Mensajera del Señor

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El peso de la evidencia

Toda revelación divina, por virtud del proceso [de su manifestación], viene en un envase falible. Debido a que el mensaje viene en un recipiente imperfecto, Dios mismo nos invita a pesar la evidencia: “Vengan, vamos a discutir este asunto” (Isa. 1:18, V. Popular). MDS 520.3

Cuando Dios nos invita a razonar o discutir con él, no está haciendo juegos de palabras; verdaderamente apela a nuestras habilidades para razonar. A menudo Elena de White desafía al lector a reconocer que las facultades de razonamiento santificadas tienen el propósito de hacemos “cristianos inteligentes”. Esto significa que “no se les pide [a los cristianos] que crean sin evidencias”. Al realizar esta investigación para creer, “debemos descartar todo escepticismo, toda exaltación de nuestras propias ideas. Debemos humillar nuestros corazones mediante el arrepentimiento... orar por una verdadera iluminación”. 32 MDS 520.4

Dios, leal a su naturaleza, no obliga, exige o fuerza a nadie a creer; él espera que los seres humanos respondan ante la evidencia suficiente. Nunca “forzará la fe”. 33 Elena de White resumió esto muy bien cuando dijo que aunque “Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él no quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la incredulidad”. 34 MDS 520.5

Este respeto por la responsabilidad humana mana de la decisión de Dios de hacer a los seres humanos “a su imagen” (Gén. 1:27). El amor, el respeto, la confianza, y cualquier otra emoción humana que implique confianza no puede ser forzada; de lo contrario, deja de ser lo que buscamos por encima de todas las cosas. Lo que se confía o un amor que se fuerza, es un contrasentido. Debido a que Dios quiere personas felices, convencidas, no juega a las escondidas; se asegura que tengamos suficientes evidencias en medio de las posibilidades del error humano. MDS 520.6

Una de las señales más seguras del mal ocurre cuando las personas “procuran violentar las conciencias” o cuando existe “el deseo de dañar y destruir a los que no aprecian nuestro trabajo u obran contrariamente a nuestras ideas”. No importa cuál pueda ser la motivación, la fuerza de cualquier tipo es la obra del maligno, no de Cristo. 35 MDS 520.7

Sin embargo, hemos notado en capítulos anteriores que las presuposiciones determinan la manera en que uno pesa la evidencia. Las presuposiciones impulsan a historiadores, hombres de ciencia y teólogos hacia conclusiones predeterminadas, a menudo inconscientemente. Por esta razón, ocasionalmente ocurren virajes en los paradigmas cuando los investigadores comienzan a ver repentinamente el mismo mundo a través de lentes diferentes (Copérnico, Einstein, Pasteur, etc.). Esos lentes son las presuposiciones que determinan la manera en que examinamos la evidencia. 36 Las “verdades” autoevidentes son generalmente teorías o paradigmas humanos que determinan cómo una persona pesa la evidencia. MDS 520.8

Por ejemplo, si se considera la Biblia como una antología de la historia judía, y las referencias a las intervenciones de Dios como mitos mediante los cuales los creyentes interpretan su experiencia religiosa, nunca se entenderá el mensaje de la Biblia como la autocomunicación de Dios con los seres humanos. Si se descartan los milagros porque no se cree en lo sobrenatural, nunca se entenderán las historias de los cuatro Evangelios. Eventos tales como la resurrección de Jesús tendrán que ser explicados en una manera un tanto artificial. Si Dios no interviene personalmente en los asuntos de la humanidad, entonces con toda seguridad la afirmación de Elena de White de ser su mensajera no puede tomarse seriamente. Y así sucesivamente. MDS 520.9

El principio epistemológico expuesto por Jesús se encuentra en toda investigación que requiera una respuesta moral: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Juan 7:17). 37 La búsqueda de autonomía y de creer lo que uno quiere creer es inherente a todo ser humano. Por lo tanto, “todos los que buscan motivos de duda los encontrarán. Y todos los que rehúsan aceptar la Palabra de Dios y obedecerla antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo de duda, no llegarán jamás a la luz”. 38 MDS 521.1