La Educación

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La disciplina del sufrimiento

Pero el Señor tuvo en cuenta el servicio sincero de su siervo. Elías no iba a perecer desalentado y solo en el desierto. No le tocaría descender a la tumba, sino subir con los ángeles de Dios a la presencia de su gloria. ED 135.3

Estos casos declaran lo que algún día comprenderá todo ser humano: que el pecado solamente puede acarrear vergüenza y pérdida, que la incredulidad significa fracaso, pero que la misericordia de Dios llega hasta las mayores profundidades; que la fe eleva al alma arrepentida hasta compartir la condición de hijos de Dios. ED 135.4

Todos los que en este mundo prestan verdadero servicio a Dios o al hombre, reciben una educación preparatoria en la escuela del dolor. Cuanto mayor sea la confianza y más elevado el servicio, más difícil será la prueba y más severa la disciplina. ED 135.5

Estudiad las vidas de José y Moisés, de Daniel y David. Comparad la historia de los primeros años de David con la de Salomón, y considerad los resultados. ED 135.6

David estuvo en su juventud íntimamente relacionado con Saúl, y su permanencia en la corte y su contacto con los miembros de la casa del rey le permitieron descubrir la naturaleza de los afanes, las penas y las perplejidades ocultas bajo el brillo y la pompa de la realeza. Vio cuán incapaz es la gloria humana para dar paz al alma, y sintió alivio y alegría al regresar de la corte del rey para cuidar los rebaños. ED 135.7

Cuando, a causa de los celos de Saúl, tuvo que huir al desierto, David, aislado de toda ayuda humana, se apoyó más fuertemente en Dios. La incertidumbre y la inquietud de la vida del desierto, su incesante peligro, la necesidad de huir con frecuencia, el carácter de los hombres que se le unieron allí, “todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu”13, hacían aún más necesaria la severa disciplina propia. Estas vicisitudes despertaron y desarrollaron en él la facultad de tratar con los hombres, la solidaridad hacia los oprimidos y el odio a la injusticia. En los años de espera y peligro, David aprendió a buscar en Dios su consuelo, su sostén, su vida. Aprendió que solamente por medio del poder de Dios podría llegar al trono; solamente por medio de la sabiduría divina podría gobernar sabiamente. Mediante la instrucción recibida en la escuela de las dificultades y el dolor, David pudo merecer este juicio, aunque más tarde lo manchara su gran pecado: “Administraba justicia y equidad a todo su pueblo”14. ED 136.1