Elena De White: Mujer De Visión
VISIÓN DEL MINISTERIO EN EL SANTUARIO CELESTIAL
Elena había estado en la parte del este de Maine sólo un corto tiempo cuando, en Exeter, recibió la significativa visión que describió en dos de las primeras cartas. Una, con fecha del 15 de febrero de 1846, fue dirigida a Enoch Jacobs; la otra, con fecha del 13 de julio de 1847, fue escrita a José Bates. Ella escribió lo siguiente en cuanto a esta visión: MV 29.7
Fue entonces cuando tuve una visión de Jesús levantándose de su trono intercesor y yendo al lugar santísimo como Esposo para recibir su reino (Carta 3, 1847). MV 30.1
Vi al Padre levantarse del trono y en un carruaje flamígero ir al Lugar Santísimo dentro del velo, donde se sentó... Vi un carruaje nebuloso con ruedas como fuego ardiente. Había ángeles rodeando totalmente al carruaje cuando éste llegó donde estaba Jesús; él se subió y fue llevado al Lugar Santísimo, donde el Padre estaba sentado. Entonces contemplé a Jesús mientras él estaba ante el Padre como el gran Sumo Sacerdote (Carta 1, 1846 [ver también The Day-Star, 14 de marzo, 1846]). MV 30.2
En su ministerio ella mencionó esta visión de tanto en tanto, porque confirmaba los resultados del estudio de la Biblia —de lo cual ella no sabía nada en ese entonces— realizado en el oeste del Estado de Nueva York por Hiram Edson y O. R. L. Crosier. En una carta a J. N. Loughborough, escrita el 24 de agosto de 1874, ella contó lo siguiente: MV 30.3
Fue en mi primer viaje al Este para relatar mis visiones que fue abierta ante mí la preciosa luz referente al santuario celestial y se me mostró la puerta abierta y cerrada. Creíamos que el Señor iba a venir pronto en las nubes del cielo. Se me mostró que debía hacerse una gran obra en el mundo en favor de los que no tenían la luz... Algunos me acusaban de decir que mi Señor demoraba su venida, especialmente los fanáticos. Vi que en 1844 Dios había abierto una puerta y ningún hombre podría cerrarla, y cerrado una puerta que ningún hombre podría abrir (Carta 2, 1874). MV 30.4
En el este de Maine, Elena estaba viajando y trabajando en un ambiente influenciado por los espiritualizadores que usando alegorías habían terminado con el cielo, Dios, Jesús y la esperanza del advenimiento. En la visión en Exeter a mediados de febrero a ella le pareció encontrarse en la presencia de Jesús, y estaba ansiosa de obtener respuestas a algunas preguntas vitales. MV 30.5
Pregunté a Jesús si su Padre tenía forma como él. Dijo que la tenía, pero que yo no podía contemplarla, porque, dijo: “Si llegases a contemplar la gloria de su persona, dejarías de existir” (PE, p. 54). MV 30.6
La espiritualización del cielo, de Dios, de Cristo y de la venida de Cristo yacía en el fundamento de muchas de las enseñanzas fanáticas que Dios llamó a Elena Harmon, de 17 años, a enfrentar en esos días formativos. Las visiones establecían firmemente la personalidad de Dios y de Cristo, la realidad del cielo, la recompensa de los fieles y la resurrección. Esta orientación segura salvó a la iglesia emergente. MV 30.7
En ese entonces una gran cantidad de personas se sentían amargadas y chasqueadas cuando pasó el tiempo predicho sin que ocurriese el evento que se esperaba. Para los tales se le dio a Elena un mensaje de buen ánimo y aliento. Ella les llamó la atención al hecho de que Dios había concedido al mundo más tiempo para prepararse para su venida; que la advertencia del juicio podría oírse más ampliamente; y que la gente podría ser probada con una luz mayor. Aunque no ocurrió el evento esperado (como en el caso de Jonás), el mensaje no obstante era de Dios y cumplió el propósito que Dios le había asignado. MV 31.1
Una luz ulterior sobre las profecías reveló el evento que en realidad ocurrió: el ingreso del Sumo Sacerdote en el Lugar Santísimo del santuario celestial para terminar la expiación de los pecados de la humanidad. MV 31.2