Manuscritos Inéditos Tomo 1 (Contiene los manuscritos 19-96)

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Manuscrito 27—Consejos sobre algunos aspectos de la obra médica

Una obra distintiva. El Señor me ha dado luz especial con respecto al establecimiento de una institución de reforma de la salud en la que el tratamiento de los enfermos pudiera realizarse siguiendo directrices completamente diferentes de las que existen en cualquier institución de nuestro mundo. Debe fundarse y conducirse sobre principios bíblicos y ser instrumento del Señor, no para curar con fármacos, sino usando los remedios de la naturaleza. Los que tengan cualquier conexión con esa institución deben ser formados en los principios restauradores de la salud.— Carta 205, 1899, p. 1 (al Dr. J. H. Kellogg, 19 de diciembre de 1899). MI1 69.1

No debe gestionarse como otras instituciones. Jamás propusimos establecer sanatorios para hacer que sean ges-tionados como lo son las demás instituciones médicas. Si MI1 69.2

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Solicitado por el Departamento Médico de la Asociación General para recibir orientación en el análisis de ciertos aspectos de la obra médica. no contamos con un sanatorio que sea, en muchos aspectos, totalmente diferente a otras instituciones, no se verá que hayamos ganado nada.— Carta 72, 1896, p. 1 (al hermano Maxson y su esposa, 5 de noviembre de 1896). MI1 69.3

Establecida para educar al público. Han de indicarse con claridad los beneficios que se siguen de abandonar el tabaco y las bebidas alcohólicas. Muéstrese a los pacientes la necesidad de practicar los principios de la reforma prosalud si quieren recuperar su salud. Muéstrese a los enfermos cómo mejorar siendo temperantes en la alimentación y en la práctica regular del ejercicio al aire libre. Los sanatorios han de establecerse precisamente para que la gente se percate de todo ello. Ha de hacerse una gran labor. Los que ahora son ignorantes han de llegar a ser expertos. La labor de nuestros sanatorios ha de ser la de aliviar el sufrimiento y restaurar la salud. Ha de enseñarse a la gente a conservar la salud mediante el cuidado en la comida y la bebida. Cristo murió para salvar a los seres humanos de la ruina. Nuestros sanatorios han de ser su mano ayudadora, enseñando a los pacientes a vivir de tal modo que honren y glorifiquen a Dios. Si nuestros sanatorios no lo hacen, los que los dirigen cometen una gran equivocación. MI1 70.1

La abstinencia de carne beneficiará a los que se abstengan. El asunto de la alimentación es un tema de interés vital. Los que no dirigen los sanatorios de la manera debida pierden su ocasión de ayudar precisamente a aquellos que precisan realizar una reforma en su manera de vivir. Nuestros sanatorios se establecen con un fin especial: enseñar a la gente que no vivimos para comer, sino que comemos para vivir. MI1 70.2

En nuestros sanatorios se ha de predicar la verdad, no desterrarla ni ocultarla de la vista. La luz ha de brillar con rayos claros y resplandecientes. Estas instituciones son las infraestructuras del Señor para el resurgimiento de una moral pura y elevada. No las establecemos como un negocio especulativo, sino para contribuir a que las personas sigan hábitos de vida saludables.— Carta 233, 1905, pp. 9, 10 (al Dr. D. H. Kress y su esposa, 9 de agosto de 1905). MI1 70.3

El bienestar espiritual de los pacientes. En la formación de obreros para el cuidado de enfermos, que los estudiantes se imbuyan de la idea de que su objetivo más elevado siempre debería ser cuidar del bienestar espiritual de sus pacientes. Con este fin, deberían aprender a repetir las promesas de la Palabra de Dios y a ofrecer fervientes oraciones diariamente, mientras se preparan para el servicio. Que se den cuenta de que siempre han de mantener la influencia suavizante y santificadora del gran Médico Misionero ante sus pacientes. Si los que sufren pueden ser impresionados con el hecho de que Cristo es su Salvador misericordioso y compasivo, tendrán descanso para su mente, lo cual resulta esencial para la recuperación de la salud.— Carta 190, 1903, p. 3 (al pastor A. G. Daniells, 28 de agosto de 1903). MI1 70.4

