El Hogar Cristiano

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Capítulo 32—Ocúpese el jardín del corazón

Los padres como jardineros—El Señor ha confiado a los padres una obra solemne y sagrada. Han de cultivar cuidadosamente el suelo del corazón. Pueden ser así colaboradores con Dios. El espera de ellos que guarden y atiendan cuidadosamente al jardín constituído por el corazón de sus hijos. Han de sembrar la buena simiente y quitar toda mala hierba. Es necesario eliminar todo defecto del carácter, toda mala disposición; porque si se les permite subsistir, mancillarán la belleza del carácter.1 HC 179.1

Padres, vuestro hogar es el primer campo en el que sois llamados a trabajar. Las preciosas plantas que hay en el jardín del hogar exigen vuestro primer cuidado. Habéis sido designados para velar por las almas como quienes han de dar cuenta. Considerad cuidadosamente vuestra obra, su naturaleza, su orientación y sus resultados.2 HC 179.2

Tenéis ante vuestra puerta un terrenito que cultivar, y Dios os tendrá por responsables de esta obra que confió a vuestras manos.3 HC 179.3

El cuidado del jardín—Prevalece en el mundo la tendencia a dejar a los jóvenes seguir la inclinación natural de su propia mente. Y los padres dicen que si los jóvenes son muy desenfrenados en su adolescencia se corregirán más tarde, y que cuando tengan dieciséis o dieciocho años razonarán por su cuenta, abandonarán sus malos hábitos y llegarán por fin a ser hombres y mujeres útiles. ¡Qué error! Durante años permiten que el enemigo siembre en el jardín del corazón; permiten que se desarrollen en él malos principios, y en muchos casos todo el trabajo que se haga para cultivar ese terreno no servirá para nada.... HC 179.4

Algunos padres han dejado a sus hijos adquirir malas costumbres, cuyos rastros podrán verse a través de toda la vida. Los padres son responsables de este pecado. Esos hijos pueden profesar ser cristianos, pero sin una obra especial de la gracia en el corazón y una reforma cabal en la vida, sus malas costumbres pasadas se advertirán en toda su experiencia y manifestarán precisamente el carácter que sus padres les permitieron adquirir.4 HC 180.1

No se debe permitir que los jóvenes aprendan lo bueno y lo malo sin discriminación, creyendo que en algún momento futuro lo bueno predominará y lo malo perderá su influencia. Lo malo crecerá más ligero que lo bueno. Es posible que después de muchos años sea desarraigado lo malo que hayan aprendido; pero ¿quién querrá correr riesgos al respecto? El tiempo es corto. Es más fácil y mucho más seguro sembrar semilla limpia y buena en el corazón de vuestros hijos que arrancar las malas hierbas más tarde. Resulta difícil borrar las impresiones hechas en las mentes juveniles. ¡Cuán importante es, pues, que esas impresiones sean correctas, a fin de que las facultades elásticas de la juventud se inclinen en la debida dirección!5 HC 180.2

La siembra y la eliminación de malezas—Durante los primeros años de la vida del niño, el suelo del corazón debe prepararse cuidadosamente para las lluvias de la gracia de Dios. Luego se han de sembrar con cuidado las semillas de la verdad y debe atendérselas con diligencia. Dios, quien recompensa todo esfuerzo hecho en su nombre, pondrá vida en la semilla sembrada; y aparecerá primero la hoja, luego la espiga y en ésta, al fin, el grano maduro. HC 180.3

Con demasiada frecuencia, debido a la perversa negligencia de los padres, Satanás siembra sus semillas en el corazón de los niños, y se produce una mies de vergüenza y pesar. El mundo carece hoy de verdadera bondad porque los padres no reunieron a sus hijos consigo en el hogar. No les evitaron la compañía de los descuidados y temerarios. Por lo tanto los hijos fueron al mundo y sembraron semillas de muerte.6 HC 180.4

La gran obra de instrucción, de desarraigar las malas hierbas inútiles y venenosas, es importantísima. Porque si se las deja estar, esas malas hierbas crecerán hasta ahogar las plantas preciosas de los principios morales y de la verdad.7 HC 181.1

Si un campo es dejado sin cultivo, aparecerá con seguridad una cosecha de hierbas nocivas que será muy difícil exterminar. Por lo tanto, es necesario trabajar el suelo y subyugar las malas hierbas antes que las plantas preciosas puedan crecer. Antes que puedan hacerlo, debe sembrarse con cuidado la semilla. Si las madres descuidan la siembra de buena semilla y luego esperan cosechar grano precioso, se chasquearán; porque segarán espinas y cardos. El diablo vela siempre, preparado para sembrar semillas que brotarán y darán una mies abundante que concuerde con su carácter satánico.8 HC 181.2

En lo que respecta a nuestros hijos, debemos ejercer una vigilancia perpetua. En cuanto nacen, Satanás, mediante sus múltiples artimañas, comienza a obrar con el genio y la voluntad de ellos. El que estén seguros depende de la sabiduría y del cuidado vigilante de los padres. En el amor y temor de Dios, deben esforzarse por ocupar de antemano el jardín del corazón, sembrando las buenas semillas de un espíritu recto, de hábitos correctos y del amor y temor de Dios.9 HC 181.3

Desarrollo de la belleza natural—Los padres y maestros deben procurar con todo fervor la sabiduría que Jesús está siempre dispuesto a darles; porque están tratando con mentes humanas en el momento más interesante e impresionable de su desarrollo. Deben procurar cultivar de tal manera las tendencias de los jóvenes, que en cada etapa de su vida puedan representar la belleza natural apropiada a ese período, desarrollándose gradualmente, como lo hacen las plantas y las flores en el jardín.10 HC 181.4