La Historia de la Redención

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Capítulo 49—No se avanza como se debe

La reforma no terminó con Lutero, como algunos suponen. Debe continuar hasta el fin de la historia del mundo. El reformador tenía una gran obra que hacer al reflejar sobre los demás la luz que Dios había permitido que resplandeciera sobre él; pero no recibió toda la luz que se debía dar al mundo. Desde esa época hasta ahora continuamente ha estado brillando nueva luz sobre las Escrituras, y se han ido desarrollando constantemente nuevas verdades. HR 370.1

Lutero y sus colaboradores llevaron a cabo una noble tarea en favor de Dios; pero como salieron de la Iglesia Católica, como habían creído ellos mismos sus doctrinas y las habían defendido, no se podía esperar que descubrieran de golpe todos sus errores. Su obra consistió en quebrantar las cadenas de Roma y dar la Biblia al mundo; pero había importantes verdades que no descubrieron, y graves errores a los que no renunciaron. La mayor parte de ellos continuaron guardando el domingo junto con otras festividades católicas. Es verdad que consideraron que su observancia no se basaba en autoridad divina alguna, pero creyeron que había que guardarlo por ser un día de culto generalmente aceptado. Hubo algunos entre ellos, sin embargo, que honraron el sábado del cuarto mandamiento. Entre los reformadores de la iglesia debe darse un lugar de honor a los que se levantaron para vindicar una verdad generalmente ignorada, incluso por los protestantes, es a saber, los que sostuvieron la validez del cuarto mandamiento y la obligación de guardar el sábado de la Biblia. Cuando la Reforma rechazó las tinieblas que habían reposado sobre toda la cristiandad, aparecieron en muchos lugares los observadores del sábado. HR 370.2

Los que recibieron las grandes bendiciones de la Reforma no avanzaron por la senda tan noblemente trazada por Lutero. De cuando en cuando surgieron unos pocos fieles para proclamar nuevas verdades y poner en evidencia errores acariciados por largo tiempo, pero la mayoría, como los judíos de los días de Cristo o los católicos de los tiempos de Lutero, se contentaron con creer como sus padres y vivir como ellos vivieron. Por eso mismo la religión de nuevo degeneró en formalismo, y se retuvieron y albergaron algunos errores y supersticiones que debieran haber sido eliminados si la iglesia hubiera continuado avanzando a la luz de la Palabra de Dios. De ese modo el epíritu suscitado por la Reforma gradualmente murió, hasta que llegó a haber tanta necesidad de reforma en las iglesias protestantes como la había habido en la iglesia católica en tiempos de Lutero. Se manifestó el mismo espíritu de somnolencia, el mismo respeto por las opiniones de los hombres, la misma actitud de mundanalidad, el mismo reemplazo de las enseñanzas de la Palabra de Dios por teorías humanas. Se fomentaron el orgullo y la ostentación cubriéndolos con la capa de la religión. Las iglesias se corrompieron al aliarse con el mundo. De ese modo se degradaron los grandes principios por los cuales Lutero y sus colaboradores hicieron tanto y sufrieron tanto. HR 371.1

Cuando Satanás se dio cuenta de que había fracasado en su intento de aplastar la verdad por medio de la persecución, de nuevo recurrió al mismo plan de transigencia por medio del cual había producido la gran apostasía y la formación de la iglesia de Roma. Indujo a los cristianos a aliarse, esta vez no con los paganos, sino con quienes, al adorar al dios de este mundo, demostraron ser idólatras también. HR 372.1

Satanás ya no pudo mantener más la Biblia fuera del alcance de la gente; había sido puesta al alcance de todos. Pero indujo a miles a aceptar falsas interpretaciones y teorías carentes de fundamento, sin escudriñar las Escrituras para aprender la verdad por sí mismos. Corrompió las doctrinas de la Biblia, y logró que se arraigaran tradiciones que iban a provocar la ruina de millones. La iglesia sostenía y defendía esas tradiciones en lugar de luchar por la fe que una vez fue entregada a los santos. Y mientras permanecían totalmente inconscientes con respecto a su condición y a su peligro, la iglesia y el mundo rápidamete comenzaron a aproximarse al período más solemne e importante de la historia de la tierra, es a saber, el período de la manifestación del Hijo del hombre. HR 372.2