El director exento de responsabilidades menores. El director médico de cualquier institución ocupa un puesto difícil, y debería mantenerse libre de responsabilidades menores, porque estas no le dejan tiempo para descansar. No debe acaparar tareas que no le corresponden. Debería contar con suficiente ayuda fiable, porque debe llevar a cabo un trabajo difícil. Tiene que humillarse en oración con los que sufren y llevar a sus pacientes al gran Médico. Si, como humilde suplicante, busca a Dios para obtener sabiduría a fin de tratar cada caso, su fortaleza y su influencia aumentarán enormemente. Llenos su mente y su corazón de la pura verdad divina, estará mejor preparado para realizar intervenciones cruciales, que significan la vida o la muerte para los afligidos. MI1 71.1

Una religión personal es esencial para todo médico que quiere tener éxito en el cuidado de los enfermos. Necesita un poder mayor que su ojo clínico o su habilidad personal. Dios quisiera que los médicos se unieran a él y que supieran que cada alma es valiosa a su vista. El que depende de Dios, dándose cuenta de que solo Aquel que hizo al hombre sabe cómo dirigir, no fracasará como sanador de los achaques corporales.— Carta 205, 1899, p. 8 (al Dr. J. H. Kellogg, 19 de diciembre de 1899). MI1 71.2

La necesidad de un administrador. Las instituciones dedicadas al cuidado de la salud, en un grado mayor que otras, no deberían depender principalmente de los médicos como directores. Se necesitan hombres polifacéticos de juicio imparcial para trazar planes y ejecutarlos. La junta no debe permitir que las cosas se realicen de forma caótica, porque todo lo que se hace tiene su influencia. En el Health Retreat [Refugio de la Salud] debe haber un administrador; si no, la institución se desmoralizará.— Carta 71, 1896, p. 6 (al hermano Maxson y su esposa, 12 de agosto de 1896). MI1 71.3

Un trabajo exclusivo. El cargo que el Dr. A insistió en asumir fue el de gerente o administrador. Ahí estuvo el error. Jamás se le debería haber dado ese cargo. Su tiempo y su trabajo, dedicados a sus pacientes, son todo cuanto un solo médico es capaz de sobrellevar. Él creía que debía ocupar un puesto similar al del Dr. Kellogg tuvo que desempeña en el Sanatorio [de Battle Creek]. Pero si hace su trabajo con fidelidad al instruir y formar a los empleados, en el tratamiento de los enfermos y dando respuesta a las solicitudes que, sin duda, le harán pacientes externos, y que es el deber de todo médico atender, y si atiende a los que sufren, esto es cuanto puede gestionar. No debería recaer sobre él la gestión administrativa y económica, porque se descuidarán cosas que deberían hacerse, y se idearán otras que serán abordadas en vez de ignorarlas. La gerencia es un trabajo que debería ser de dedicación exclusiva. Debería darse con un gestor juicioso que lo supervise con criterios empresariales. Debería tener autoridad, de acuerdo con la junta directiva, para someter a escrutinio la gestión administrativa en las facturas que se extienden a los pacientes. MI1 71.4

Se ha cometido un error en este sentido y se han producido irregu-laridades. No se ha seguido del todo la prudencia al abordar este asunto y la institución ha tenido en consecuencia que sufrir. Debería tenerse un total conocimiento de las salidas y las entradas. De la teneduría de libros debería ocuparse un contador, alguien que no sea médico. MI1 72.1

Se precisan hombres de experiencia. Los salarios ofrecidos deberían alcanzar un nivel que garanticen las mejores prestaciones. Nada se ahorrará con estrecheces en esto. Se incurrirá en pérdidas si hombres sin experiencia se convierten en gerentes o administradores en la gestión empresarial de la institución. Habría sido prudente que hubiera habido un hombre polifacético en los asuntos de negocio para trabajar en el Health Retreat [Refugio de la Salud], alguien que estuviera dispuesto a realizar una labor a pie de calle y a dar respuesta a las solicitudes realizadas. Entonces los doctores B y C podrían haber desempeñado debidamente sus funciones como médicos, y dejar la labor de administración a los mejor preparados para desempeñar esas funciones. Así se podrían haber ahorrado miles de dólares que se han gastado. Los proyectos y planes humanos, y la gestión de la institución según sus propias ideas, han aumentado la enorme deuda de la institución. [...] MI1 72.2

