El Hogar Cristiano

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Capítulo 14—La verdadera conversión es necesaria

La religión asegura la felicidad—En la familia la religión es un poder admirable. La conducta del esposo hacia la esposa y de ésta para con él puede ser de tal carácter que hará de la vida en el hogar una preparación para ingresar en la familia del cielo.1 HC 81.1

Los corazones que están henchidos del amor de Cristo no pueden separarse mucho. La religión es amor, y el hogar cristiano es un lugar donde el amor reina y halla expresión en palabras y actos de bondad servicial y gentil cortesía.2 HC 81.2

Se necesita religión en el hogar. Únicamente ella puede impedir los graves males que con tanta frecuencia amargan la vida conyugal. Únicamente donde reina Cristo puede haber amor profundo, verdadero y abnegado. Entonces las almas quedarán unidas, y las dos vidas se fusionarán en armonía. Los ángeles de Dios serán huéspedes del hogar, y sus santas vigilias santificarán la cámara nupcial. Quedará desterrada la degradante sensualidad. Los pensamientos serán dirigidos hacia arriba, hacia Dios; y a él ascenderá la devoción del corazón.3 HC 81.3

En toda familia donde Cristo more, se manifestará tierno interés y amor mutuo; no un amor espasmódico que se exprese sólo en caricias, sino un amor profundo y permanente.4 HC 81.4

El cristianismo debe regirnos—El cristianismo debiera tener una influencia dominadora sobre la relación matrimonial; pero con demasiada frecuencia los móviles que conducen a esta unión no se ajustan a los principios cristianos. Satanás está constantemente tratando de fortalecer su poderío sobre el pueblo de Dios induciéndolo a aliarse con sus súbditos; y para lograr esto, trata de despertar pasiones impuras en el corazón. Pero en su Palabra el Señor ha indicado clara y terminantemente a su pueblo que no se una con aquellos en cuyo corazón no mora su amor.5 HC 81.5

Consejos a una pareja recién casada—El matrimonio es una unión para toda la vida y un símbolo de la unión entre Cristo y su iglesia. El espíritu que Cristo manifiesta hacia su iglesia es el espíritu que los esposos han de manifestar el uno para con el otro. Si aman a Dios en forma suprema, se amarán el uno al otro en el Señor; siempre se tratarán con cortesía y obrarán en cooperación. En su abnegación mutua y sacrificio de sí mismos, serán una bendición el uno para el otro. ... HC 82.1

Ambos necesitáis convertiros. Ni el uno ni el otro tenéis una idea correcta de lo que significa obedecer a Dios. Estudiad estas palabras: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, derrama.” Espero sinceramente que ambos llegaréis a ser verdaderos hijos de Dios, siervos a quienes él pueda confiar responsabilidades. Entonces tendréis paz, confianza y fe. Sí, ambos podéis ser cristianos, felices y consecuentes. Cultivad la agudeza de percepción, a fin de saber elegir lo bueno y rechazar lo malo. Estudiad la Palabra de Dios. El Señor Jesús quiere que os salvéis. Le ha preservado maravillosamente a Vd., hermano mío, para que su vida resulte útil. Haga con ella todas las buenas obras que pueda. HC 82.2

A menos que sintáis un ferviente deseo de llegar a ser hijos de Dios, no comprenderéis claramente cómo podéis ayudaros el uno al otro. Sed siempre tiernos y serviciales el uno para con el otro, renunciando a vuestros propios deseos y propósitos para haceros mutuamente felices. Podéis progresar día tras día en el conocimiento propio. Día tras día podéis aprender mejor a fortalecer los puntos débiles de vuestro carácter. El Señor Jesús será vuestra luz, vuestra fuerza, vuestra corona de regocijo, porque habréis sometido vuestra voluntad a la suya. ... HC 82.3

Necesitáis tener en vuestro corazón la gracia divina subyugadora. No codiciéis una vida de comodidad e inactividad. Todos los que están relacionados con la obra de Dios deben estar constantemente en guardia contra el egoísmo. Mantened vuestra lámpara aderezada y ardiendo. Entonces no seréis temerarios en vuestras palabras y acciones. Ambos seréis felices si procuráis agradaros mutuamente. Mantened cerradas las ventanas del alma hacia la tierra y abiertas las que miran hacia el cielo. HC 83.1

Hombres y mujeres pueden alcanzar una norma elevada, si tan sólo quieren reconocer a Cristo como su Salvador personal. Entregándolo todo a Dios, velad y orad. El saber que lucháis para obtener la vida eterna os fortalecerá y consolará a ambos. Habéis de ser luces en el mundo por vuestros pensamientos, palabras y actos. Disciplinaos en el Señor; porque él os ha confiado cometidos sagrados, que no podéis desempeñar debidamente sin esa disciplina. Por creer en Jesús, no sólo habéis de salvar vuestras almas, sino que por precepto y ejemplo debéis procurar salvar otras almas. Haced de Cristo vuestro modelo. Ensalzadle como al único que puede daros poder para vencer. Destruíd por completo la raíz del egoísmo. Magnificad a Dios, porque sois sus hijos. Glorificad a vuestro Redentor, y él os dará un lugar en su reino.6 HC 83.2