El Camino A Cristo

11/14

Capítulo 10 - Cómo Conocer A Dios

SON MUCHAS las formas en que Dios está procurando dársenos a conocer y ponemos en comunión con él. La naturaleza habla sin cesar a nuestros sentidos. El corazón receptivo será impresionado con el amor y la gloria de Dios tal como se revelan en las obras de sus manos. El oído atento podrá escuchar y entender las comunicaciones de Dios a través de las cosas de la naturaleza. Los campos verdes, los árboles majestuosos, los capullos y las flores, la nube que pasa, la lluvia que cae, el arroyo que murmura, las glorias de los cielos, [todas estas cosas] hablan a nuestro corazón y nos invitan a conocer al Ser que las hizo. CC 84.1

Nuestro Salvador entrelazó sus preciosas leccio-nes con las cosas de la naturaleza. Los árboles, los pájaros, las flores de los valles, las colinas, los lagos y los hermosos cielos, así como los incidentes y las circunstancias de la vida diaria, todo fue ligado a las palabras de verdad, con el propósito de que sus lec-ciones fuesen así traídas a menudo a la mente, aun en medio de las ansiosas ocupaciones de la vida de trabajo del hombre. CC 84.2

Dios quiere que sus hijos aprecien sus obras y se deleiten en la sencilla y tranquila hermosura con que él ha adornado nuestra morada terrenal. El es amante de lo bello y, sobre todo, ama la belleza del carácter, que es más atractiva que todo lo externo; y quiere que cultivemos la pureza y la sencillez, las apacibles gracias de las flores. CC 84.3

Si tan sólo queremos escuchar, las obras que Dios ha creado nos enseñarán preciosas lecciones de obe-diencia y confianza. Desde las estrellas que en su carrera por el espacio sin huellas siguen de siglo en siglo sus sendas asignadas, hasta el átomo más dimi-nuto, las cosas de la naturaleza obedecen la voluntad del Creador. Y Dios cuida y sostiene todas las cosas que ha creado. El que sustenta los innumerables mundos diseminados por la inmensidad, también tiene cuidado del gorrioncillo que entona sin temor su humilde canto. Cuando los hombres van a su trabajo diario o están orando, cuando descansan a la noche o se levantan por la mañana, cuando el rico banquetea en su palacio o el pobre reúne a sus hijos alrededor de su escasa mesa, el Padre celestial vigila tiernamente a todos. No se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay sonrisa que para él pase inadvertida. CC 85.1

Si creyéramos plenamente esto, toda ansiedad indebida desaparecería. Nuestra vida no estaría tan llena de desengaños como ahora; porque cada cosa, grande o pequeña, sería dejada en las manos de Dios, quien no se confunde por la multiplicidad de cuidados ni se abruma por su peso. Entonces gozaríamos del reposo del alma, al cual muchos han sido extraños por largo tiempo. CC 85.2

Cuando tus sentidos se deleiten en las atractivas bellezas de la Tierra, piensa en el mundo venidero que jamás conocerá mancha de pecado ni de muerte; donde la faz de la naturaleza no llevará más la sombra de la maldición. Represéntese tu imaginación el hogar de los salvados, y entonces recuerda que será más gloriosa que cuanto pueda figurarse la más brillante imaginación. En los variados dones de Dios en la naturaleza vemos apenas el reflejo más pálido de su gloria. Está escrito: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que jamás entraron en pensamiento humano, [son] las cosas grandes que ha preparado Dios para los que le aman”. 1 CC 85.3

El poeta y el naturalista tienen muchas cosas que decir acerca de la naturaleza, pero es el cristiano el que goza de la belleza de la tierra con mayor sensibilidad, porque reconoce la obra de la mano de su Padre y percibe su amor en la flor, el arbusto y el árbol. Nadie podrá apreciar plenamente el significado de la colina y el valle, del río y el mar, si no los mira como una expresión del amor de Dios hacia el hombre. CC 86.1

