La Educación

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Capítulo 27—Los modales

“El amor [...] no hace nada indebido”. 1 Corintios 13:5.

Poco se aprecia el valor de la cortesía. Muchos cuyos corazones son bondadosos, tienen modales que carecen de bondad. Muchos que inspiran respeto por su sinceridad y rectitud, están tristemente desprovistos de afabilidad. Esta falla malogra su propia felicidad, y reduce su servicio en favor de los demás. Los descorteses sacrifican muchas de las experiencias más dulces y beneficiosas de la vida, con frecuencia debido a su falta de reflexión. ED 215.1

Los padres y maestros deberían cultivar especialmente la alegría y la cortesía. Todos pueden poseer un rostro feliz, una voz suave y modales corteses; y estos son elementos poderosos. Los niños se sienten atraídos por los modales alegres y animosos. Si los tratan con bondad y cortesía, manifestaran el mismo espíritu hacia ustedes y entre sí. ED 215.2

No se aprende la verdadera cortesía solamente practicando las reglas de urbanidad. En todo momento debe observarse un comportamiento adecuado; dondequiera que no haya que transigir con los principios, la consideración hacia los demás guiará a adaptarse a costumbres aceptadas; pero la verdadera cortesía no requiere el sacrificio de los principios en aras de los convencionalismos sociales. No sabe de castas. Enseña el respeto propio, el respeto a la dignidad del hombre en su calidad de tal, y la consideración hacia todo miembro de la gran confraternidad humana. ED 216.1

Existe el peligro de concederle demasiado valor a la mera forma y a los modales, y dedicar demasiado tiempo a la educación en este aspecto. La vida de esfuerzo persistente requerida de todo joven, el trabajo duro y a menudo desagradable que requieren incluso los trabajos comunes de la vida, y mucho más cuando se trata de aligerar la pesada carga de ignorancia y desgracia del mundo, le dejan poco lugar a los convencionalismos. ED 216.2

Muchos de los que le dan importancia a la urbanidad, manifiestan poco respeto por todo lo que, por excelente que sea, no concuerda con su norma artificial de conducta. Esto es falsa educación. Fomenta el orgullo y una actitud de crítica, como asimismo un estrecho exclusivismo. ED 216.3

La esencia de la verdadera cortesía es la consideración hacia los demás. La educación esencial y duradera es la que amplía el ámbito de la simpatía, y estimula la bondad hacia todo el mundo. La pretendida cultura que no lleva al joven a ser comedido con sus padres, a apreciar sus buenas cualidades, a ser tolerante con sus defectos y solícito con sus necesidades; que no lo mueve a ser considerado y afectuoso, a ser generoso y útil con el joven, el anciano y el desafortunado, y cortés con todos, es un fracaso. ED 216.4

Se aprende más acerca del verdadero refinamiento del pensamiento y los modales en la escuela del divino Maestro, que por la observancia de reglas establecidas. Su amor, al llenar el corazón, da al carácter esos toques de refinamiento que lo asemejan al suyo. Esta educación imparte una dignidad nacida en el cielo y una noción clara de lo que es correcto. Da una dulzura al carácter y una suavidad a los modales que jamás podrá igualar el barniz superficial de la sociedad elegante. ED 216.5

La Biblia prescribe la cortesía y presenta muchas ilustraciones del espíritu abnegado, la gracia amable y el genio atractivo, que caracterizan la verdadera cortesía, son solo reflejos del carácter de Cristo. De él proceden toda la ternura y la cortesía verdaderas del mundo, aun la de los que no invocan su nombre. Y él desea que estas características se reflejen perfectamente en sus hijos. Su propósito es que en nosotros contemplen los hombres su belleza. ED 216.6

“Como yo os he amado, que también os améis unos a otros”1. ED 217.1

El más valioso tratado sobre la cortesía que jamás se haya escrito, es la preciosa instrucción dada por el Salvador, mediante la manifestación del Espíritu Santo por medio del apóstol Pablo, palabras que deberían ser grabadas indeleblemente en la memoria de todo ser humano, joven o anciano: ED 217.2

