Consejos para los Maestros

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La victoria de la fe

Mucho tienen que aprender los niños y los jóvenes acerca de la piedad temprana. “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4. Esa fe no debe ser inducida a abrazar sentimientos supersticiosos y ficticios. Dejad fuera de vuestra enseñanza las tales ideas, y dad a los niños y a los jóvenes la misma clase de instrucción que dio Cristo: lecciones de fe en un claro “así dice Jehová”. CM 174.3

La obra de vencer el mal debe ser hecha por la fe. Los que salgan al campo de batalla encontrarán que deben revestirse de toda la armadura de Dios. El escudo de la fe será su defensa, y los habilitará a ser más que vencedores. Ninguna otra cosa tendrá valor sino la fe en Jehová de los ejércitos, y la obediencia a sus órdenes. Los vastos ejércitos pertrechados con todas las otras cosas no tendrán valor alguno en el último gran conflicto. Sin fe, una hueste angélica no podría ayudar. Solamente la fe viva los hará invencibles, y los habilitará para subsistir en el día malo, manteniéndose firmes, inconmovibles, y conservando firme hasta el fin el comienzo de su confianza. CM 174.4

Los jóvenes y las señoritas que no den evidencia de que la verdad ha comenzado en su corazón su obra santificadora, fracasarán si intentan enseñar en alguna escuela de iglesia. Nadie debe elegir el lugar más fácil, ni procurar comprender de la Palabra de Dios solamente lo que le agrada, obedeciendo las cosas que armonizan con sus deseos, y excusándose de aceptar lo que contraría sus inclinaciones, y les exige que lleven la cruz con abnegación. Especialmente los maestros de los niños y jóvenes deben aprender la obediencia. La verdadera fe pregunta al Señor: “¿Qué quieres que haga?” Y cuando el Maestro señala el camino, la fe está dispuesta a hacer su voluntad, a costa de cualquier penuria o sacrificio. CM 175.1

Maestros, enseñad la sencillez de las Escrituras, para que podáis aprender a presentar claramente las verdades a las mentes juveniles. Vuestro ferviente deseo de contribuir al bien actual y eterno de los niños confiados a vuestro cuidado, debe haceros arrodillar a menudo para buscar consejo de Aquel que es demasiado sabio para equivocarse, y demasiado bueno para dejaros en la impotencia de vuestra propia sabiduría. CM 175.2

La instrucción bíblica debe ser vigorizada por la vida santa del maestro. Los maestros temerosos de Dios practicarán todo principio que tratan de imprimir en la mente de los niños. Los tales maestros no ven a su Padre celestial sino por el ojo de la fe; pero han aprendido de él; leen su amor en las dispensaciones más penosas. No juzgan a su Creador por las dispensaciones; son participantes de su naturaleza divina. Pueden confiar en Aquel que no retuvo a su Hijo unigénito, sabiendo que con él dará todas las cosas necesarias para su bien espiritual y eterno. CM 175.3

El maestro puede enseñar con éxito si ha aprendido sus lecciones de Jesucristo, con el propósito de hacerlas penetrar plenamente en su propia vida. Los que aprenden diariamente del gran Maestro, tendrán un preciosísimo alfolí del cual sacar cosas nuevas y viejas. CM 175.4

A los maestros de las escuelas de iglesia quiero decirles: sabed que estáis regidos por el Espíritu Santo. Revelad en vuestra vida la influencia transformadora de la verdad. Haced cuanto os sea posible para perfeccionar vuestra propia capacidad, a fin de que podáis enseñar a vuestros alumnos a mejorar también. CM 176.1

Tan pronto como vuestra mente armonice con la mente de Dios, seréis puestos en contacto con una inteligencia que os comunicará lecciones que resultarán de inestimable ayuda en vuestro trabajo de la enseñanza. A medida que relatéis a los niños la historia de la cruz, vuestra propia alma será elevada por encima de la lobreguez y el abatimiento. Al considerar el infinito sacrificio del Redentor, perderéis todo deseo por las cosas de este mundo. CM 176.2