El Hogar Cristiano

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Capítulo 29—Una obra intransferible

Las responsabilidades de los padres no pueden ser llevadas por otros—Padres, lleváis responsabilidades que nadie puede llevar por vosotros. Mientras viváis seréis responsables ante Dios por manteneros en su camino.... Los padres que hacen de la Palabra de Dios su guía, y que comprenden cuánto dependen de ellos sus hijos para la formación de su carácter, les darán un ejemplo que les resultará seguro seguir.1 HC 166.1

Los padres y las madres son responsables de la salud, la constitución y el desarrollo del carácter de sus hijos. A nadie más debe confiarse la tarea de atender a esta obra. Al llegar a ser padres, os incumbe cooperar con el Señor en cuanto a educar a vuestros hijos en los principios sanos.2 HC 166.2

¡Cuán triste es que muchos padres hayan desechado la responsabilidad que Dios les dió con respecto a sus hijos, y quieran que personas extrañas la lleven en su lugar! Convienen en que otros trabajen en favor de sus hijos y los alivien de toda carga al respecto.3 HC 166.3

Muchos que ahora lamentan el extravío de sus hijos no pueden culpar de él a otros que a sí mismos. Consulten su Biblia los tales y vean lo que Dios les ordena como padres y guardianes. Asuman los deberes que descuidaron durante tanto tiempo. Necesitan humillarse y arrepentirse delante de Dios por no haber seguido sus indicaciones en la educación de sus hijos. Necesitan cambiar su propia conducta y seguir la Biblia estricta y cuidadosamente como su guía y consejera.4 HC 166.4

La iglesia sola no puede asumirlas—¡Ojalá que los jóvenes y los niños entregasen su corazón a Cristo! ¡Qué ejército se suscitaría para conquistar a otros y ponerlos de parte de la justicia! Pero los padres no deben dejar que la iglesia sola haga esta obra.5 HC 166.5

Tampoco el pastor puede hacerlo—Imponéis grandes responsabilidades al predicador y le hacéis responsable de las almas de vuestros hijos, pero no sentís vuestra propia responsabilidad como padres e instructores.... Vuestros hijos e hijas se corrompen por vuestro ejemplo y preceptos relajados; y no obstante esta falta de preparación doméstica, esperáis que el ministro contrarreste vuestra obra diaria y cumpla la admirable hazaña de educar sus corazones y sus vidas en la virtud y la piedad. Después que el predicador ha hecho todo lo que puede para la iglesia mediante amonestación fiel y piadosa, disciplina paciente y ferviente oración para rescatar y salvar el alma, y no tiene, sin embargo, éxito, los padres y las madres con frecuencia le echan la culpa de que sus hijos no se conviertan, cuando puede deberse a su propia negligencia. HC 167.1

La carga incumbe a los padres; ¿asumirán ellos la obra que Dios les ha confiado y la harán con fidelidad? ¿Avanzarán ellos y subirán, trabajando de una manera humilde, paciente y perseverante, para alcanzar ellos mismos la exaltada norma y llevar a sus hijos consigo?6 HC 167.2

¿No están acaso muchos padres poniendo sus responsabilidades en manos ajenas? ¿No piensan muchos de ellos que el ministro debe asumir la carga y procurar que sus hijos se conviertan y que el sello de Dios sea puesto sobre ellos?7 HC 167.3

Ni puede hacerlo la escuela sabática—Es privilegio de ellos [los padres] ayudar a sus hijos a obtener el conocimiento que puede llevarlos con ellos a la vida futura. Pero por alguna razón desagrada a muchos padres el tener que dar instrucción religiosa a sus hijos. Les dejan obtener en la escuela sabática el conocimiento que ellos debieran comunicarles acerca de su responsabilidad para con Dios. Los tales padres necesitan comprender que Dios desea verlos educar, disciplinar y preparar a sus hijos recordándoles siempre el hecho de que están formando su carácter para la vida presente y para la venidera.8 HC 167.4

No dependáis de los maestros de la escuela sabática para que sea hecha vuestra obra de enseñar a vuestros hijos el camino por donde deben andar. La escuela sabática es una gran bendición; puede ayudaros en vuestra obra, pero nunca podrá reemplazaros. Dios encargó a todos los padres y madres la responsabilidad de llevar a sus hijos a Jesús y de enseñarles a orar y a creer en la Palabra de Dios. En la educación de vuestros hijos no pongáis a un lado las grandes verdades de la Biblia, suponiendo que la escuela sabática y el ministro harán la obra que descuidéis. La Biblia no es demasiado sagrada ni sublime para que se la abra diariamente y estudie diligentemente. Las verdades de la Palabra de Dios deben ser relacionadas con las supuestas cosas pequeñas de la vida. Si se las considera debidamente iluminarán la vida común supliendo motivos para obedece, y principios para la formación de un carácter recto.9 HC 168.1