado de la vida. El amor, el gozo, la paz, la paciencia y la benignidad se pondrán de manifiesto en la vida.— Carta 30, 1907, pp. 24 (a N. D. Faulkhead, 5 de febrero de 1907). 2MI 43.1
Por medio de su obra en la tierra, Cristo levanta el velo que oculta al mundo invisible de nuestra vista y revela el poder de Dios que actúa constantemente para nuestro beneficio. Al ministerio que él realizó en la tierra se le dio continuidad tras su ascensión al cielo. A través de su representante, el Espíritu Santo, Dios en Cristo sigue ministrando a la humanidad. 2MI 43.2
Antes de ascender al cielo, Cristo prometió a sus discípulos: «Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros» [Juan 14: 16, 17]. 2MI 43.3
Esta promesa se cumplió rápidamente en los que la reclamaron por fe. Tras la ascensión de Cristo, los discípulos se reunieron con un mismo sentir. Pasaron diez días escudriñando sus corazones y examinando sus vidas, cada uno revisando su propio caso, era una obra individual. Una vez que los discípulos elevaron sus súplicas con humildad a Dios, sus diferencias desaparecieron y comenzaron a unirse. Así se preparó la vía para que el Espíritu Santo entrara en los templos del alma que habían sido limpiados y consagrados. Cada corazón fue lleno del Espíritu, cuya presencia se manifestó en forma abundante y poderosa, como si hubiera estado refrenada durante siglos. 2MI 43.4
Si todos estaban dispuestos a recibirlo, todos serían llenos del Espíritu. Cuando el pueblo de Dios crea, cuando dirija su atención a lo que es verdadero, vivo y real, el Espíritu Santo será derramado en poderosos raudales celestiales sobre la iglesia.— Manuscrito 21, 1900, pp. 7, 8, 9 («God’s Love Manifested» [La manifestación del amor de Dios], 16 de febrero de 1901). 2MI 43.5
Los cristianos han de poner a un lado sus diferencias, entregarse a Dios y trabajar por la salvación de los perdidos. Deben pedir con fe la bendición, y esta llegará. El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue la «lluvia temprana”, y sus resultados fueron gloriosos. Pero la lluvia tardía será más abundante. 2MI 44.1
Cristo definió con mucha claridad la obra del Espíritu. «No hablará por su propia cuenta», dijo. Luego agregó: «Él me glorificará” [Juan 16: 13, 14]. Así como Cristo vino a glorificar al Padre, revelando su amor infinito, también el Espíritu vino a glorificar a Cristo. 2MI 44.2
«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» [Juan 3: 16]. La medida del amor de Dios es la medida de su poder.— Carta 213, 1903, p. 5 (a «Mis estimados amigos en Berrien Springs”, 9 de octubre de 1903). 2MI 44.3
En la antigüedad era pecado ofrecer sacrificios en el altar equivocado, o encender incienso en un fuego extraño. Estamos en peligro de mezclar lo sagrado y lo común. El fuego santo de Dios debe ser utilizado en nuestras ofrendas. El verdadero altar es Cristo, y el fuego genuino es el Espíritu Santo. Al Espíritu Santo le corresponde inspirarnos, enseñarnos, dirigirnos, guiarnos y hacer de nosotros consejeros confiables. Si nos apartamos de los escogidos de Dios estaremos en peligro de consultar a dioses extraños o de ofrendar en un altar extraño [...]. 2MI 44.4
El sermón más poderoso de nada servirá a menos que el Espíritu instruya e ilumine a los oyentes. Salvo que el Espíritu obre en nosotros y mediante nosotros, las almas no serán salvadas, ni los caracteres serán transformados por la lectura de las Escrituras. La elaboración de planes y estrategias para la obra no deberían llamar la atención sobre el yo. La Palabra es un poder, una espada en nuestras manos; pero en el Espíritu Santo radica su eficiencia, su poder para impresionar el corazón. «Todos serán enseñados por Dios» [Juan 6: 45]. Es Dios el que hace que la luz brille en nuestros corazones. ¿Recordarán mis hermanos pastores que es fundamental que Dios sea reconocido como la fuente de nuestra fortaleza, y el Espíritu como el Consolador? La razón principal por la que Dios puede hacer tan poco por nosotros es que olvidamos que la fortaleza moral proviene de nuestra cooperación con el Espíritu Santo. 2MI 44.5