Que tome las riendas de esa institución alguien que haya tenido ex-periencia en el mundo de los negocios, alguien que ame a Dios profun-damente y que pueda dedicar tiempo a examinar las diversas propuestas presentadas por los médicos para gastar los recursos que deberían destinarse a disminuir la gran deuda bajo la cual la institución es un oprobio. Que cuantos tengan un ardiente deseo de imitar a Battle Creek, construyendo sin cesar, aprovechen al máximo lo que ya tienen [...]. MI1 72.3

[El Dr. Kellogg] está capacitado para trabajar en diversos sectores. Pero se le ha advertido que no debería asumir las responsabilidades que ha asumido en el pasado, no porque no tenga aptitudes para hacerlo, sino por lo ingente de la labor, debido a la importancia que ha adquirido, y porque el asunto delicado y de máxima responsabilidad de tratar a la humanidad doliente es sobrecogedoramente grande. Que ocupe su mente y su tiempo así en tan gran medida en aspectos financieros comunes es un trabajo pesado para un hombre que ya anda muy sobrecargado. No obstante, él no ha visto la forma de sustraerse de hacer planes que hagan progresar la obra y se busca su consejo sobre todo en aspectos donde tiene que haber otros capacitados para llevarlos adelante.— Ms 31, 1897, pp. 1-4 («Managers of Sanitariums” [Administradores de sanatorios], 6 de abril de 1897). MI1 73.1

La responsabilidad de administrar. El Dr. C ha trabajado con perseverancia para mantenerlo todo bajo su control. Ya no ha de permitírsele que seleccione personal que acapare todos los puestos de responsabilidad en la institución. Los más jóvenes han hecho de directores o administradores solo de nombre. El Dr. C no está satisfecho de que se coloque como administrador ningún otro que los que quieran trabajar bajo sus órdenes. El Sanatorio ya no ha de gestionarse así. Este orden de cosas hace daño a la reputación de la institución y debe cambiarse. Dios no puede trabajar a través de instrumentos no consagrados. MI1 73.2

No ha de ponerse por entero sobre el director médico la responsabilidad de administrar una institución establecida por el Señor. No ha de llevar la voz cantante, salvo en su propio departamento como director médico. Así que lo que el Sanatorio necesita es la colaboración de hombres que entiendan lo que se espera de ellos y que realicen su deber, con independencia de si el Dr. C está a favor o en contra.— Carta 178, 1901, pp. 3, 4 (al hermano Sanderson, agosto de 1901). MI1 73.3

Empeño cooperativo. No debería ser nombrado como director nadie sin experiencia o poco preparado. [...] Más bien deberían haberlo puesto desde el principio. Cuando se incorporó allí el Dr. B, deberían haber tenido un hombre firme, fuerte y decidido; pero él no quería eso. ¡No lo quería por nada del mundo! No quería en absoluto que hubiera un administrador. No quería incorporarse a no ser que pudiera administrar él mismo. Ocurrió lo mismo con el Dr. A, exactamente igual. El gran error estuvo en no contar con un administrador nombrado plenamente autorizado. Si hubieran tenido uno, la institución gozaría hoy de mayor prestigio. Pero él no quería tener un administrador. Iba a administrar él solo. Era autosuficiente y él se consideraba dotado para ser administrador. Está claro que estaba fuera de su jurisdicción como administrador. No era competencia suya, ni de usted: ustedes son médicos. Su cometido es realizar la labor de los médicos. Deberían reunirse para consultarse mutuamente —consultando el administrador con los médicos y consultando los médicos con el administrador— y tener una comprensión cabal de cómo deberían ir las cosas. El médico debería consultar al administrador en lo tocante a los medios con los que tienen que contar en el Sanatorio; y cuando el médico vea una carencia, cualquier cosa que no funcione como es debido, sencillamente, comuníqueselo al administrador, lleguen a un acuerdo, y empujen todos en la misma dirección.— Ms 82, 1901, pp. 19, 20 (de una entrevista con el Dr. A. J. Sanderson y su esposa, celebrada en Elmshaven el 25 de agosto de 1901). MI1 73.4