“El amor es sufrido, es benigno;
El amor no tiene envidia,
El amor no es jactancioso,
No se envanece;
No hace nada indebido,
No busca lo suyo,
No se irrita, no guarda rencor;
No se goza de la injusticia,
Mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree,
Todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser”2.
ED 217.3

Otro don precioso que debería ser cuidadosamente cultivado es la reverencia. La verdadera reverencia hacia Dios tiene su origen en la comprensión de su infinita grandeza, y en la sensación de su presencia. El corazón de todo niño debe ser profundamente impresionado por esta presencia del Invisible. Debe enseñarse al niño a considerar sagrados la hora y el lugar de la oración y los cultos públicos, porque Dios está en ellos. Y al manifestar reverencia en la actitud y la conducta, el sentimiento que lo inspire se profundizará. ED 217.4

Convendría tanto a los jóvenes como a los ancianos estudiar, meditar y a menudo repetir las palabras de la Santa Escritura que explican cómo debería considerarse el lugar señalado por la presencia especial de Dios. ED 217.5

“No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”3. ED 217.6

Jacob, después de contemplar la visión de los ángeles, exclamó: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. [...] No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”4. “Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra”5. ED 217.7

“Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses [...].
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor”.
“Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
Por sus atrios con alabanza;
Alabadle, bendecid su nombre”6.
ED 218.1

También se debe manifestar reverencia hacia el nombre de Dios. Nunca se lo debiera pronunciar a la ligera o con indiferencia. Hasta en la oración habría que evitar su repetición frecuente o innecesaria. ED 218.2

“Santo y temible es su nombre”7. Los ángeles, al pronunciarlo, cubren sus rostros. ¡Con cuánta reverencia deberíamos pronunciarlo nosotros que somos caídos y pecadores! ED 218.3

Tenemos que reverenciar la Palabra de Dios. Debemos manifestar respeto por cada ejemplar de ella, no darle usos comunes ni manejarlo descuidadamente. Nunca se debe citar la Escritura en broma, ni usada para decir un chiste. “Toda palabra de Dios es limpia”. “Como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces”8. ED 218.4

Sobre todo se debe enseñar a los niños que la verdadera reverencia se manifiesta por medio de la obediencia. Nada de lo que Dios ha ordenado carece de importancia y no hay otra manera de manifestar reverencia que tanto le agrade como la obediencia a lo que él ha dicho. ED 218.5

Se debe respetar a los representantes de Dios: pastores, maestros y padres, llamados a hablar y actuar en su lugar. Se honra a Dios cuando se manifiesta respeto por ellos. ED 218.6

Y Dios ha mandado especialmente que se manifieste tierno respeto hacia los ancianos. “Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia”9. Habla de batallas que se libraron y victorias que se ganaron; de responsabilidades que se asumieron y de tentaciones que se resistieron. Habla de pies cansados que se acercan al descanso, de puestos que pronto quedarán vacantes. Ayúdese a los niños a pensar en esto, y entonces allanarán el camino de los ancianos mediante su cortesía y su respeto, y añadirán gracia y belleza a sus jóvenes vidas si prestan atención a este mandato: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano”10. ED 218.7

Los padres, las madres y los maestros necesitan apreciar más plenamente la responsabilidad y el honor que Dios les ha conferido al hacerlos, con respecto al niño, sus propios representantes. El carácter que manifiesten en su conducta de todos los días, le servirá al niño para interpretar, para bien o para mal, estas palabras de Dios: ED 219.1

“Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen”. “Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros”11. ED 219.2

Feliz el niño en quien estas palabras despiertan amor, gratitud y confianza; para quien la ternura, la justicia y la tolerancia de los padres y el maestro interpretan el amor, la justicia y la tolerancia de Dios; el niño que, por la confianza, la sumisión y la reverencia hacia sus protectores terrenales aprende a confiar, obedecer y reverenciar a su Dios. Aquel que imparte al niño o al alumno semejante don, lo dota de un tesoro más precioso que la riqueza de todos los siglos: Un tesoro tan duradero como la eternidad. ED 219.3