El Espíritu está constantemente dándole al alma vislumbres de las cosas de Dios. Una presencia divina parecería flotar en el ambiente, luego si la mente responde, si la puerta del corazón es abierta, Jesús morará en nosotros. El poder del Espíritu obrará en el corazón haciendo que la voluntad se incline a Jesús mediante una fe viva y una completa dependencia del poder divino, para desear y cumplir sus mandatos. El Espíritu toma las cosas de Dios, tan pronto como el alma decide y actúa de acuerdo con la luz revelada.— Carta 135, 1898, pp. 2, 3 (a G. B. Starr, s. f.). 2MI 44.6
* * *
Encontramos un abundante almuerzo esperando por nosotros, y todos parecían comer con gran gusto. Después de la cena nos dirigimos a la orilla del río, y los hermanos Starr, Mackensey y Collins se sentaron en un bote; los hermanos Daniells, McCullagh y Reekie subieron a un bote más grande; y Willie White, Emily Campbell y yo nos subimos en otro. Viajamos varias millas por el agua. Aunque el arroyo se llama Dora Creek, parece un río porque es ancho y profundo. El agua es un poco salada, aunque pierde su salinidad al llegar a la zona que estamos explorando. Para navegar corriente arriba necesitamos dos remeros. Yo diría que aquello no era un arroyo, sino un río profundo y estrecho; y el agua era hermosa [...]. El paseo en bote me resultó muy agradable, aunque los remeros tuvieron que turnarse para descansar. En el camino pasamos por varias granjas de unos cuarenta acres de extensión [...]. 2MI 45.1
No puedo pensar ni siquiera por un momento que aquel terreno que producía árboles tan grandes fuera de mala calidad [...]. Si la gente de ese país se tomara el trabajo de sembrar como en los Estados Unidos, ellos podrían obtener excelentes cosechas de frutas, granos y hortalizas al igual que allá [...]. 2MI 45.2
Mientras estábamos sentados en un tronco, mi mente no paraba de generar planes [...]. No veía nada malo en aprovechar la oportunidad de comprar ese terreno, pero nuestro grupo regresó e interrumpió mi planificación de fe [...]. 2MI 45.3
Con poco entusiasmo recogimos nuestras mantas y almohadones y nos dirigimos al bote, y allí se nos unió el grupo que había estado explorando. Regresaron de su recorrido con una impresión más favorable de la que hasta allí habían recibido. Habían encontrado un terreno excelente, el mejor que hasta la fecha habían visto, y pensaron que era un lugar adecuado para establecer la escuela. Hallaron un arroyo con agua fresca, fría y de buen sabor, la mejor que habían probado. 2MI 45.4
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Material solicitado para un artículo de la Review and Herald, para el Día del Espíritu de Profecía, 10 de abril de 1958. En sentido general, aquel día de exploración hizo que tuvieran una opinión más favorable de dicho lugar, cambiando su actitud previa.— Carta 82, 1894, pp. 25 (al pastor J. E. White y esposa, 10 de mayo de 1894).
Se ha dado un falso testimonio respecto a este terreno. Dios puede preparar un banquete en el desierto.— Carta 350, 1907, p. 3 (al pastor J. E. White y esposa, 22 de octubre de 1907). 2MI 46.1
Es un privilegio comer todas las naranjas que se nos antoje. Yo utilizo el jugo de limón en forma abundante. Es lo mejor para el reumatismo, para la cabeza y para el paludismo.— Carta 119, 1896, p. 3 (a «Hijos”, 31 de julio de 1896). 2MI 46.2
Patrimonio White,
1958