El Ministerio Médico

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Una norma elevada

En nuestros sanatorios debemos esforzarnos por exaltar una alta norma. Debe flamear siempre el estandarte de la verdad, la bondad y la utilidad. Los frutos bendecidos del árbol evangélico deben manifestarse en una consagración completa: en vidas santas. Todo verdadero obrero del Maestro debe ser como una ciudad asentada sobre un monte, que no se puede ocultar. Los médicos y administradores de nuestras instituciones de salud deben estar en guardia; de otro modo, negarán con certeza los principios de la verdad y de la justicia, que exaltan al Señor del cielo. Deben tener a Dios en el corazón, o darán a los demás un ejemplo que será para su ruina. MM 213.2

Ellos serán tentados a complacer los gustos y hábitos del pueblo no consagrado al traer innovaciones, y la bendición de Dios se quitará de la obra. Recordad siempre que a la vista de Dios un corazón manso y humilde constituye el verdadero valor, lo mismo que el ornato de un espíritu afable y apacible, lo que él considera de grande estima. Dios puede bendecir al humilde y al manso. Puede usarlos como instrumentos honrados para bendecir a otros; pues ellos le darán la gloria a él, a quien pertenece toda grandeza y poder. MM 214.1

Se requerirán tacto e ingeniosidad. Hay que estar constantemente alerta para enfrentar el prejuicio y vencer las dificultades. A menos que se adopte esta actitud, en nuestras instituciones no habrá paz, sino espada. Los obreros se ponen constantemente en contacto con otros que también llevan pesadas cargas; y todos necesitan iluminación divina. Tienen que manifestar el espíritu amante y generoso de Cristo. Serán probados. Su fe y amor, su paciencia y constancia, serán probados, pero Dios es su Ayudador.—Manuscrito 162, 1897. MM 214.2