El director médico no está calificado para administrar. Aquí en el Sanatorio vemos el gran peligro de que el director médico crea que él tiene que ser gerente y administrador de la totalidad de la institución. Vemos aquí los resultados de ello, aunque en los últimos veinte años el Señor haya enviado un mensaje tras otro para corregir esta suposición. No es el plan del Señor poner tantas responsabilidades sobre un solo hombre. Dios tiene un trabajo para el médico. Ha de trabajar bajo su supervisión y en ningún caso ha de suponer que un médico esté calificado para ser gerente y administrador y sobrellevar con éxito esta carga adicional, cumpliendo a la vez con la labor que le corresponde como médico [...]. MI1 74.1

Hay un trabajo especial asignado a los administradores del Sanatorio. Sobre los médicos descansa una seria responsabilidad y debería haber colaborando con ellos hombres de experiencia, hombres de oración que cumplan fielmente con lo que se les haya encomendado, con independencia de cuál sea su cometido. Han de actuar de común acuerdo. Todo lo que se cuestione han de llevarlo ante el Señor en oración. Han de tratar con deferencia y respeto a los que Dios nombre para unirse con ellos en su trabajo, de la misma manera como les gustaría a ellos ser tratados. Que el gerente, el médico, el administrador y la enfermera jefe tengan buen ánimo y realicen el trabajo que se les ha asignado; porque sus oportunidades pasarán pronto y seguirá la recompensa.— Carta 136, 1900, pp. 3, 11, 12 (a los hermanos Sharp, Caro y Kellogg, 29 de octubre de 1900). MI1 74.2

La tentación de abandonar y establecer una consulta privada. El trabajo del verdadero médico misionero es, en gran medida, un trabajo espiritual. Incluye la oración y la imposición de manos; por lo tanto, debería ser apartado para su trabajo de forma tan sagrada como el ministro del evangelio. Los que son seleccionados para desempeñar el papel de médicos misioneros han de ser apartados para ello. Esto los fortalecerá contra la tentación de dejar su trabajo en el sanatorio para dedicarse a su consulta privada. No debería permitirse que ningún motivo egoísta separe al obrero de su puesto del deber. Vivimos en una época de solemnes responsabilidades; una época en la que ha de realizarse el trabajo con consagración. Busquemos al Señor diligentemente y con inteligencia. Si dejamos que el Señor influya en los corazones humanos, veremos el triunfo de una obra grande y excelsa. [...] MI1 75.1

Si hubo alguna vez un tiempo en que nuestra obra tenía que llevarse a cabo bajo la especial dirección del Espíritu de Dios, es ahora. Despierten los que viven cómodamente. Que nuestros sanatorios se conviertan en lo que deberían ser: refugios en los que se ofrezca sanidad a las almas enfermas por el pecado. Y esto se hará cuando los obreros tengan una comunión vital con el gran Sanador.— Ms 5, 1908, pp. 2, 5 («The Medical Missionary Work» [La obra médica misionera], 23 de febrero de 1908). MI1 75.2

Ni correcto ni justificable. Durante los cuatro últimos años uno de nuestros médicos se estableció en la ciudad de , a solo poca dis tancia de nuestro sanatorio, y empezó a construir un sanatorio privado. Eso no estuvo bien, y ha ido en detrimento de nuestra institución de salud, que siempre ha tenido dificultad para alcanzar el éxito, y para cumplir la misión que el Señor le encomendó. La acción del que estableció ese sanatorio privado no fue ni correcta ni justificable. Si va a seguir haciendo lo que ha hecho en el pasado, surgirán problemas de continuo. Además, quita pacientes del sanatorio establecido según el plan de Dios. Y peor aún, permite que sus pacientes consuman carne, mientras que los obreros de nuestro sanatorio siempre han procurado demostrar a sus pacientes que estarían mejor sin carne. MI1 75.3

La pregunta es qué hacer. Aquí hay dos instituciones: una se empeña en sustentar y seguir los principios de la reforma prosalud, y la otra permite que sus pacientes se den el gusto del consumo de carne y, así, quita pacientes a la institución que ya existía antes. El asunto ha de ser tratado de manera ecuánime y cristiana. Cuando la mente y el corazón del que se estableció tan cerca de la institución del Señor estén convertidos, él se percatará de la necesidad de poner en práctica los principios de la Palabra de Dios y estará en armonía con sus vecinos. Si no puede juntarse con ellos, se marchará a otro lugar. Hay muchos otros lugares a los que podría irse. [...] MI1 76.1

