Mensajera del Señor

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Jaime White, la excepción sumamente visible

Como hemos notado en las páginas 54-56, desde 1844 Jaime White había estado realizando el trabajo de varios hombres. Cuando llegó a los 44 años estaba agotado. Había llevado la carga de la responsabilidad financiera cuando otros eran lentos para contribuir; casi sin ayuda había guiado a un “rebaño esparcido” para que llegase a ser una iglesia organizada con unidad doctrinal y un blanco común; su pluma se había convertido en un expositor notable de las claras enseñanzas del Evangelio; y para los demás era una fuente constante de aliento y de miras amplias. Pero no sabía cómo descansar ni era temperante en sus hábitos alimenticios. MDS 301.2

El 16 de agosto de 1865 sufrió su primer ataque de apoplejía después de una semana de tensión inusual y poco sueño. Estaba mental y físicamente exhausto, virtualmente incapacitado. Al comprender que se necesitaban procedimientos de emergencia cuando él no respondía al descanso en el hogar, Elena de White recordó que sus principios de reforma pro salud incluían un énfasis especial en la hidroterapia. Pero no sabía cómo funcionaría este principio en la práctica, especialmente para un problema tan serio como el de su esposo. De modo que a fines de septiembre de 1865, ella llevó a Jaime a “Nuestro Hogar”, una institución de salud en Dansville, Nueva York, que recalcaba los tratamientos hidropáticos y otras prácticas médicas que incluían métodos naturales en vez de la terapia convencional a través de drogas. 8 MDS 301.3

Al reflexionar sobre esta decisión, especialmente cuando algunos miembros de iglesia pensaban que no estaban realmente encomendando a Jaime a Dios en oración, Elena de White escribió: “Aunque no deseábamos menospreciar los medios que Dios había colocado a nuestro alcance para la recuperación de la salud, sentíamos que Dios estaba por encima de todo y que él había provisto el agua como su agente para que la usásemos a fin de auxiliar a la naturaleza maltratada para que recuperase sus energías exhaustas. Creíamos que Dios bendeciría los esfuerzos que estábamos haciendo para recuperar la salud. MDS 301.4

“No dudábamos de que Dios podía obrar un milagro y restaurar en un momento la salud y el vigor. Pero si él hiciera esto, ¿no estaríamos en peligro de transgredir nuevamente [sus leyes], abusando de nuestras fuerzas mediante el trabajo prolongado e intemperante, y atrayéndonos un estado de cosas aun peor? ” 9 MDS 301.5