Consejos para los Maestros

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Una fuerza moral

Al estudiar las Escrituras nos familiarizamos con Dios, somos inducidos a comprender nuestra relación con Cristo, el que lleva los pecados, la garantía de la especie caída. Nadie es dejado en tinieblas en cuanto a lo que Dios aprueba o desaprueba. CM 415.1

La Biblia contiene instrucción acerca del carácter que deben poseer los hijos de Dios. “Bienaventurados los de limpio corazón—declara—porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Hebreos 12:14. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. 1 Juan 3:2, 3. CM 415.2

Este conocimiento de suma importancia debe ser mantenido delante de nuestros hijos y jóvenes, no en forma arbitraria ni dictatorial, sino como una revelación divina, una instrucción del más alto valor, esencial para su paz actual en este mundo de contiendas y luchas, y como una preparación para la futura vida eterna en el reino de Dios. Poned, pues, la Palabra Santa en sus manos. Estimuladlos a escudriñar sus páginas. Hallarán allí tesoros de valor inestimable. Y al recibir a Cristo como pan de vida, tienen la garantía de la vida eterna. CM 415.3

Los dichos de Cristo son oro puro, sin una partícula de escoria. Cuando los que han recibido la falsa interpretación de la Palabra, la escudriñan con esfuerzo resuelto para conocer la verdad, el Espíritu Santo abre los ojos de su entendimiento, y las Escrituras son para ellos una nueva revelación. Sus corazones se vivifican con una fe nueva y viva, y contemplan cosas admirables en su ley. Las enseñanzas de Cristo tienen para ellos una anchura y un significado que nunca antes habían comprendido. CM 415.4

Los jóvenes necesitan educadores que mantengan siempre delante de la juventud los principios de la Palabra de Dios. Si los maestros hacen de los preceptos bíblicos su libro de texto, tendrán mayor influencia sobre los jóvenes. Serán como los que aprenden, teniendo una conexión viva con Dios. Se esforzarán por inculcar ideas y principios que conducirán a un conocimiento más completo de Dios, a una fe fervorosa y creciente en la sangre de Cristo, y en el poder y eficacia de su gracia para guardarlos sin caída. Procurarán constantemente edificar los baluartes de una experiencia cristiana sana y bien equilibrada, a fin de que sus alumnos estén preparados para ser útiles. CM 416.1