Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209)
Manuscrito 176 - La gloria de Europa: Los Alpes
Estaba tan cansada que me recosté en el asiento y dormí dos horas, y al hacerlo me perdí una parte interesante del paisaje, pero aprovechamos cuanto pudimos del resto del viaje. 3MI 183.1
Era grandioso y magnífico. Había lagos, desfiladeros, cañones y rocas imponentes, algunas de aspecto notable. Unos picos montañosos se elevaban por encima de otros. Algunos adornados de árboles, algunos cultivados hasta la misma cumbre. El camino hasta ellas iba haciendo zigzag, y cómo podían construir sus casas y crear sus huertos y vivir a tanta altura era un misterio para nosotros. Había capi- llas construidas en lo alto de las montañas y había aldeas enclavadas en las gargantas de las cordilleras. 3MI 183.2
Estas montañas con rocas imponentes tan elevadas, de toda forma y de inmensa magnitud, nos llevaron, al contemplarlas, a tener pensamientos profundos y solemnes sobre Dios. Estas son sus obras, prueba de la grandeza de su poder. Ha afirmado los montes, ciñéndolas con su poder, y solo el 3MI 183.3
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Del diario de Elena G. de White, escrito el 15 de diciembre de 1885, en el viaje de vuelta de Italia a Suiza. brazo de Dios puede moverlas de su lugar. Alzándose ante nosotros en su grandeza, nos señalan al cielo, a la majestad de Dios, diciendo: «Él no cambia”. En él no hay mudanza ni sombra de variación. Su ley fue pronunciada en el monte Sinaí en medio del trueno, el fuego y el humo, que ocultaba su imponente majestad y gloria. Pronunció su santa ley con voz como de trompeta. Los rayos relampaguearon, los truenos retumbaron, sacudiendo la grandiosa antigua montaña desde la cima hasta su base misma. Estamos llenos de asombro. Nos encanta contemplar la grandeza de las obras de Dios, y nunca nos cansamos. He aquí una cordillera que se extiende a lo largo de un continente con sus montañas apiladas una encima de otra como una pared maciza irregular que llega incluso por encima de las nubes. Ese Dios que mantiene la montaña en su sitio nos ha dado promesas que son más inmutables que estas grandiosas montañas antiguas. La Palabra de Dios permanecerá para siempre de generación en generación. 3MI 183.4
Si el hombre satisface las condiciones, Dios cumplirá su parte, aunque los cimientos de la tierra se hagan pedazos y los cielos desaparezcan. La Palabra de Dios, la voluntad de Dios en su ley, permanece inalterable, eterna. El Dios de las montañas es nuestra defensa, nuestra torre fortificada. Hallaremos en él ayuda y fuerza para hacer siempre su voluntad. Vemos las colinas perpetuas y la gloria que las inunda desde los cielos, y queremos orar y adorar al Dios vivo que creó todas estas maravillas. Vemos colinas, montañas y valles y adoramos al Señor Dios de los ejércitos. Queremos fe. Queremos alabanza en nuestro corazón, porque Dios vive para siempre. Sus palabras de promesa son tan inmutables como sus montañas. 3MI 184.1
La Palabra de Dios, la bendita guía dada al hombre, declara sobre estas grandes e imponentes montañas rocosas que han soportado la tormenta y la borrasca, el torrente y el fragor de los vientos: «Los montes se moverán y los collados temblarán, pero no se apartará su misericordia ni el pacto de paz se romperá del corazón que confía en él con completa paz”. La cordillera que cubre tanto espacio con rocas peladas y nieves eternas es un almacén de fertilidad para las llanuras. Los preciosos elementos del valle se nutren de estas montañas eternas. Los Alpes de Europa son la gloria de esta. Los tesoros de las colinas envían sus bendiciones a millones de personas. Vemos numerosas cataratas que se precipitan desde las cimas de los montes a los valles a sus pies. 3MI 184.2
Estas montañas, para mí, son significativas. Aunque ocultos, arden en ellas incendios subterráneos. Cuando los malvados hayan colmado su copa de iniquidad, el Señor saldrá de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra. Mostrará la grandeza de su poder. El supremo Mandatario del universo revelará a los que han invalidado su ley que su autoridad se mantendrá. No se agotarán todas las aguas del océano, ni los incendios que el Señor prenderá. El terremoto hace a la tierra temblar, a las rocas salirse de su sitio, a las colinas y al suelo firme sacudirse bajo la pisada de la Omnipotencia, y, una vez más, el Señor sacudirá no solo la tierra, sino también los cielos. Hay un mar de fuego bajo nuestros pies. Hay un homo candente en estas antiguas montañas rocosas. La montaña que arroja sus llamaradas nos dice que el gran horno está prendido, aguardando a la palabra de Dios para envolver a la tierra con sus llamas. ¿No temeremos y temblaremos ante él?— Manuscrito 29, 1885, pp. 15-17 (apuntes del diario de Elena G. de White, «Primera visita a Italia”, 26 de noviembre a 15 de diciembre de 1885). 3MI 184.3
Cuando nuestro Creador formó el mundo para que fuera morada del ser humano, sus planes fueron preparados por el Dios de la sabiduría para contribuir a las necesidades metales, así como físicas, del hombre. El gran Arquitecto ha formado y modelado las escenas de la naturaleza para que puedan tener una influencia significativa en el carácter intelectual y moral del ser humano. Estas han de ser la escuela de Dios para educar la mente y a los principios. Aquí la mente puede tener un vasto campo de estudio en la manifestación de las obras majestuosas del Infinito. 3MI 185.1
Las rocas están entre las cosas preciosas de la tierra, que contienen tesoros de sabiduría y conocimiento. En las rocas y las montañas está registrado el hecho de que Dios sí destruyó a los malvados de la faz de la tierra por un diluvio, y la superficie quebrada de la tierra revela, en las rocas gigantescas y las montañas imponentes, que el poder del Señor hizo esto debido a la maldad del hombre en la transgresión de su ley. El paisaje siempre cambiante que el ojo percibe es la obra del Dios de la sabiduría, para que en sus extraordinarias obras los hombres puedan discernir que hay un Dios vivo cuyo poder es ilimitado. Las obras maravillosas de majestad son para refinar el alma y para suavizar la tosquedad de la naturaleza del hombre, para ayudarlo en la edificación del carácter.— Manuscrito 73, 1886, pp. 2, 3 (elementos descriptivos varios. Fragmento biográfico, 1886. Sin más fechas). 3MI 185.2
Patrimonio White,
agosto de 1965