La Educación

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Capítulo 28—La relación de la vestimenta con la educación

“Se atavíen de ropa decorosa”. 1 Timoteo 2:9.

“Toda gloriosa es la hija del rey en su morada”. Salmos 45:13.

No puede ser completo ningún sistema de educación que no enseñe principios sanos en cuanto a la vestimenta. Si carece de esa enseñanza, la obra de la educación a menudo se estanca y se pervierte. El amor a los vestidos y la devoción a la moda se cuentan entre los más formidables rivales y los obstáculos más efectivos del maestro. ED 221.1

La moda es un ama que gobierna con mano de hierro. En muchísimos hogares sus exigencias absorben la fuerza, el tiempo y la atención de padres e hijos. Los ricos tienen la ambición de superarse unos a otros al seguir sus estilos siempre cambiantes; la clase media y los pobres se esfuerzan por aproximarse a la norma establecida por los que suponen superiores. Donde los medios o la fuerza son limitados, y es grande la ambición de pertenecer a la clase social superior, la carga resulta casi insoportable. ED 221.2

A muchas personas no les importa que un vestido sea modesto o hermoso; si la moda cambia, lo reforman o lo desechan. Los miembros de la familia están condenados a trabajar incesantemente. No tienen tiempo para educar a los niños, orar o estudiar la Biblia, ni ayudar a los pequeños a conocer a Dios por medio de sus obras. ED 222.1

No tienen tiempo ni dinero para hacer obras de caridad, y con frecuencia la provisión de su mesa es escasa. Eligen mal el alimento y lo preparan precipitadamente, para satisfacer solo en parte las demandas del organismo. El resultado es la adquisición de malos hábitos de alimentación que causan enfermedades o conducen a la intemperancia. ED 222.2

El amor a la ostentación produce extravagancia y en muchos jóvenes mata la aspiración a llevar una vida más noble. En vez de esforzarse por obtener una educación, pronto consiguen un empleo para ganar dinero y satisfacer la pasión por la vestimenta. Y esta pasión conduce a más de una joven a la ruina. ED 222.3

En muchos hogares los recursos de la familia resultan insuficientes. El padre, incapaz de satisfacer las demandas de la madre y los hijos, se siente tentado a proceder con deshonestidad, y el resultado también es la ruina y la deshonra. ED 222.4

Ni siquiera el día de descanso y los cultos se libran del dominio de la moda. Por el contrario, proporcionan la oportunidad para el mayor despliegue de su poder. La iglesia se transforma en una especie de desfile de modas, y se estudian estas más que el sermón. Los pobres, incapaces de responder a las demandas de la moda, permanecen fuera de la iglesia. El día de descanso transcurre en la ociosidad y, para la juventud, con frecuencia en compañías desmoralizadoras. ED 222.5

En la escuela, el vestido inapropiado e incómodo incapacita a las niñas para el estudio o la recreación. Sus mentes están preocupadas, y es tarea difícil para quien enseña despertar su interés. ED 222.6

Para romper el encanto de la moda, el maestro no encuentra a menudo medio más eficaz que el contacto con la naturaleza. Gusten los alumnos la delicia de estar junto a un río, un lago o el mar; trepen por las colinas, contemplen la gloria de la puesta del sol, y exploren los tesoros del bosque y el campo; conozcan el placer de cultivar plantas y flores, y la importancia de una cinta o un adorno superfluo les resultará insignificante. ED 222.7

Hágase ver a los niños que en la vestimenta, lo mismo que en el régimen alimentario, la vida sencilla es indispensable para el pensamiento elevado. Hágaseles ver cuánto hay que aprender y hacer; cuán preciosos son los días de la juventud como preparación para la obra de la vida. Ayúdeseles a descubrir los tesoros que hay en la Palabra de Dios, en el libro de la naturaleza y en las historias de las vidas nobles. ED 223.1

Diríjanse sus mentes a los dolientes que podrían aliviar. Ayúdeseles a ver que por cada peso derrochado en lujos, el que lo gasta se priva de medios de alimentar al hambriento, vestir al desnudo y consolar al afligido. ED 223.2

No pueden permitirse desperdiciar las gloriosas oportunidades de la vida, para atrofiar la mente, arruinar la salud y la felicidad, por obedecer mandatos que no tienen fundamento en la razón, la comodidad ni la elegancia. ED 223.3

Al mismo tiempo debe enseñarse a los jóvenes a aprender esta lección de la naturaleza: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo”1. En el vestido, lo mismo que en todas las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. No solo desea que este sea limpio y saludable, sino apropiado y modesto. ED 223.4

Se juzga el carácter de una persona por el estilo de su vestido. El gusto refinado y la mente cultivada se revelarán en la elección de atavíos sencillos y apropiados. La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de la conducta, ejercerá una decisiva influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada, que a su vez será para ella un escudo contra miles de peligros. ED 223.5

Enséñese a las niñas que el arte de vestir incluye la habilidad de confeccionar sus propios vestidos. Toda joven debe albergar esta ambición. Es un medio para lograr utilidad e independencia que no puede permitirse desperdiciar. ED 223.6

Es justo amar la belleza y desearla; pero Dios desea que primero amemos y busquemos la belleza superior, imperecedera. Las producciones más descollantes del ingenio humano no poseen belleza alguna que pueda compararse a la hermosura de carácter que a su vista es de “gran precio”. ED 223.7

Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar del cielo, el “lino fino, limpio [...] resplandeciente”2 que usarán todos los santos de la tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter inmaculado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí. ED 223.8

Enséñese a los niños que al abrir la mente a los pensamientos puros y amantes, y al hacer algo útil y amable, se visten con el hermoso atuendo del carácter de Cristo. Ese traje les dará hermosura e influirá para que sean amados aquí, y más adelante será su título de admisión al palacio del Rey. Su promesa es: ED 224.1

“Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos”3. ED 224.2