Dios nos habla a través de sus obras providencia-les y por medio de la influencia de su Espíritu sobre el corazón. En nuestras circunstancias y nuestros ambientes, en los cambios que suceden diariamente alrededor de nosotros, podemos encontrar preciosas lecciones si nuestro corazón está abierto para discernirlas. El salmista, rastreando la obra de la Providencia divina, dice: “La tierra está llena de la misericordia de Jehová”. 2 “¡Quien sea sabio, observe estas cosas; y consideren todos la misericordia de Jehová!” 3 CC 86.2

Dios nos habla en su Palabra. En ella tenemos en líneas más claras la revelación de su carácter, de su trato con los hombres y de la gran obra de la reden-ción. En ella se despliega delante de nosotros la his-toria de los patriarcas y profetas, y de otros santos hombres de la antigüedad. Ellos eran hombres sujetos “a las mismas debilidades que nosotros”. 4 Vemos cómo lucharon continuamente con desalientos como los nuestros, cómo cayeron bajo tentaciones como hemos caído nosotros y, sin embargo, cobraron nuevo valor y vencieron por la gracia de Dios; y con-templándolos, nos animamos en nuestro esfuerzo en pos de la justicia. Al leer el relato de los preciosos experiencias que se les permitió pasar; de la luz, el amor y la bendición que les tocó gozar; y de la obra que hicieron por la gracia a ellos dada, el espíritu que los inspiró enciende en nuestro corazón un fuego de santa emulación y un deseo de ser semejantes a ellos en carácter; de caminar con Dios como ellos. CC 87.1

Jesús dijo de las Escrituras del Antiguo Testamento -¡y cuánto más cierto es esto acerca del Nuevo Testamento!-: “Ellas son las que dan testi-monio de mí”, 5 el Redentor, el Ser en quien están centradas tus esperanzas de vida eterna. Sí, la Biblia entera nos habla de Cristo. Desde el primer registro de la creación -de la cual se dice: “Sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” 6- hasta la última promesa -“¡Vengo pronto!” 7- leemos acerca de sus obras y escuchamos su voz. Si deseas conocer al Salvador, estudia las Santas Escrituras. CC 87.2

Llena todo tu corazón con las palabras de Dios. Son el agua viva que apagará tu ardiente sed. Son el pan vivo que descendió del cielo. Jesús declara: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Y al explicarse dice: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”. 8 Nuestros cuerpos viven de lo que comemos y bebemos; y lo que sucede en el mundo natural sucede en el espiritual: aquello en lo que meditamos es lo que da tono y vigor a nuestra naturaleza espiritual. CC 88.1

El tema de la redención es un tema que los ángeles desean escudriñar; será la ciencia y el canto de los redimidos a lo largo de las interminables edades de la eternidad. ¿No es un pensamiento digno de atención y estudio ahora? La infinita misericordia y el amor de Jesús, el sacrificio hecho en favor de nosotros, nos demanda la más seria y solemne reflexión. Deberíamos espaciamos en el carácter de nuestro querido Redentor e Intercesor. Deberíamos meditar sobre la misión de quien vino a salvar a su pueblo de sus pecados. Cuando así contemplemos los asuntos celestiales, nuestra fe y amor serán más fuertes y nuestras oraciones cada vez más aceptables a Dios, porque se mezclarán más y más con fe y amor. Serán inteligentes y fervientes. Habrá una confianza más constante en Jesús, y una experiencia viva y diaria en su poder para salvar completamente a todos los que van a Dios por medio de él. CC 88.2

A medida que meditemos en las perfecciones del Salvador, desearemos ser enteramente transformados y renovados conforme a la imagen de su pureza. Nuestro ser tendrá hambre y sed de llegar a ser semejante al Ser a quien adoramos. Mientras más concentremos nuestros pensamientos en Cristo, más hablaremos de él a otros y lo representaremos ante el mundo. CC 88.3

