Joyas de los Testimonios 2

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“Vuestro racional culto” *

“Os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto.” Romanos 12:1. 2JT 214.1

En el tiempo del antiguo Israel, los sacerdotes examinaban con ojo crítico toda ofrenda que era traída como sacrificio. Si descubrían algún defecto, rechazaban el animal; porque el Señor había ordenado que la ofrenda fuese “sin defecto.” Hemos de presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios; y ¿no debemos tratar de hacer la ofrenda tan perfecta como sea posible? Dios nos ha dado todas las instrucciones necesarias para nuestro bienestar físico, mental y moral; y a cada uno le incumbe el deber de poner los hábitos de su vida en conformidad con la norma divina en todo particular. ¿Agradará al Señor cualquier cosa que sea menos que lo mejor que podemos ofrecer? “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón.” Lucas 10:27. Si le amamos de todo corazón, desearemos darle el mejor servicio de nuestra vida, y trataremos de poner toda facultad de nuestro ser en armonía con las leyes que hayan de favorecer nuestra capacidad de hacer su voluntad. 2JT 214.2

Toda facultad de nuestro ser nos fué dada para que pudiésemos prestar servicio aceptable a nuestro Hacedor. Cuando, por medio del pecado, pervertimos los dones de Dios, y vendimos nuestros poderes al príncipe de las tinieblas, Cristo pagó un rescate por nosotros, a saber su propia preciosa sangre. “Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, mas para aquel que murió y resucitó por ellos.” 2 Corintios 5:15. No hemos de seguir las costumbres del mundo. “Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento.” Romanos 12:2. 2JT 214.3

SI NOS vistiéramos en forma sencilla y modesta, sin referencia a las modas; si nuestra mesa fuese en todo momento puesta con alimentos sencillos y sanos, evitando todos los lujos y todas las extravagancias; si nuestras casas fuesen edificadas con apropiada sencillez y amuebladas de la misma manera, ello revelaría el poder santificador de la verdad, y ejercería una influencia poderosa sobre los incrédulos. Pero mientras nos conformemos al mundo en estos asuntos, buscando aparentemente en algunos casos superar a los mundanos en arreglos fantásticos, la predicación de la verdad tendrá poco o ningún efecto. ¿Quién habrá de creer la solemne verdad para este tiempo, cuando los que ya profesan creerla contradicen su fe por sus obras? No es Dios quien ha cerrado las ventanas de los cielos para nosotros, sino nuestra propia conformidad a las costumbres y prácticas del mundo.* 2JT 215.1