El Hogar Cristiano

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Capítulo 50—El honor debido a los padres

Lo que el niño debe a sus padres—Los hijos deben sentir que tienen una deuda con sus padres que los han vigilado durante su infancia, y cuidado en tiempos de enfermedad. Deben darse cuenta de que sus padres han sufrido mucha ansiedad por ellos. Los padres piadosos y concienzudos han sentido especialmente el más profundo interés en que sus hijos eligiesen el buen camino. ¡Cuánta tristeza sintieron en sus corazones al ver defectos en sus hijos! Si éstos, que causaron tanto dolor a esos corazones, pudiesen ver el efecto de su conducta, se arrepentirían ciertamente de ella. Si pudiesen ver las lágrimas de su madre, y oír sus oraciones a Dios en su favor, si pudiesen escuchar sus reprimidos y entrecortados suspiros, sus corazones se conmoverían, y prestamente confesarían sus pecados y pedirían perdón.1 HC 264.1

Cuando los hijos lleguen a la edad adulta apreciarán al padre que trabajó fielmente y no les permitió que cultivasen sentimientos erróneos y cediesen a malos hábitos.2 HC 264.2

Una orden vigente para todos—“Honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.” Este es el primer mandamiento con promesa. Está en vigencia para los niños y los jóvenes, para los adultos y los ancianos. No hay época en la vida en que los hijos estén excusados de honrar a sus padres. Esta solemne obligación rige para cada hijo e hija y es una de las condiciones impuestas para que se prolongue su vida en la tierra que el Señor dará a los fieles. Este no es un asunto indigno de atención, sino que es de vital importancia. La promesa se hace a condición de que se obedezca. Si obedecéis, viviréis mucho tiempo en la tierra que Jehová vuestro Dios os da. Si desobedecéis, vuestra vida no se prolongará en aquella tierra.3 HC 264.3

Se debe a los padres mayor grado de amor y respeto que a ninguna otra persona. Dios mismo, que les impuso la responsabilidad de guiar las almas puestas bajo su cuidado, ordenó que durante los primeros años de la vida, los padres estén en lugar de Dios respecto a sus hijos. El que desecha la legítima autoridad de sus padres, desecha la autoridad de Dios. El quinto mandamiento no sólo requiere que los hijos sean respetuosos, sumisos y obedientes a sus padres, sino que también los amen y sean tiernos con ellos, que alivien sus cuidados, que escuden su reputación, y que les ayuden y consuelen en su vejez.4 HC 265.1

Dios no puede prosperar a los que obran en forma directamente contraria al deber que se especifica más claramente en su Palabra, el de los hijos para con sus padres. ... Si desprecian y deshonran a sus padres terrenales no respetarán ni amarán a su Creador.5 HC 265.2

Cuando los hijos tienen padres incrédulos, cuyas órdenes contradigan lo que Cristo requiere, entonces, por doloroso que sea, deben obedecer a Dios y confiarle las consecuencias.6 HC 265.3

Muchos violan el quinto mandamiento—En estos postreros días, los hijos se distinguen tanto por su desobediencia y falta de respeto, que Dios lo ha notado especialmente. Ello constituye una señal de que el fin se acerca y demuestra que Satanás ejerce un dominio casi completo sobre la mente de los jóvenes. Muchos no respetan ya las canas.7 HC 265.4

Hay muchos niños que profesan conocer la verdad y no tributan a sus padres el honor y afecto que se les debe, que manifiestan poco amor hacia ellos y no los honran cediendo a sus deseos o tratando de evitarles ansiedad. Muchos de los que profesan ser cristianos no saben lo que es “honra a tu padre y a tu madre,” y en consecuencia poco sabrán lo que significa “porque tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.”8 HC 265.5

En esta era de rebelión, los hijos no han recibido la debida instrucción y disciplina y tienen poca conciencia de sus obligaciones hacia sus padres. Sucede a menudo que cuanto más hacen sus padres por ellos, tanto más ingratos son, y menos los respetan. Los niños que han sido mimados y rodeados de cuidados, esperan siempre un trato tal; y si su expectativa no se cumple, se chasquean y desalientan. Esa misma disposición se verá en toda su vida. Serán incapaces, dependerán de la ayuda ajena, y esperarán que los demás los favorezcan y cedan a sus deseos. Y si encuentran oposición, aun en la edad adulta, se creen maltratados; y así recorren su senda por el mundo, acongojados, apenas capaces de llevar su propio peso, murmurando e irritándose a menudo porque todo no les sale a pedir de boca.9 HC 266.1

En el cielo no caben los hijos ingratos—Vi que Satanás ha cegado los intelectos de los jóvenes para que no puedan comprender las verdades de la Palabra de Dios. Tan embotada está su sensibilidad que no consideran las órdenes del santo apóstol: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra [nueva].” “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo; porque esto agrada al Señor.” Los hijos que deshonran y desobedecen a sus padres, y desprecian sus consejos e instrucciones, no pueden tener parte en la tierra renovada y purificada. Esta no será para el hijo o la hija que hayan sido rebeldes, desobedientes e ingratos. A menos que los tales aprendan a obedecer y someterse aquí, nunca lo aprenderán; la paz de los redimidos no será turbada por hijos desobedientes, revoltosos e insumisos. Nadie que viole los mandamientos puede heredar el reino de los cielos.10 HC 266.2

Debe manifestarse amor—He visto hijos que no parecen tener afecto que conceder a sus padres, ni les expresan el amor y cariño que les deben y que ellos apreciarían, pero prodigan afecto y caricias a los escogidos a quienes manifiestan preferencia. ¿Es esto lo que Dios quiere? No, no. Introducid en el círculo del hogar cuantos rayos de sol, amor y afecto os quepan. Vuestros padres apreciarán estas pequeñas atenciones que podáis otorgarles. Vuestros esfuerzos por aligerar las cargas, y por reprimir toda palabra de irritación e ingratitud, demuestran que no sois hijos irreflexivos, y que apreciáis el cuidado y el amor que os dieron durante los años de vuestra infancia desamparada.11 HC 267.1

Niños, es necesario que vuestras madres os amen. De lo contrario, seríais muy desgraciados. ¿No conviene asimismo que los hijos amen a sus padres, y revelen este amor por miradas y palabras agradables, así como por una cooperación alegre y cordial para ayudar al padre fuera de la casa y a la madre dentro de ella?12 HC 267.2

Hecho como para el Señor Jesús—Si sois verdaderamente convertidos e hijos de Jesús, honraréis a vuestros padres. No sólo haréis lo que os digan, sino que buscaréis oportunidades de ayudarles. Al obrar así, trabajáis para Jesús. El considera todas estas acciones atentas y serviciales como si las hubieseis hecho para él. Esta es la clase más importante de obra misionera; y los que son fieles en estos pequeños deberes diarios adquieren una experiencia valiosa.13 HC 267.3