La Biblia no fue escrita sólo para el hombre eru-dito; al contrario, fue destinada a la gente común. Las grandes verdades necesarias para la salvación están presentadas con tanta claridad como la luz del mediodía; y nadie equivocará o perderá el camino, salvo los que sigan su propio juicio en vez de la vo-luntad divina tan claramente revelada. CC 89.1

No debemos aceptar el testimonio de ningún hombre en cuanto a lo que enseñan las Escrituras, sino que debemos estudiar las palabras de Dios por nosotros mismos. Si dejamos que otros piensen por nosotros, nuestra energía quedará mutilada y nuestras aptitudes serán limitadas. Las nobles facultades de la mente pueden atrofiarse tanto por la falta de ejercitación en temas dignos de su concentración, que lleguen a perder su habilidad para captar el sig-nificado profundo de la Palabra de Dios. La mente se ensanchará si se la emplea en investigar la relación de los temas de la Biblia, comparando texto con texto y lo espiritual con lo espiritual. CC 89.2

No hay nada mejor diseñado para fortalecer el intelecto que el estudio de las Escrituras. Ningún libro es tan poderoso para elevar los pensamientos, para dar vigor a las facultades, como las enormes y ennoblecedoras verdades de la Biblia. Si se estudiara la Palabra de Dios como es debido, los hombres tendrían una amplitud de mente, una nobleza de ca-rácter y una firmeza de propósito pocas veces visto en estos tiempos. CC 89.3

Pero obtendremos poquísimo beneficio de una lectura precipitada de las Escrituras. Uno puede leer toda la Biblia y, sin embargo, quedarse sin ver su be-lleza o comprender su sentido profundo y oculto. Un pasaje estudiado hasta que su significado nos parezca claro en la mente y sean evidentes sus relaciones con el plan de la salvación, es de mucho más valor que la lectura cuidadosa de muchos capítulos sin un propó-sito determinado y sin obtener ninguna instrucción positiva. Ten tu Biblia a mano, y cuando tengas opor-tunidad, léela; retén los textos en tu memoria. Aun cuando caminas por las calles puedes leer un pasaje y meditar en él, hasta que se grabe en la mente. CC 90.1

No podemos obtener sabiduría sin atención di-ligente y sin estudio con oración. Algunas porciones de la Escritura son en verdad demasiado claras como para ser malinterpretadas; pero hay otras cuyo significado no está en la superficie como para que se vea a primera vista. Se debe comparar pasaje con pasaje. Debe haber un escudriñamiento cuidadoso y una reflexión acompañada de oración. Tal estudio será ricamente recompensado. Así como el minero descubre vetas de precioso metal ocultas debajo de la superficie de la tierra, así también el que perseverantemente investiga la Palabra de Dios como si buscara tesoros ocultos encontrará verdades de inmenso valor, las cuales están ocultas de la vista del buscador descuidado. Las palabras de la inspiración, reflexionadas en el corazón, serán como ríos de agua que manan de la fuente de la vida. CC 90.2

Nunca se debe estudiar la Biblia sin oración. Antes de abrir sus páginas debemos pedir la iluminación del Espíritu Santo, y nos será dada. Cuando Natanael vino a Jesús, el Salvador exclamó: “¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!” Natanael le dijo: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. 9 Así también nos verá Jesús en los lugares secretos de oración, si lo buscamos para que nos dé luz para saber qué es la verdad. Los ángeles del mundo de luz estarán con los que busquen con humildad de corazón la dirección divina. CC 91.1

El Espíritu Santo exalta y glorifica al Salvador. Es su oficio presentar a Cristo, la pureza de su justicia y la gran salvación que tenemos gracias a él. Jesús dice: Él “tomará de lo mío y os lo hará saber”. 10 El Espíritu de verdad es el único maestro eficaz de la verdad divina. ¡Cuánto debe estimar Dios a la raza humana, siendo que dio a su Hijo para que muriera por ella y manda su Espíritu para que sea el maestro y continuo guía del hombre! CC 91.2