El Hogar Cristiano

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Capítulo 31—La seguridad mediante el amor

Poder del amor—Los agentes del amor tienen poder maravilloso, porque son divinos. La respuesta suave que “aparta el enojo,” el amor que “es sufrido y benigno,” el amor que “cubre una multitud de pecados;” si aprendiéramos esta lección ¡de qué poder sanador serían dotadas nuestras vidas! La vida sería transformada y la tierra llegaría a ser la misma semejanza y el goce anticipado del cielo. HC 174.1

Estas preciosas lecciones, enseñadas de un modo sencillo, pueden ser comprendidas hasta por los niñitos. El corazón del niño es tierno y fácilmente impresionable, y cuando nosotros, que somos mayores, lleguemos a ser “como niños,” cuando aprendamos la sencillez, la dulzura y el tierno amor del Salvador, no hallaremos difícil tocar el corazón de los pequeños y enseñarles el ministerio sanador del amor.1 HC 174.2

Desde un punto de vista mundano, el dinero es poder; pero desde el punto de vista cristiano, el amor es poder. Este principio entraña fuerza intelectual y espiritual. El amor puro tiene una eficacia especial para hacer el bien, y no puede hacer otra cosa que el bien. Evita la discordia y la desgracia y produce la felicidad más verdadera. Con frecuencia las riquezas ejercen influencia para corromper y destruir; la fuerza es poderosa para hacer daño; pero la verdad y la bondad son propiedades del amor puro.2 HC 174.3

El amor es una planta que debe ser nutrida—El hogar ha de ser el centro del afecto más puro y elevado. Cada día deben fomentarse con perseverancia la paz, la armonía, el afecto y la felicidad, hasta que estos bienes preciosos moren en el corazón de los que componen la familia. La planta del amor debe nutrirse cuidadosamente; de lo contrario morirá. Todo principio bueno debe ser cultivado si queremos que florezca en el alma. Debe ser desarraigado todo lo que Satanás planta en el corazón: la envidia, los celos, las malas sospechas, la maledicencia, la impaciencia, el prejuicio, el egoísmo, la codicia y la vanidad. Si se permite que permanezcan estos malos rasgos en el alma, darán frutos que contaminarán a muchos. ¡Oh, cuántos cultivan las plantas venenosas que matan los frutos preciosos del amor y contaminan el alma!3 HC 174.4

Recordemos nuestra propia infancia—No tratéis a vuestros hijos únicamente con severidad, olvidándoos de vuestra propia niñez, y olvidando que ellos no son sino niños. No esperéis de ellos que sean perfectos, ni tratéis de obligarlos a actuar como hombres y mujeres en seguida. Obrando así, cerraríais la puerta de acceso que de otra manera pudierais tener hacia ellos, y los impulsaríais a abrir la puerta a las influencias perjudiciales, que permitirían a otros envenenar sus mentes juveniles antes de advertir el peligro.... HC 175.1

Los padres no deben olvidar cuanto anhelaban en su niñez la manifestación de simpatía y amor, y cuán desgraciados se sentían cuando se les censuraba y reprendía con irritación. Deben rejuvenecer sus sentimientos, y transigir mentalmente para comprender las necesidades de sus hijos.4 HC 175.2

Necesitan palabras amables y alentadoras. ¡Cuán fácil es para la madre pronunciar palabras bondadosas y afectuosas que harán penetrar un rayo de sol en el corazón de los pequeñuelos y les harán olvidar sus dificultades!5 HC 175.3

Padres, manifestad amor a vuestros hijos: en la infancia, en la adolescencia y en la juventud. No les mostréis un rostro ceñudo, sino siempre alegre.6 HC 175.4

