La Educación

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Capítulo 25—La educación y el carácter

“Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia”. Isaías 33:6.

La verdadera educación no desconoce el valor del conocimiento científico o literario, pero considera que el poder es superior a la información, la bondad al poder y el carácter al conocimiento intelectual. El mundo no necesita tanto hombres de gran intelecto como de carácter noble. Necesita hombres cuya capacidad sea dirigida por principios firmes. ED 203.1

“Sabiduría ante todo”; por tanto, “adquiere sabiduría”. “La lengua de los sabios adornará la sabiduría”1. La verdadera educación imparte esa sabiduría. Enseña el mejor empleo que se puede dar no solo a uno sino a todos nuestros conocimientos y facultades. De ese modo abarca toda la gama de nuestras obligaciones hacia nosotros mismos, hacia el mundo y hacia Dios. ED 203.2

La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a problemas tan importantes; nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy. ED 203.3

En semejante momento, ¿cuál es la tendencia de la educación que se da? ¿Qué motivo tiene generalmente en vista? La complacencia del yo. Gran parte de la educación que se da es una perversión del arte pedagógico. La verdadera educación contrarresta la ambición egoísta, el afán de poder, la indiferencia hacia los derechos y las necesidades de la humanidad, que constituyen la maldición de nuestro mundo. En el plan de vida de Dios hay un lugar para cada ser humano. Cada uno debe perfeccionar hasta lo sumo sus talentos, y la fidelidad con que lo haga, sean estos pocos o muchos, le da derecho a recibir honor. En el plan de Dios no tiene cabida la rivalidad egoísta. Los que se miden entre sí y se comparan los unos con los otros “no son juiciosos”2. Cualquier cosa que hagamos debe ser hecha “conforme al poder que Dios da”3; “de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”4. ED 204.1

Son preciosos el servicio que se presta y la educación que se obtiene al poner en práctica estos principios. Pero, ¡cuánto discrepa con ellos la mayor parte de la educación que ahora se da! Desde los primeros años de la vida, el niño estimula la emulación y la rivalidad; fomenta el egoísmo, raíz de todo mal. ED 204.2

Así empieza la lucha por la supremacía y se fomenta el sistema de estudiar a presión, lo que en tantos casos destruye la salud e impide que el alumno llegue a ser útil. En muchos otros, la emulación conduce a la improbidad, y al fomentar la ambición y el descontento, amarga la vida y contribuye a llenar el mundo de espíritus turbulentos que son una amenaza permanente para la sociedad. ED 204.3

El peligro no se encuentra solamente en los métodos; también se lo descubre en las materias de estudio. ED 204.4

¿Cuáles son las obras en las que se explaya la mente de los jóvenes durante los años formativos de su vida? Al estudiar idiomas y literatura, ¿de qué fuentes se enseña a beber a los jóvenes? De los pozos del paganismo; de manantiales alimentados por las corrupciones de la antigua idolatría. Se les hace estudiar autores que, sin duda alguna, no tienen el más mínimo aprecio por los principios morales. ED 204.5

¡De cuántos autores modernos se podría decir lo mismo! ¡En cuántos de ellos la gracia y la belleza del lenguaje son solo un disfraz bajo el cual se ocultan principios que, en su verdadera deformidad, repugnarían al lector! ED 204.6

Además hay una multitud de novelistas que encantan con sueños agradables que transcurren en cómodos palacios. Aunque no se los puede acusar de inmorales, su obra también está saturada de maldad. Roba a millares el tiempo, la energía y la disciplina requeridos por los problemas serios de la vida. ED 205.1

También hay peligros grandes en el estudio de la ciencia, según se acostumbra a encararlo. En las instituciones de enseñanza de cualquier nivel, desde el jardín de infantes hasta la universidad, se enseñan la teoría de la evolución y los errores que con ella se relacionan. Por eso, el estudio de la ciencia, que debería impartir un conocimiento de Dios, se halla tan mezclado con las especulaciones y teorías de los hombres, que inspira incredulidad. ED 205.2

Hasta el estudio de la Biblia, según se lo enfoca con demasiada frecuencia en las escuelas, priva al mundo del tesoro inapreciable de la Palabra de Dios. La obra de la “alta crítica”, al disecar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo la fe en la Biblia como revelación divina, y está privando a la Palabra de Dios del poder de regir, elevar e inspirar las vidas humanas. ED 205.3

Cuando los jóvenes entran en el mundo para enfrentar las tentaciones a pecar que este les presenta, es a saber, el afán de ganar dinero, de divertirse y satisfacer los sentidos; el deseo de lujo, ostentación y extravagancia, el engaño astuto, el fraude, el robo y finalmente la ruina, ¿con qué enseñanzas se van a encontrar? ED 205.4

El espiritismo asegura que los hombres son semidioses no caídos; que “cada mente se juzgará a sí misma”; que el “verdadero conocimiento coloca a los hombres por encima de toda ley”; que “todos los pecados cometidos son inocentes”; porque “todo lo que existe es correcto”, y porque “Dios no condena”. Pretende que están en el cielo, exaltados, los seres humanos más viles. Declara a todos los hombres: “No importa qué hagáis; vivid como os plazca; el cielo es vuestro hogar”. Multitudes llegan así a creer que el deseo constituye la ley suprema, que el desenfreno es libertad, y que el hombre es responsable solamente ante sí mismo. ED 205.5

Si se proporciona semejante enseñanza al comienzo mismo de la vida, cuando el impulso es fortísimo y urgentísima la necesidad de dominio propio y pureza, ¿dónde quedan las salvaguardias de la virtud? ¿Qué ha de impedir que el mundo se convierta en una segunda Sodoma? ED 205.6

Al mismo tiempo la anarquía trata de hacer desaparecer toda ley, no solo divina sino humana. La concentración de la riqueza y el poder, las vastas combinaciones hechas para el enriquecimiento de unos pocos a expensas de la mayoría; la unión de las clases más pobres para organizar la defensa de sus intereses y derechos; el espíritu de inquietud, desorden y derramamiento de sangre; la propagación mundial de las mismas enseñanzas que produjeron la Revolución Francesa, tienden a envolver al mundo entero en una lucha similar a la que convulsionó a Francia. ED 206.1

Estas son las influencias que tienen que afrontar los jóvenes de hoy día. Para permanecer firmes en medio de tales trastornos es necesario que echen ahora los cimientos del carácter. ED 206.2

En todas las generaciones y en todos los países, el verdadero cimiento y el modelo para la edificación del carácter han sido los mismos. La ley divina: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón [...] y a tu prójimo como a ti mismo”5, el gran principio manifestado en el carácter y en la vida de nuestro Salvador, es el único cimiento y la única guía seguros. ED 206.3

“Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación”6, sabiduría y ciencia que solo la Palabra de Dios puede impartir. ED 206.4

Tan ciertas son ahora como cuando fueron pronunciadas a Israel las palabras en cuanto a la obediencia a los mandamientos de Dios: “Porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos”7. ED 206.5

Esta es la única salvaguardia de la integridad individual, de la pureza del hogar, el bienestar de la sociedad o la estabilidad de la nación. En medio de todas las perplejidades, los peligros y los derechos en pugna, la única regla segura consiste en hacer lo que Dios dice: “Los mandamientos de Jehová son rectos”, y “el que hace estas cosas, no resbalará jamás”8. ED 206.6