Mensajes Selectos Tomo 1

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La parábola de la oveja perdida

La bella parábola que presentó Cristo de la oveja perdida, del pastor que dejó a las noventa y nueve para ir en busca de la que estaba perdida, ilustra la obra de Cristo, la condición del pecador y el regocijo del universo por la salvación del alma. El pastor no consideró descuidadamente a la oveja y dijo: “Tengo noventa y nueve, y me costará demasiada molestia ir en busca de la extraviada. Que regrese, y le abriré la puerta del redil para que pueda entrar, pero no puedo ir en su búsqueda”. No. Tan pronto como se descarría la oveja, el rostro del pastor se llena de dolor y ansiedad. Cuenta y recuenta el rebaño, y cuando está cierto de que está perdida una oveja, no dormita. Deja a las noventa y nueve dentro del redil, y no importa que la noche sea oscura y tempestuosa, no importa cuán peligroso y desagradable sea el camino, no importa cuán largo y tedioso el servicio, no se cansa, no vacila hasta que encuentra a la perdida. Y cuando la encuentra, coloca sobre sus hombros a la fatigada y exhausta oveja y, con alegre gratitud porque su búsqueda no ha sido en vano, lleva a la extraviada al redil. Su gratitud se expresa en melodiosos cánticos de regocijo, y llama a sus amigos y vecinos para decirles: “Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido”. Lucas 15:6. Así también, cuando un extraviado es encontrado por el gran Pastor de las ovejas, los ángeles celestiales responden a la nota de gozo del Pastor. Cuando el perdido es encontrado, el cielo y la tierra se unen en agradecimiento y regocijo. “Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. Lucas 15:7. 1MS 397.1