Mensajes para los Jóvenes

119/512

Capítulo 31—La unión con Cristo

La unión con Cristo mediante una fe viviente es duradera; toda otra unión perecerá. Cristo nos escogió a nosotros primero, pagando un precio infinito por nuestra redención; y el verdadero creyente escoge a Cristo como el primero, el último y el mejor en todo. Pero esta unión tiene su precio. El hombre orgulloso entra en una unión de dependencia total. Todos los que entran en esta unión han de sentir su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo. Tienen que experimentar un cambio de corazón. Deben someter su voluntad a la voluntad de Dios. Habrá una lucha con obstáculos internos y externos. Se llevará a cabo una obra dolorosa de desprendimiento tanto como de acercamiento. El orgullo, el egoísmo, la vanidad, la mundanalidad—el pecado en todas sus formas—tienen que ser vencidos si queremos entrar en unión con Cristo. La razón por la que muchos encuentran la vida cristiana tan lamentablemente dura, y por la que son tan inconstantes y variables, es que procuran vincularse con Cristo sin primero haberse desprendido de sus ídolos acariciados. MJ 82.1

Después de lograr la unión con Cristo, la podemos conservar solamente mediante la oración ferviente y un esfuerzo incansable. Tenemos que resistir, negarnos a nosotros mismos y someter el yo. Mediante la gracia de Cristo, con valor, fe y vigilancia podemos ganar la victoria.—Testimonios para la Iglesia 5:214. MJ 82.2