Que no crean nuestros médicos que pueden establecerse en una consulta privada al lado de nuestros sanatorios. El Señor dice a los que han hecho esto: ¿No hay muchos otros lugares en los que ustedes podrían haber establecido su consulta? MI1 76.2

El Señor se dirige a todos los médicos misioneros y les dice: Vayan a trabajar hoy en mi viña para salvar almas. Dios oye las oraciones de todos los que en verdad lo buscan. Tiene el poder que todos necesitamos. Colma el corazón de amor, gozo, paz y santidad. El carácter se está desarrollando constantemente. No podemos permitimos perder el tiempo actuando en desacuerdo con Dios. MI1 76.3

Hay médicos que, debido que en algún momento estuvieron vinculados a nuestros sanatorios, se dan cuenta de que les resulta lucrativo establecerse cerca de ellos; y cierran los ojos a los numerosos territorios descuidados y olvidados en los que una labor altruista sería una bendición para muchos. Los médicos misioneros pueden ejercer una influencia edificante, purificadora y santificadora. Los médicos que no actúan así están abusando de su poder y hacen una obra que el Señor rechaza.— Carta 233, 1905, pp. 8, 12 (al Dr. D. H. Kress y su esposa, 9 de agosto de 1905). MI1 76.4

Nuestra obra se sustenta en la generosidad. En vista de la gran obra que ha de realizarse, nuestros obreros deberían estar dispuestos a trabajar por un sueldo razonable. Aunque ustedes pudieran obtener grandes salarios, deberían considerar el ejemplo de Cristo al venir a nuestro mundo y vivir una vida de abnegación. Precisamente en este momento, los salarios exigidos por nuestros obreros significan mucho. Si ustedes solicitan un salario muy alto y se lo conceden, queda abierta la puerta de par en par para que otros hagan lo mismo. MI1 76.5

Precisamente la exigencia de un salario muy elevado entre los obreros de Battle Creek contribuyó a arruinar el espíritu de trabajo allí. Dos hombres se destacaron en aquella iniciativa, y se les unieron tres o cuatro más, y el resultado fue que se unieron para conseguir algo que, si hubiese sido exigido por la mayoría, habría demolido uno de los rasgos distintivos de la forma de difundir nuestro mensaje. La causa de la verdad presente ha sido fundada sobre la abnegación y la generosidad. Ese espíritu egoísta acaparador es del todo opuesto a estos principios. Es como la lepra mortal, que, con el tiempo, se extenderá por todo el cuerpo. Esto me inquieta. Es preciso que prestemos atención, no vaya a ser que dejemos atrás el espíritu de sencillez y abnegación que caracterizaba a nuestra obra en sus primeros años. MI1 77.1

A usted no le resultará difícil ejercer una amplia influencia en el sanatorio de . Si está dispuesto a actuar con abnegación, no exigiendo el salario que usted con razón podría conseguir, el Señor lo sostendrá en su trabajo. Por otro lado, si pide una suma elevada, otro y otro más pensarán que tienen el derecho a exigir un salario igual de alto que el suyo; y, así, se usará dinero que debería gastarse en apoyar la labor de la causa de la verdad presente en otros lugares. MI1 77.2

Al adoptar decisiones importantes, deberíamos estudiar todas las implicaciones del asunto. Siempre hemos de recordar que se nos da un lugar en la obra para actuar como instrumentos responsables. Algunos quisieran seguir los usos y costumbres que imperan en el mundo en lo que atañe a su salario; pero el Señor no ve las cosas como las ven esos hombres. Él ve nuestros deberes y nuestras responsabilidades a la luz del ejemplo abnegado de Cristo. El evangelio debe presentarse al mundo de tal modo que lo que predicamos y lo que hacemos concuerda. MI1 77.3

Nuestros sanatorios no deben administrarse según los usos y costumbres del mundo. No ha de considerarse necesario ni siquiera que el director médico reciba un salario elevado. Somos servidores de Dios.— Carta 370, 1907, pp. 1, 2 (al Dr. D. H. Kress y su esposa, 23 de octubre de 1907). MI1 77.4

No con exigencias económicas. Cristo extiende a todos la invitación: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mat. 11: 28-30). Si todos están dispuestos a llevar el yugo de Cristo, si todos están dispuestos a aprender en su escuela las lecciones que él nos enseña, habrá medios suficientes para establecer la obra médica misionera evangélica en muchos lugares. MI1 77.5

