Joyas de los Testimonios 1

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Corramos la carrera celestial

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado.” 1 Corintios 9:24-27. Los que participaban en la carrera a fin de obtener el laurel que era considerado un honor especial, eran templados en todas las cosas, para que sus músculos, su cerebro y todos sus órganos estuviesen en la mejor condición posible para la carrera. Si no hubiesen sido templados en todas las cosas, no habrían adquirido la elasticidad que les era posible obtener de esa manera. Si eran templados, podían correr esa carrera con más posibilidades de éxito; estaban más seguros de recibir la corona. 1JT 183.1

Pero, no obstante toda su templanza—todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso a fin de hallarse en la mejor condición,—los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embargo no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelantárseles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo. Fué Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podemos, lo alcanzaremos con seguridad. 1JT 184.1

Los hombres estaban dispuestos a someterse a la abnegación y a la disciplina para correr y obtener una corona corruptible, que iba a perecer en un día, y que era solamente un distintivo honroso de parte de los mortales. Pero nosotros hemos de correr la carrera que brinda la corona de inmortalidad y la vida eterna. Sí, un inconmensurable y eterno peso de gloria nos será otorgado como premio cuando hayamos terminado la carrera. “Nosotros—dice el apóstol—una incorruptible.” Y si los que se empeñaban en una carrera terrenal para recibir una corona temporal podían ser templados en todas las cosas, ¿no podemos serlo nosotros, que tenemos en vista una corona incorruptible, un eterno peso de gloria y una vida que se compara con la vida de Dios? Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr “con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús”? El nos ha indicado el camino, y lo ha señalado con sus pisadas en todo el trayecto. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre. 1JT 184.2

“Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire; antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre.” En esto tiene una obra que hacer todo hombre, mujer y niño. Satanás procura constantemente obtener el dominio de nuestro cuerpo y espíritu. Pero Cristo nos ha comprado, y somos su propiedad. Nos toca obrar unidos con Cristo y con los santos ángeles que ministran en nuestro favor. Nos toca mantener en sujeción al cuerpo. A menos que lo hagamos, perderemos ciertamente la vida eterna y la corona de la inmortalidad. Y, sin embargo, algunos dicen: “¿A quien le importa lo que como o bebo?” Os he mostrado qué relación tiene con los demás vuestra conducta. Habéis visto que tiene mucho que ver con la influencia que ejercéis sobre vuestras familias. Tiene un gran papel en la obra de moldear el carácter de vuestros hijos. 1JT 185.1