Joyas de los Testimonios 2

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El designio de Dios para nuestros sanatorios*

TODA institución establecida por los adventistas del séptimo día ha de ser para el mundo lo que fué José en Egipto y lo que Daniel y sus compañeros fueron en Babilonia. Al permitir la providencia de Dios que estos escogidos fuesen llevados cautivos, fué para impartir a naciones paganas las bendiciones que recibe la humanidad por el conocimiento de Dios. Habían de ser representantes de Jehová. Nunca habían de transigir con los idólatras; habían de honrar especialmente su fe religiosa y su nombre como adoradores del Dios viviente. 2JT 477.1

Y así lo hicieron. En la prosperidad como en la adversidad, honraron a Dios, y Dios los honró. 2JT 477.2

Sacado de una mazmorra, siervo de cautivos, donde fué víctima de la ingratitud y de la malicia, José se manifestó fiel al Dios del cielo. Todo Egipto se asombró de la sabiduría del hombre a quien Dios instruyera. Faraón “púsolo por señor de su casa, y por enseñoreador en toda su posesión; para que reprimiera a sus grandes como él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría.” Salmos 105:21, 22. No sólo para el reino de Egipto, sino para todas las naciones relacionadas con ese poderoso reino, se manifestó Dios por medio de José. Quiso hacerle portaluz para todos los pueblos, y le colocó en el segundo puesto después del trono, en el mayor imperio del mundo, a fin de que la iluminación celestial pudiese extenderse lejos y cerca. Por su sabiduría y justicia, por la pureza y benevolencia de su vida diaria, por su devoción a los intereses de la gente—y ello a pesar de que era una nación de idólatras,—José fué representante de Cristo. En su benefactor, al que todo Egipto se volvió con gratitud y alabanza, ese pueblo pagano, y por su medio todas las naciones con las cuales estaba relacionado, habían de contemplar el amor de su Creador y Redentor. 2JT 477.3

Así también en Daniel colocó Dios una luz al lado del trono del mayor reino del mundo, para que todos pudiesen aprender del Dios verdadero y viviente. En la corte de Babilonia se hallaban reunidos representantes de todos los países, hombres dotados de los más selectos talentos y de abundantes dones naturales, hombres que poseían la más alta cultura que pudiese otorgar este mundo; sin embargo, en medio de todos ellos los cautivos hebreos eran sin par. En fuerza y belleza física, en vigor mental y progreso literario, y en fuerza y percepción espirituales, no tenían rivales. “Y en todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó, hallólos diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.” Daniel 1:20. Aunque era fiel a sus deberes en la corte del rey, Daniel se mantuvo tan leal a Dios que él pudo honrarle como su mensajero ante el monarca babilónico. Por su medio, los misterios de lo futuro fueron revelados, y Nabucodonosor mismo se vió obligado a reconocer al Dios de Daniel como “Dios de dioses, y el Señor de los reyes, y el descubridor de los misterios.” Daniel 2:47. 2JT 478.1

Así también las instituciones establecidas por el pueblo de Dios hoy han de glorificar su nombre. La única manera en que podemos cumplir su expectativa es siendo representantes de la verdad para este tiempo. Dios ha de ser reconocido en las instituciones establecidas por los adventistas del séptimo día. Por su medio la verdad para este tiempo ha de ser representada ante el mundo con poder convincente. 2JT 478.2