Que nadie diga: «Me uniré a este ministerio a cambio de una suma predeterminada. Y si no me da eso, no participaré». Los que así dicen demuestran que no llevan puesto el yugo de Cristo; ni están aprendiendo de su humildad y su mansedumbre. [...] MI1 78.1

Lo que aumenta nuestro valor ante la vista de Dios no es ser ricos en la riqueza del mundo. El Señor reconoce y honra a los humildes y contritos. Lea el capítulo 57 de Isaías. Estudie ese capítulo cuidadosamente, porque significa mucho para el pueblo de Dios. No realizaré comentario alguno acerca de él. Si lo estudia con atención y oración, llegará a ser sabio para la salvación.— Carta 145, 1904, pp. 6-8 (a un «hermano”, 5 de abril de 1904). MI1 78.2

Consejo sobre una propuesta de porcentajes*. En cuanto a la propuesta realizada por el hermano , considero el asunto igual que usted. No podemos permitimos iniciar un plan de salarios elevados. Este fue el gran error con los empleados en Battle Creek, y tengo que decir algo sobre todo esto. Tenemos ante nosotros un gran campo de obra misionera. Hemos de estar seguros de hacer caso de los requerimientos de Cristo, quien hizo de sí mismo una dádiva para nuestro mundo. Nada que, de alguna manera, podamos realizar debería quedar sin hacer. Ha de haber pulcritud y orden, y ha de hacerse lo máximo posible por mostrar un gran esmero en todos los aspectos. Pero en lo tocante a una paga semanal de veinticinco dólares y a dar un gran porcentaje sobre las operaciones quirúrgicas realizadas, por la luz que recibí en Australia, eso no debería hacerse en ningún caso, porque nuestro prestigio está en juego. [...] MI1 78.3

Debemos atenemos al consejo divino, estando preparado cada uno de nosotros para seguir el ejemplo de Jesucristo. No podemos consentir que se paguen sueldos exorbitantes. Dios requiere de sus médicos subalternos una conformidad con la invitación: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mat. 11: 29, 30).— Carta 309, 1905, p. 4 (al hermano J. A. Burden y su esposa, 1o de noviembre de 1905). MI1 79.1

Llamamiento a la abnegación a los médicos y pastores. Me siento movida a escribirle esta mañana y pedirle que se cerciore de tratar a todos con equidad. Me ha sido indicado que hay peligro en que usted siga un plan de acción con algunos médicos, que resultará contraproducente. Hemos de hacer todo lo que esté en nuestra mano por estimular el talento en el trabajo pastoral, y también en el de los médicos, concediéndoles todos los privilegios que sean necesarios, pero límites que no debemos traspasar. MI1 79.2

Cuando buscábamos un médico que prestara sus servicios como gerente del Sanatorio de Loma Linda, uno con amplia experiencia accedió a asumir el cargo con ciertas condiciones. Especificó cierta suma como remuneración por sus servicios y dijo que no aceptaría por una cantidad menor. Algunos pensaron que, dado que parecía tan difícil dar con alguien, tendríamos que emplear a ese médico aceptando sus exigencias. Le dije, sin embargo, al hermano: «No sería correcto emplear a ese médico y pagarle tanto cuando otros que trabajan con la misma fidelidad reciben menos. Esto no es justicia, y el Señor me ha indicado que no aprobaría semejante discriminación”. MI1 79.3

El Señor pide abnegación en su servicio, y esta obligación atañe a los médicos tanto como a los pastores. Tenemos ante nosotros una magna obra que requiere medios, y debemos llamar al servicio a jóvenes para que trabajen como pastores y como médicos, no por los sueldos más elevados, sino conforme a las grandes necesidades de la causa de Dios. Al Señor no le complace ese espíritu de codicia que procura los sueldos más elevados. Necesitamos médicos y pastores cuyo corazón esté consagrado a Dios, y que reciban sus órdenes de marcha del más eminente Médico misionero que alguna vez haya pisado esta tierra. Que contemplen su vida de abnegación y que luego se sacrifiquen gustosamente para que más obreros puedan participar en la siembra del evangelio. Si todos trabajan con este espíritu, se requerirán salarios menores. MI1 79.4

