El Ministerio Médico

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La oración por el enfermo

La oración por el enfermo es un asunto demasiado importante para que se maneje descuidadamente. Creo que debemos llevar todo al Señor, y darle a conocer todas nuestras debilidades y especificarle todas nuestras perplejidades. Cuando estemos acongojados, cuando estemos perplejos en cuanto a qué conducta seguir, que dos o tres que estén acostumbrados a orar se unan para rogar al Señor que su luz brille sobre ellos e imparta su gracia especial; y él respetará sus peticiones y contestará a sus oraciones. Si padecemos debilidades corporales, por supuesto que es consecuente confiar en el Señor, haciendo rogativas personales a nuestro Dios en nuestro propio caso, y si nos sentimos inclinados a solicitar a otros en quienes tenemos confianza que se unan a nosotros en oración a Jesús, quien es el Poderoso Sanador, seguramente la recibiremos, si la solicitamos con fe. Creo que somos demasiado faltos de fe, demasiado fríos y tibios. MM 19.3

Entiendo que el versículo de Santiago debe ponerse en práctica cuando una persona está enferma en su cama, si llama a los ancianos de la iglesia, y ellos ponen en práctica las directrices que se dan allí, ungiendo al enfermo con aceite en el nombre del Señor y orando por él la oración de fe. Leemos: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”. MM 20.1

Pero nuestro deber no consiste en llamar a los ancianos de la iglesia por cada pequeño malestar que sintamos, pues esto colocaría una carga sobre ellos. Si todos lo hicieran, su tiempo estaría completamente ocupado, y no podrían hacer nada más; pero el Señor nos da el privilegio de buscarlo en forma individual en oración ferviente, o de descargar el alma ante él, sin ocultar nada a Aquel que nos ha invitado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. ¡Oh, cuán agradecidos debemos sentirnos de que Jesús esté dispuesto a llevar todas nuestras dolencias, y lo puede hacer, fortaleciéndonos y sanando todas nuestras enfermedades si ha de ser para nuestro bien y para su gloria! MM 20.2

Algunos murieron en el tiempo de Cristo y en los días de los apóstoles porque el Señor sabía con exactitud que era lo mejor para ellos.—Carta 35, 1890. MM 20.3

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