El Ministerio Médico

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Dos clases de siervos

De un sermón predicado en Grimsby, lnglaterra, el 19 de septiembre de 1886.

En los últimos días habrá únicamente dos grupos; uno a la derecha y otro a la izquierda, y Cristo dice a uno: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.” Y ellos responden: “ ¿Cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?” Y Cristo dice: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Pero a los de la izquierda les dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. MM 174.1

Los del primer grupo tenían a Cristo entretejido en su carácter, y no eran conscientes de ninguna cosa que hubieran hecho. “Venid, benditos de mi Padre—es la bendición—, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Vemos entonces que Cristo identifica sus intereses con los del hombre caído. Se vuelve a los de la izquierda y les dice: “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces ellos le preguntan: “¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?” Y viene la respuesta: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”. No al mayor, sino al más pequeño. MM 174.2

Bien, ahora queremos traer a Cristo a nuestra vida diaria. Los que no habían alimentado al hambriento, o vestido al desnudo, o visitado al enfermo, no eran conscientes de ello, y ¿por qué? Porque se habían educado y se habían preparado en la escuela de la complacencia del yo, y el resultado fue que perdieron el cielo y el gozo de la eternidad que pudieron haber sido suyos si hubieran dedicado sus facultades a Dios.—Manuscrito 16, 1886. MM 175.1