Algunos han fallado en este sentido. Dios los ha bendecido con la capacidad de prestar un servicio aceptable, pero ellos no han llegado a aprender lecciones de economía, de abnegación y de andar humildemente con Dios. Se accedió a sus exigencias de sueldos más elevados, y se volvieron derrochadores en el uso de los recursos; perdieron la influencia para el bien que deberían haber tenido, y la generosa mano divina no estuvo con ellos. [...] Cuidado con poner demasiada confianza en los que exigen sueldos elevados antes de dedicarse a la obra del Señor. Le escribo esto a modo de advertencia.— Carta 330, 1906, pp. 1, 2 (al pastor S. N. Cobb, 23 de octubre de 1906). MI1 80.1

El derroche y la influencia. Entre nuestros pastores, médicos, maestros y colportores existe la necesidad de una entrega completa de la mente, el corazón y el alma a Dios. Todos tenemos una tarea que cumplir. MI1 80.2

No deben seguirse los temerarios planes del Dr. . Dejándose llevar por su personal y particular criterio, y siguiendo sus propias ideas y sus propios planes, se siente inclinado a incurrir en gastos imprudentes y a acometer empresas que absorberán, pero no producirán. Antes de invertir recursos, debería calcular cuidadosamente el costo. Cuando alcance una mayor profundidad de la auténtica piedad, no gastará el dinero con tanta prodigalidad en un empeño por parecer grande a los ojos de los personajes influyentes del mundo. [...] MI1 80.3

Que nadie se imagine que la jactancia dará influencia a los obreros de Dios. Ni la forma de vestir, ni las viviendas costosas, ni un estilo de vida a la moda imprimen carácter a la obra. En cambio, un espíritu manso y sereno es de gran valor a la vista de Dios. La religión no hace a una persona ruda ni vulgar. El verdadero creyente, consciente de su propia debilidad, se cuidará en todo sentido y pondrá toda su confianza en Dios. La verdadera piedad cristiana no puede imponerse, porque constituye la irradiación natural del corazón sincero. [...] MI1 80.4

Dios necesita hombres minuciosos, hombres de oración, hombres prácticos. Una dispendiosa ostentación no eleva a las personas a los ojos de las personas sensatas. No está bien que un médico realice un dispendio disparatado de medios, y que luego cobre precios exorbitantes por realizar operaciones sencillas. Dios conoce la verdadera realidad de todo eso.— Manuscrito 34, 1904, pp. 2, 3, 5 («Instruction Regarding the Work of Doctor Caro» [Instrucción relativa al trabajo del doctor Caro], 13 de marzo de 1900). MI1 80.5

Ni ostentación ni moda. Que nuestros médicos estudien la vida del gran Médico, que iba a pie de lugar en lugar. Las multitudes que lo seguían no eran conscientes de que estaban escuchando al mayor Médico que alguna vez haya atendido las necesidades de la humanidad. «Si alguien quiere venir en pos de mí”, dijo Cristo, «niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mat. 16: 24). Quienes aceptan seguir al Redentor abnegado instarán a tiempo y fuera de tiempo. MI1 81.1

Sinceramente, esperamos y oramos para que ustedes no echen a perder a ninguno de sus médicos ofreciéndoles grandes salarios. Llévese a cabo el trabajo de tal modo que muchos tengan la oportunidad de llegar a ser médicos de cuerpos y de almas.— Carta 336, 1906, p. 2 (a los hermanos en cargos de responsabilidad en Australia, 25 de octubre de 1906). MI1 81.2

Dos diálogos en cuanto al salario de los médicos*

Primer diálogo MI1 81.3

Presentes [en la reunión de la comisión]: Sra. E. G. White, pastores F. M. Burg, G. W. Reaser, W. M. Adams, J. H. Behrens, C. L. Taggart, A. G. Christiansen y W. C. White; e invitado C. C. Crisler. MI1 81.4

Tras las presentaciones y los saludos, el pastor White dijo, en resumen: «Ayer todo el día estuvimos considerando los intereses de nuestras diversas escuelas en la Unión del Pacífico. En estas escuelas, ubicadas en Angwin, Lodi, Fernando, Armona y Loma Linda, hay entre seiscientos y setecientos alumnos en formación. Nos sentimos reconfortados al haber sido informados sobre el funcionamiento general de estas escuelas. MI1 81.5