Mantenedlos en ambiente alegre—Cuando los pequeñuelos están en dificultad debe tranquilizárselos con cuidado. Entre la infancia y la edad adulta, los hijos no reciben generalmente la atención que debiera concedérseles. Se necesitan madres que guiarán de tal manera a sus hijos que éstos se considerarán como parte de la familia. Hable la madre con sus hijos acerca de las esperanzas y perplejidades que puedan tener. Recuerden los padres que sus hijos deben ser atendidos con preferencia a los extraños. Deben ser mantenidos en una atmósfera de sol, bajo la dirección de la madre.7 HC 176.1

Ayudad a vuestros hijos a obtener victorias.... Rodeadlos de una atmósfera de amor. Así podréis subyugar su disposición obstinada.8 HC 176.2

Cuando necesitan más amor que alimento—Muchas madres descuidan vergonzosamente a sus hijos a fin de tener tiempo para bordarles prendas de ropa o añadir a éstas adornos inútiles. Cuando los niños están cansados y necesitan realmente su atención, los descuidan o les dan algo que comer. No sólo no necesitan ellos el alimento, sino que éste les ocasiona verdadero daño. Lo que les hacía falta era el abrazo calmante de la madre. Cada madre debiera tener tiempo para otorgar a sus pequeñuelos esas menudas expresiones de cariño que son tan esenciales durante la infancia. Obrando así, la madre vincularía el corazón y la felicidad de sus hijos con su propio corazón. Ella es para ellos lo que es Dios para nosotros.9 HC 176.3

Deben satisfacerse los deseos razonables—Debéis hacer sentir siempre a vuestros hijos que los amáis, que estáis trabajando en favor suyo, que anheláis su felicidad y que sólo os proponéis hacer lo que es para su bien. Debéis satisfacer sus pequeños deseos siempre que podáis hacerlo razonablemente.10 HC 176.4

En el gobierno de vuestros hijos, no obréis nunca por impulso. Aunad la autoridad con el afecto. Apreciad y cultivad todo lo que es bueno y amable, y revelándoles a Cristo inducidlos a desear el bien más elevado. Al negarles las cosas que les perjudicarían, dejadles ver que los amáis y que deseáis hacerlos felices. Cuanto más desagradables sean, tanto más debéis esmeraros por manifestarles vuestro amor. Cuando el niño tenga la certeza de que procuráis su felicidad, el amor quebrantará toda valla. Este principio regía el trato del Salvador con los hombres; y es el que debe gobernar la iglesia.11 HC 176.5

El amor debe expresarse—En muchas familias hace mucha falta que se exprese el afecto de unos miembros hacia otros. Aunque no es necesario manifestar sentimentalismo, lo es que se exprese amor y ternura de una manera casta, pura y digna. Muchos cultivan realmente la dureza de corazón y por sus palabras y acciones revelan la fase satánica del carácter. Siempre debe cultivarse un tierno afecto entre los esposos, entre los padres y los hijos, y entre hermanos y hermanas. Toda palabra apresurada debe ser refrenada, y no debe haber siquiera apariencia de que falte el amor mutuo. Es deber de cada miembro de la familia ser amable y hablar con bondad.12 HC 177.1

Cultivad la ternura, el afecto y el amor que se expresan en pequeñas cortesías, en palabras y en atenciones solícitas.13 HC 177.2

La mejor manera de enseñar a los niños a respetar a su padre y a su madre consiste en darles la oportunidad de ver al padre rendir atenciones bondadosas a la madre y a la madre manifestar respeto y reverencia hacia el padre. Al contemplar el amor manifestado en sus padres los hijos son inducidos a acatar el quinto mandamiento y a prestar oídos a la recomendación: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres; porque esto es justo.”14 HC 177.3

El amor de Jesús debe reflejarse en los padres—Cuando la madre ha obtenido la confianza de sus hijos y les ha enseñado a amarla y a obedecerle, les ha dado la primera lección en la vida cristiana. Deben amar y obedecer a su Salvador y confiar en él como aman y obedecen a sus padres y confían en ellos. El amor que con sus cuidados fieles y educación correcta de sus hijos manifiestan los padres hacia ellos es un débil reflejo del amor que Jesús tiene por sus fieles.15 HC 177.4