El Hogar Cristiano

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Capítulo 5—Un testimonio cristiano poderoso

Los mejores misioneros provienen de hogares cristianos—La mejor preparación para trabajar lejos, los misioneros del Maestro la reciben en la familia cristiana donde se teme y se ama a Dios, donde se le adora y la fidelidad ha llegado a ser una segunda naturaleza, donde no se permite desatender desordenadamente a los deberes domésticos, donde la serena comunión con Dios se considera esencial para el fiel cumplimiento de los deberes diarios.1 HC 29.1

Los deberes domésticos deben cumplirse sabiendo que si se ejecutan con el debido espíritu comunican una experiencia que nos habilitará para trabajar por Cristo de la manera más permanente y cabal. ¡Cuánto no podría lograr en los ramos de la obra misionera un cristiano vivo, al desempeñar fielmente los deberes diarios, al alzar su cruz y al no descuidar deber alguno, por mucho que desagrade a sus sentimientos naturales!2 HC 29.2

Nuestra obra por Cristo debe comenzar con la familia, en el hogar. ... No hay campo misionero más importante que éste. ... HC 29.3

Muchos han descuidado vergonzosamente el campo del hogar, y es tiempo de que se presenten recursos y remedios divinos para corregir este mal.3 HC 29.4

El deber más sublime que incumbe a las jóvenes es el que han de cumplir en sus propios hogares, al beneficiar a sus padres, hermanos y hermanas con afecto y verdadero interés. Allí es donde se puede manifestar abnegación y olvido propio, al cuidar a los demás y actuar en su favor. Nunca degradará este trabajo a una mujer. Es el cargo más sagrado y elevado que ella puede ocupar. ¡Qué influencia puede ejercer sobre sus hermanos! Si ella vive correctamente, puede determinar cuál será el carácter de sus hermanos.4 HC 29.5

Los que han recibido a Cristo deben revelar en el hogar lo que la gracia ha hecho en su favor. “A todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre.” Compenetra al verdadero creyente en Cristo una autoridad consciente que hace sentir su influencia en toda la familia. Resulta favorable para la perfección del carácter de todos sus miembros.5 HC 30.1

Un argumento irrebatible—Un hogar piadoso bien dirigido constituye un argumento poderoso en favor de la religión cristiana, un argumento que el incrédulo no puede negar. Todos pueden ver que una influencia obra en la familia y afecta a los hijos, y que el Dios de Abrahán está con ellos. Si los hogares de los profesos cristianos tuviesen el debido molde religioso, ejercerían una gran influencia en favor del bien. Serían, ciertamente, “la luz del mundo.” 6 HC 30.2

Los niños harán conocer los principios bíblicos—Los niños que hayan sido educados debidamente, que se deleiten en ser útiles, en ayudar a sus padres, comunicarán a cuantos los traten un conocimiento de ideas correctas y de los principios bíblicos.7 HC 30.3

Cuando nuestras propias casas sean lo que deben ser, no dejaremos que nuestros hijos crezcan en la ociosidad y la indiferencia con respecto a lo que Dios les pide que hagan en favor de los necesitados que los rodean. Como herencia del Señor, estarán calificados para emprender la obra donde están. De tales hogares resplandecerá una luz que se revelará en favor de los ignorantes, conduciéndolos a la fuente de todo conocimiento. Ejercerán una poderosa influencia por Dios y su verdad.8 HC 30.4

Ciertos padres, a quienes no se los puede alcanzar de otra manera, con frecuencia son alcanzados por sus hijos.9 HC 31.1

Una luz para los vecinos—Necesitamos más padres y cristianos radiantes. Nos encerramos demasiado en nosotros mismos. Con demasiada frecuencia privamos de alguna palabra de bondad y de aliento, o de alguna sonrisa alegre, a nuestros hijos o a los oprimidos y desalentados. HC 31.2

Padres, sobre vosotros recae la responsabilidad de llevar y comunicar luz. Brillad como luces en el hogar e iluminad la senda que vuestros hijos deben recorrer. Mientras lo hagáis, vuestra luz resplandecerá para los extraños.10 HC 31.3

De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor debe expresarse en hechos. Debe manifestarse en todas las relaciones del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el rocío de la mañana.11 HC 31.4

Resultados de la unión familiar—La primera obra de los cristianos consiste en estar unidos en la familia. Luego la obra debe extenderse hasta sus vecinos cercanos y lejanos. Los que hayan recibido la luz deben dejarla brillar en claros rayos. Sus palabras, fragantes con el amor de Cristo, han de ser sabor de vida para vida.12 HC 31.5

Cuánto más estrechamente estén unidos los miembros de una familia en lo que tienen que hacer en el hogar, tanto más elevadora y servicial será la influencia que ejerzan fuera del hogar el padre, la madre, los hijos y las hijas.13 HC 31.6

La bondad es más necesaria que un gran intelecto—La felicidad de las familias y las iglesias depende de las influencias ejercidas por el hogar. Del debido desempeño de los deberes en esta vida dependen intereses eternos. Lo que el mundo necesita no es tanto grandes intelectos como hombres buenos que sean una bendición en sus hogares.14 HC 31.7

Evítense los errores que puedan cerrar las puertas—Cuando la religión se manifieste en el hogar, su influencia se hará sentir en la iglesia y el vecindario. Pero algunos de los que profesan ser cristianos hablan con sus vecinos de las dificultades que tienen en su hogar. Relatan sus agravios de manera tal que despiertan simpatía hacia sí; pero es un grave error confiar nuestras dificultades a oídos ajenos, especialmente cuando nuestros agravios son inventados y existen por causa de nuestra vida irreligiosa y carácter defectuoso. Los que salen a exponer sus agravios particulares a otros obrarían mejor si quedasen en casa para orar, entregar su perversa voluntad a Dios, caer sobre la Roca y ser quebrantados y morir al yo a fin de que Jesús pudiese hacer de ellos vasos que le honren.15 HC 32.1

Una falta de cortesía, un momento de petulancia, una sola palabra dura, irreflexiva, manchará su reputación y puede impedirle el acceso a los corazones de tal manera que ya no pueda llegar hasta ellos.16 HC 32.2

El cristianismo del hogar resplandece—El esfuerzo para hacer del hogar lo que debe ser: un símbolo del hogar celestial, nos prepara para obrar en una esfera más amplia. La educación obtenida al manifestar tierna consideración unos hacia otros nos permite saber cómo tener acceso a los corazones necesitados de que se les enseñen los principios de la religión verdadera. La iglesia necesita toda la fuerza espiritual que pueda obtener, para que todos, y especialmente los miembros más jóvenes de la familia del Señor, sean guardados con todo esmero. La verdad vivida en el hogar se hace sentir en una obra hecha desinteresadamente fuera de él. El que vive el cristianismo en el hogar será en cualquier parte una luz resplandeciente.17 HC 32.3