Reina Valera 1989
Jeremías 38
1 Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasjur, Jucal hijo de Selemías y Pasjur hijo de Malquías oyeron las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo:
2 —Así ha dicho Jehovah: “El que se quede en esta ciudad morirá por la espada, por el hambre o por la peste. Pero el que se rinda a los caldeos vivirá; su vida le será por botín, y vivirá.
3 Así ha dicho Jehovah: Ciertamente esta ciudad será entregada en mano del ejército del rey de Babilonia, y la tomará.”
4 Entonces los magistrados dijeron al rey: —¡Que muera este hombre! Pues de esta manera, al hablarles tales palabras, desmoraliza a los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y a todo el pueblo. Porque este hombre no busca el bien de este pueblo, sino su mal.
5 El rey Sedequías dijo: —He allí, él está en vuestras manos. Porque nada puede el rey contra vosotros.
6 Entonces tomaron a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo del rey, que estaba en el patio de la guardia. Y bajaron a Jeremías con sogas. En la cisterna no había agua, sino lodo; y Jeremías se hundió en el lodo.
7 Ebedmelec el etíope, un funcionario que estaba en la casa del rey, se enteró de que habían metido a Jeremías en la cisterna. Y estando el rey sentado en la puerta de Benjamín,
8 Ebedmelec salió de la casa del rey y habló al rey diciendo:
9 —Oh mi señor el rey, estos hombres han actuado mal en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, a quien metieron en la cisterna. Allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.
10 Entonces el rey mandó al mismo Ebedmelec el etíope, diciendo: —Toma contigo treinta hombres de aquí y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera.
11 Entonces Ebedmelec tomó consigo a los hombres y entró en la casa del rey, al lugar que estaba debajo del depósito del tesoro, y tomó de allí trapos raídos y trapos rasgados, y los bajó con sogas a Jeremías en la cisterna.
12 Y Ebedmelec el etíope dijo a Jeremías: —Pon estos trapos raídos y rasgados en tus axilas, bajo tus brazos, debajo de las sogas. Así lo hizo Jeremías.
13 De esta manera sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.
14 Después el rey Sedequías mandó traer a su presencia al profeta Jeremías, a la tercera entrada que había en la casa de Jehovah. Y el rey dijo a Jeremías: —Yo te voy a preguntar una cosa. No me encubras nada.
15 Jeremías dijo a Sedequías: —Si te lo revelo, ¿no me harás morir? Y si te doy consejo, no me escucharás.
16 Y el rey Sedequías juró en secreto a Jeremías diciendo: —Vive Jehovah que ha hecho nuestras almas, que no te haré morir, ni te entregaré en mano de esos hombres que buscan tu vida.
17 Entonces Jeremías dijo a Sedequías: —Así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “Si de hecho te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, vivirá tu alma, y esta ciudad no será incendiada. Así vivirás, tú y tu casa.
18 Pero si no te rindes a los oficiales del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la incendiarán, y tú no escaparás de sus manos.”
19 El rey Sedequías dijo a Jeremías: —Yo tengo miedo de los judíos que se han pasado a los caldeos, de que me entreguen en sus manos y se ensañen contra mí.
20 Jeremías le dijo: —No te entregarán. Escucha, por favor, la palabra de Jehovah que yo te hablo, y te irá bien; y tu alma vivirá.
21 Pero si rehúsas rendirte, ésta es la palabra que me ha revelado Jehovah:
22 “He aquí que todas las mujeres que han quedado en la casa del rey de Judá serán entregadas a los oficiales del rey de Babilonia. Y ellas mismas dirán: ‘Te incitaron y prevalecieron contra ti tus hombres más íntimos. Tus pies se hundieron en el lodo, y ellos se volvieron atrás.’
23 A todas tus mujeres y a tus hijos entregarán a los caldeos. Tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y esta ciudad será incendiada.
24 Entonces Sedequías dijo a Jeremías: —Nadie sepa de estas palabras, y no morirás.
25 Si los magistrados se enteran de que yo he hablado contigo y vienen a ti y te dicen: “Decláranos, por favor, qué hablaste con el rey, y dinos qué te dijo el rey. No nos lo encubras, y no te mataremos,“
26 les dirás: “He presentado al rey mi súplica para que no me haga volver a la casa de Jonatán, a morir allí.”
27 Vinieron, pues, a Jeremías todos los magistrados y le interrogaron. El les respondió conforme a todo lo que le había mandado el rey. Con esto dejaron de ocuparse de él, porque el asunto no había sido oído.
28 Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Allí estaba él cuando Jerusalén fue tomada.