Reina Valera 1989

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Isaías 33

1 ¡Ay de ti, que destruyes, y nunca fuiste destruido; que traicionas, y a ti no te han traicionado! Cuando acabes de destruir, tú serás destruido; y cuando acabes de traicionar, te traicionarán.

2 ¡Oh Jehovah, ten misericordia de nosotros, porque en ti hemos confiado! Sé tú nuestro brazo cada mañana; sé también nuestra salvación en el tiempo de angustia.

3 Los pueblos huyen ante el estruendo del tumulto; cuando tú te levantas, se dispersan las naciones.

4 El botín fue amontonado como se amontonan las orugas; como se lanzan las langostas, se lanzan sobre él.

5 ¡Exaltado sea Jehovah, porque mora en las alturas! El ha llenado a Sion de derecho y de justicia.

6 Y él será la seguridad de tus tiempos, un depósito de salvación, de sabiduría y de conocimiento. El temor de Jehovah será su tesoro.

7 He aquí que sus héroes claman en las calles; los embajadores de la paz lloran amargamente.

8 Los caminos nos han quedado desolados; los caminantes han dejado de pasar. El ha violado la alianza y ha rechazado a los testigos. No ha tenido respeto a los hombres.

9 La tierra se ha secado y languidece. El Líbano se ha avergonzado y se ha marchitado. Sarón se ha convertido en Arabá; Basán y el Carmelo se han sacudido.

10 “Ahora me levantaré,” dice Jehovah. “Ahora seré exaltado; ahora seré ensalzado.

11 Concebisteis paja, y disteis a luz rastrojo. Vuestro aliento será un fuego que os consuma.

12 Los pueblos serán completamente calcinados; como espinas cortadas serán quemados en el fuego.

13 Vosotros que estáis lejos, oíd lo que he hecho; y vosotros que estáis cerca, conoced mi poder.”

14 Los pecadores en Sion tienen temor; el estremecimiento se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas?”

15 El que camina en justicia y habla con rectitud, el que aborrece el lucro de la opresión, el que sacude sus manos para no recibir soborno, el que tapa sus oídos para no oír de hechos de sangre, el que cierra sus ojos para no ver la iniquidad,

16 él vivirá en las alturas, y una fortaleza de roca será su alto refugio. Su pan le será provisto, y su agua no faltará.

17 Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán una tierra que se extiende a la distancia.

18 Tu corazón reflexionará acerca del horror y dirá: “¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que pesaba el tributo? ¿Dónde está el que pasaba revista a las torres?”

19 Pero no verás más a aquel pueblo insolente, aquel pueblo de lengua difícil de entender, que balbucea una lengua incomprensible.

20 Contempla a Sion, la ciudad de nuestras solemnidades. Tus ojos verán a Jerusalén, una morada tranquila, una tienda que nunca será desarmada. Nunca serán arrancadas sus estacas, ni será rota ninguna de sus cuerdas.

21 Porque ciertamente allí Jehovah será poderoso para con nosotros, un lugar de ríos y anchas corrientes, por donde no irá ninguna embarcación de remos, ni una nave poderosa pasará por él.

22 Porque Jehovah es nuestro Juez; Jehovah es nuestro Legislador. Jehovah es nuestro Rey; él mismo nos salvará.

23 Tus cuerdas se han aflojado; no pueden sostener el soporte de su mástil ni desplegar la vela. Pero entonces repartirán la presa, un cuantioso botín, y hasta los cojos arrebatarán la presa.

24 Ningún morador dirá: “Estoy enfermo.” Al pueblo que habite en ella le será perdonada su iniquidad.