Mensajera del Señor

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Eliminando el prejuicio

Al promover el crecimiento de la obra en Australia, cuando había apenas unos pocos centenares de adventistas, Elena de White mostró cómo podría derribarse el prejuicio “mediante la obra médico-misionera”: “ Hicimos un hospital de nuestra casa. Mi enfermera [Sara McEnterfer, la secretaria personal de la Sra. White] trató con éxito algunos casos difíciles que los médicos habían declarado incurables. Este trabajo no quedó sin recompensa. Se eliminaron las sospechas y el prejuicio. Se ganaron los corazones de las gentes y muchos aceptaron la verdad”. 40 MDS 225.3

A lo largo de los años la Sra. White dio instrucciones específicas sobre cómo determinadas personas, y a veces la iglesia como un cuerpo, debían cuidar de “los desafortunados, los ciegos, los cojos, los afligidos, las viudas, los huérfanos y los necesitados”. Ella dijo que a los cristianos que se compadecen de esas personas Cristo los considera “como observadores de los mandamientos, que tendrán vida eterna”. 41 MDS 225.4

Pero ella mantuvo en perspectiva este ministerio en favor de los desafortunados. Ella insistió en que “en la obra llevada a cabo en gran escala de alimentar a los desventurados que están en la pobreza” no debiera pasarse por alto a los miembros de iglesia que están luchando con dificultades. “Si conocisteis las circunstancias de este hermano y no hicisteis esfuerzos fervientes para aliviarlo, y convertir su opresión en libertad, no estáis obrando las obras de Cristo, y sois culpables delante de Dios. Escribo claramente, pues, por la luz que Dios me ha dado, hay una clase de obra que se descuida”. Ella calificó de ”celo mal orientado” el pasar por alto a los “que son domésticos de la fe y se permite que su clamor de angustia suba a Dios debido a sufrimientos que podríamos aliviar”. 42 MDS 225.5

Elena de White fue específica respecto a la responsabilidad del cristiano hacia las viudas con hijos, 43 los huérfanos y los padres adoptivos, 44 los ancianos45 y los ciegos. 46 MDS 225.6

En la década de 1890, el Dr. Kellogg estaba tratando de alcanzar a los desheredados sociales en Chicago. A lo largo de los años Elena de White se le había unido en proyec- tos similares. En 1898, sin embargo, ella le escribió 17 cartas, muchas de ellas concernientes al enfoque desequilibrado que prevalecía en las misiones de beneficencia que la Asociación Médico-Misionera y de Benevolencia estaba patrocinando “en una docena de grandes ciudades norteamericanas esparcidas desde Nueva York a San Francisco”. 47 “Debe hacerse trabajo constante en favor de los desheredados, pero este trabajo no debe convertirse en algo totalmente absorbente. No deben destinarse todos los recursos a esta obra porque hay otros que todavía no han recibido el mensaje... Nadie debería ahora visitar nuestras iglesias y pedirles recursos para sostener la obra de rescatar a los desheredados. Los medios para sostener esa obra debieran venir... de aquellos que no son de nuestra fe”. 48 MDS 225.7

Aunque Elena de White presentó continuamente el desafío de llevar el Evangelio a los perdidos, “no importa cuán bajos, caídos, deshonrados y envilecidos” 49 estén, pugnó claramente por mantener la perspectiva: “El Señor ha delineado nuestro modo de trabajar. Como pueblo no debemos imitar y caer en los métodos del Ejército de Salvación. Esta no es la obra que el Señor nos ha dado para hacer. Ni es nuestra obra condenarlos y hablar palabras duras contra ellos. Hay almas preciosas y abnegadas en el Ejército de Salvación... Los obreros del Ejército de Salvación están tratando de salvar a los que han sido desatendidos y a los oprimidos. No los desanimemos. Dejémosles hacer esa clase de trabajo mediante sus propios métodos y a su manera. Pero el Señor ha señalado claramente la obra que los adventistas del séptimo día deben hacer”. 50 MDS 226.1

Estas advertencias estaban dirigidas a la manera equivocada en que se conducía la obra misionera en las ciudades; necesitaba corrección, no desmantelamiento. Elena de White fue sumamente explícita respecto a la obra que debe hacerse en las ciudades y apoyó vigorosamente los centros evangelísticos con sus restaurantes, centros de distribución de publicaciones y, en algunos casos, lugares de alojamiento para los obreros involucrados en los centros. 51 MDS 226.2

Siempre que su consejo fue escuchado, “la participación adventista en las ciudades mantuvo el equilibrio. No se vio atrapada en el movimiento evangélico social (demasiado cargado en la base con humanitarismo) que se desarrolló en ese período; pero tampoco fue como el evangelicalismo conservador (demasiado pesado en la parte superior con evangelismo) que se desarrolló después de la Primera Guerra Mundial”. 52 MDS 226.3