Reina Valera 1989

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Jeremías 4

1 —Si has de volver, oh Israel, vuelve a mí, dice Jehovah. Si quitas tus abominaciones de mi presencia, y no divagas;

2 y si juras con verdad, con derecho y con justicia, diciendo, “¡Vive Jehovah!,” entonces en él serán benditas las naciones, y en él se gloriarán.

3 Porque así ha dicho Jehovah a los hombres de Judá y de Jerusalén: —Abríos surcos y no sembréis entre espinos.

4 Circuncidaos para Jehovah; quitad el prepucio de vuestro corazón, oh hombres de Judá y habitantes de Jerusalén. No sea que por la maldad de vuestras obras mi ira salga como fuego y arda, y no haya quien la apague.

5 Declarad en Judá y hacedlo oír en Jerusalén, diciendo: “¡Tocad la corneta en el país! Pregonad a plena voz y decid: ‘¡Reuníos y entremos en las ciudades fortificadas!

6 ¡Alzad bandera hacia Sion; buscad refugio y no os detengáis!’ Porque yo hago venir del norte calamidad y gran quebrantamiento.

7 El león sale de su espesura; se ha puesto en marcha el destructor de las naciones. Ha salido de su lugar para convertir tu tierra en desolación. Tus ciudades serán devastadas y dejadas sin habitantes.

8 Por eso, ceñíos de cilicio. Lamentad y gemid, porque el ardor de la ira de Jehovah no se ha apartado de nosotros.

9 “Y sucederá en aquel día que desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los magistrados, dice Jehovah. Los sacerdotes se quedarán horrorizados, y los profetas quedarán atónitos.”

10 Entonces dije: “¡Oh Señor Jehovah! De veras has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: ‘Tendréis paz’, mientras que la espada penetra hasta el alma.”

11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: “Un viento caliente viene desde los cerros del desierto en dirección de la hija de mi pueblo, pero no para aventar ni para limpiar.

12 Un viento más fuerte que éstos viene de parte mía. Ahora también yo declararé juicios contra ellos.”

13 He aquí que subirá como las nubes, y sus carros son como torbellino. Sus caballos son más veloces que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque somos devastados!

14 Lava de maldad tu corazón, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo dejarás permanecer en medio de ti tus planes de iniquidad?

15 Porque ya se oye la voz del que trae las noticias desde Dan y del que informa de la calamidad desde la región montañosa de Efraín.

16 Anunciad a las naciones; he aquí, haced oír en Jerusalén: “Vienen guardias de tierra lejana y alzarán su voz contra las ciudades de Judá.

17 Como guardias de campo estarán alrededor de ella, porque se rebeló contra mí,” dice Jehovah.

18 Tu camino y tus transgresiones te han acarreado esto. Esta es tu desgracia. ¡Cuán amargo! Porque llegó hasta tu corazón.

19 ¡Ay, mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las paredes de mi corazón. Se conmociona mi corazón dentro de mí. No callaré, oh alma mía, porque lo que has oído es el sonido de la corneta, el pregón de guerra.

20 Quebranto sigue a quebranto, porque toda la tierra es devastada. ¡De repente son devastadas mis moradas; en un momento, mis tiendas!

21 ¿Hasta cuándo habré de ver la bandera y tendré que oír el sonido de la corneta?

22 Porque mi pueblo es insensato; no me conocen. Son hijos ignorantes y carentes de entendimiento. Son expertos para hacer el mal, pero no saben hacer el bien.

23 Miré la tierra, y he aquí que estaba sin orden y vacía. Miré los cielos, y no había en ellos luz.

24 Miré las montañas, y he aquí que temblaban; todas las colinas se estremecían.

25 Miré, y he aquí que no había hombre, y todas las aves del cielo habían huido.

26 Miré, y he aquí que la tierra fértil era un desierto. Todas sus ciudades habían sido devastadas ante la presencia de Jehovah, ante el ardor de su ira.

27 Porque así ha dicho Jehovah: “Todo el país será desolado, aunque no lo consumiré del todo. tortas a la Reina del Cielo y para derramar libaciones a otros dioses, para ofenderme.

28 Por esto se enluta la tierra, y se oscurecen los cielos arriba; porque he hablado, lo he planeado y no cambiaré de parecer, ni desistiré de ello.”

29 Todas las ciudades huyen del estruendo de los jinetes y de los arqueros. Se meten en la espesura de los bosques y suben a los peñascos. Todas las ciudades están abandonadas; nadie habita en ellas.

30 Y tú, oh devastada, ¿qué harás? Aunque te vistas de grana y te adornes con adornos de oro, aunque te agrandes los ojos con pintura, en vano te embelleces. Tus amantes te despreciarán; lo que ellos buscan es tu vida.

31 Porque oí una voz como de mujer que tiene dolores de parto, angustia como de primeriza. Es la voz de la hija de Sion que gime y extiende sus manos, diciendo: “¡Ay de mí, pues mi alma desfallece ante los asesinos!”