El Hogar Cristiano

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Capítulo 30—El compañerismo en la familia

Los padres deben conocer a sus hijos—Algunos padres no los comprenden a éstos [sus hijos], ni los conocen verdaderamente. A menudo hay una gran distancia entre padres e hijos. Si los padres quisieran compenetrarse plenamente de los sentimientos de sus hijos, y desentrañar lo que hay en sus corazones, se beneficiarían ellos mismos.1 HC 169.1

El padre y la madre deben obrar juntos en plena simpatía el uno con el otro. Deben hacerse compañeros de sus hijos.2 HC 169.2

Los padres deben estudiar la manera mejor y de más éxito para ganar el amor y la confianza de sus hijos, a fin de que puedan conducirlos en la senda recta. Deben reflejar el sol del amor sobre la familia.3 HC 169.3

El estímulo y el elogio—A los niños les gusta la compañía, y raras veces quieren estar solos. Anhelan simpatía y ternura. Creen que lo que les gusta agradará también a la madre, y es natural que acudan a ella con sus menudas alegrías y tristezas. La madre no debe herir sus corazones sensibles tratando con indiferencia asuntos que, si bien son baladíes para ella, tienen gran importancia para ellos. La simpatía y aprobación de la madre les son preciosas. Una mirada de aprobación, una palabra de aliento o de encomio, serán en sus corazones como rayos de sol que muchas veces harán feliz el día.4 HC 169.4

Los padres deben ser los confidentes del niño—Los padres deben animar a sus hijos a confiar en ellos, a presentarles las penas de su corazón, sus pequeñas molestias y pruebas diarias.5 HC 169.5

Instruidlos bondadosamente y ligadlos a vuestro corazón. Este es un tiempo crítico para los niños. Los rodearán influencias tendientes a separarlos de vosotros, y debéis contrarrestarlas. Enseñadles a hacer de vosotros sus confidentes. Permitidles contaros sus pruebas y goces.6 HC 170.1

Los niños quedarían a salvo de muchos males si fuesen más familiares con sus padres. Estos deben estimular en sus hijos una disposición a manifestarse confiados y francos con ellos, a acudir a ellos con sus dificultades, presentarles el asunto tal cual lo ven y pedirles consejo cuando se hallan perplejos acerca de qué conducta es la buena. ¿Quiénes pueden ver y señalarles los peligros mejor que sus padres piadosos? ¿Quién puede comprender tan bien como ellos el temperamento peculiar de sus hijos? La madre que ha vigilado todo el desarrollo de la mente desde la infancia, y conoce su disposición natural, es la que está mejor preparada para aconsejar a sus hijos. Quién puede decir como la madre, ayudada por el padre, cuáles son los rasgos de carácter que deben ser refrenados y mantenidos en jaque?7 HC 170.2

“No hay tiempo”—“No hay tiempo—dice el padre;—no tengo tiempo que dedicar a la educación de mis hijos, ni a sus placeres sociales y domésticos.” Entonces Vd. no debiera haber asumido la responsabilidad de una familia. Al no concederles el tiempo que les toca en justicia, los priva de la educación que debieran recibir de Vd. Si tiene hijos, tiene una obra que hacer, en unión con la madre, en lo que se refiere a la formación del carácter de esos hijos.8 HC 170.3

Muchas madres exclaman: “No tengo tiempo para estar con mis hijos.” En tal caso, por el amor de Cristo, dedicad menos tiempo a vuestra indumentaria. Descuidad más bien vuestros adornos y atavíos. Descuidad el recibir y hacer visitas. Descuidad el cocinar una variedad infinita de platos, pero nunca, nunca, descuidéis a vuestros hijos. ¿Qué es el tamo en comparación con el trigo? No permitáis que cosa alguna se interponga entre vosotras y los mejores intereses de vuestros hijos.9 HC 170.4

Recargadas con muchos cuidados, las madres consideran a veces que no pueden dedicar tiempo alguno para enseñar con paciencia a sus pequeñuelos y demostrarles amor y simpatía. Recuerden empero que si los hijos no encuentran en sus padres ni en el hogar la satisfacción de su deseo de simpatía y de compañerismo, la buscarán en otra parte, donde tal vez peligren su espíritu y su carácter.10 HC 171.1

Con los hijos en trabajos y juegos—Dedicad parte de vuestras horas libres a vuestros hijos; asociaos con ellos en sus trabajos y deportes, y conquistad su confianza. Cultivad su amistad.11 HC 171.2

Dediquen los padres las veladas a sus familias. Pongan a un lado los cuidados y las perplejidades con las labores del día.12 HC 171.3

Consejos a los padres reservados y autoritarios—Existe el peligro de que tanto los padres como los maestros ordenen y dicten demasiado, mientras que no mantienen suficientes relaciones sociales con sus hijos o alumnos. Con frecuencia se muestran demasiado reservados y ejercen su autoridad en una forma fría y carente de simpatía, que no puede conquistar el corazón de sus hijos y alumnos. Si hiciesen acercar a los niños a sí y les demostrasen que los aman, y manifestasen interés en todos sus esfuerzos, y aun en sus juegos, siendo a veces niños entre los niños, podrían hacer muy felices a éstos y conquistarían su amor y su confianza. Y los niños respetarían y amarían más temprano la autoridad de sus padres y maestros.13 HC 171.4

Las malas compañías compiten con el hogar—Satanás y su hueste están haciendo arduos esfuerzos para desviar la mente de los niños, y éstos deben ser tratados con franqueza, ternura y amor cristianos. Esto os dará una poderosa influencia sobre ellos, y les hará sentir que pueden depositar una confianza ilimitada en vosotros. Rodead a vuestros hijos de los encantos del hogar y de vuestra sociedad. Si lo hacéis, no tendrán mucho deseo de trabar relaciones con otros jóvenes. ... A causa de los males que imperan hoy en el mundo, y de la restricción que es necesario imponer a los hijos, los padres deben tener doble cuidado de ligarlos a sus corazones y de dejarles ver que desean hacerlos felices.14 HC 171.5

Los padres deben familiarizarse con sus hijos—No debe levantarse una valla de frialdad y retraimiento entre padres e hijos. Intimen los padres con sus hijos; procuren entender sus gustos y disposiciones; compartan sus sentimientos, y descubran lo que embarga sus corazones. HC 172.1

Padres, demostrad a vuestros hijos que los amáis, y que queréis hacer cuanto podáis para asegurar su dicha. Si obráis así, las restricciones que necesitéis imponerles tendrán mucho mayor peso en sus jóvenes inteligencias. Gobernad a vuestros hijos con ternura y compasión, teniendo siempre presente que “sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos.” Si queréis que los ángeles desempeñen en favor de vuestros hijos el ministerio que Dios les ha encomendado, cooperad con ellos haciendo vuestra parte. HC 172.2

Criados bajo la prudente y amante dirección de un hogar verdadero, los hijos no abrigarán deseos de ir a buscar en otra parte placer y compañía. El mal no tendrá atractivo para ellos. El espíritu prevaleciente en el hogar amoldará su carácter; contraerán hábitos y adoptarán principios que serán para ellos amparo seguro contra la tentación cuando tengan que alejarse del hogar y ocupar su puesto en el mundo.15 HC 172.3