»Hoy es preciso que analicemos los problemas del Sanatorio, en particular el asunto del salario que deberíamos pagar a los médicos y los cirujanos. En nuestro sanatorio de Santa Helena tenemos un médico temeroso de Dios que se ha granjeado la confianza de todos sus colegas, un hombre a quien Dios ha bendecido abundantemente en su ministerio en favor de los enfermos. MI1 82.1

Él quiere seguir, y todos quieren que siga; y él estaría de acuerdo en continuar si los hermanos pudieran concederle un salario que sea aproximadamente el doble de lo que se paga a la media de nuestros obreros. A él le encanta dar con generosidad, y desea contar con fondos con los que vivir y poder usar con este fin. Tenemos muchas dudas y nos gustaría saber si usted tiene alguna luz sobre este asunto». MI1 82.2

Hermana White: Si se le concede considerablemente más que a otros médicos, los demás llegarán a creer que no son tratados equitativamente, a no ser que también ellos consigan más. Es preciso que procedamos con cautela y sensatez, y que no permitamos que los sueldos suban tanto que muchos sean tentados. Quizás más bien haya que aplicar una disminución, no un aumento, en el salario de los médicos, porque la obra es inmensa. A no ser que ustedes tengan alguna luz clara proveniente del Señor, no es aconsejable pagar a un hombre considerablemente más que a otro que realice un trabajo similar. Porque, si lo hacen, los otros pensarán que es perfectamente apropiado esperar salarios igualmente elevados. Es preciso que analicemos las cosas desde todos los ángulos, y es inútil que pensemos que podemos ofrecer a un obrero de éxito un salario elevado simplemente porque él lo haya exigido. Debemos tener en cuenta, más bien, qué podemos permitimos hacer en el momento actual, cuando se están abriendo territorios donde a partir de ahora tendremos que invertir muchos más recursos que los que hemos invertido hasta ahora. Estos son asuntos que pondrán a prueba la fe de nuestro pueblo. MI1 82.3

William C. White: Sí que ponen a prueba nuestra fe, madre, especialmente cuando un grupo de obreros ha trabajado con un hombre hasta que han aprendido a quererlo y admirarlo, y creen que este puede hacer mejor trabajo que nadie. Entonces, es natural que piensen que está mal que los hermanos no le den lo que podría usar de forma ventajosa. Piensan: «¿Qué son mil dólares, o mil quinientos dólares más, cuando la vida está en juego?». Dicen: «Aquí tenemos los casos de Fulano y de Mengano, que él acaba de sacar adelante, y el de Zutano, cuya vida ha salvado”, y consideran que sería tremendamente mezquino de nuestra parte no dar satisfacción a sus exigencias. Dicen: «No hay nadie que tenga que trabajar y sufrir tensiones como un cirujano. Piensen en las horas de arduo trabajo, de preocupación, de angustia mental que tienen que soportar, cuando una vida preciosa pende de un finísimo hilo”. MI1 82.4

No obstante, al considerar este asunto, debemos recordar que otras instituciones se ven influidas por nuestras decisiones. Vemos un pobre sanatorio en apuros situado en un lugar magnífico, con excelentes perspectivas de que acudan muchos pacientes, y máximas posibilidades de éxito financiero si tan solo pudiera contar con un médico de prestigio; y puede conseguir un buen médico si se consiente que el sanatorio le pague solo trescientos o quinientos dólares por encima de la escala salarial recomendada. Dicen: «Con que solo nos permitan pagar algunos cientos de dólares más de lo que han aconsejado, podemos ganar cinco mil dólares para cubrir este pequeño gasto adicional en salarios». Y así parece, cuando lo consideramos desde un punto de vista empresarial. MI1 83.1

Hermana White: Ustedes ven que en todo esto subyace un egoísmo que al Señor no puede complacer. Debemos actuar unidos. Nuestra obra ha de avanzar precisamente a través de una acción armoniosa, y algunos lo pasarán muy mal, mientras otros lo tendrán más fácil. Pero todo esto habrá que ir tomándolo en cuenta según se vayan desarrollando los hechos, y es preciso que los obreros recuerden lo que Jesús dio al venir a nuestro mundo. Pienso en ello una y otra vez, y me parece que podemos realizar una excelente labor si damos el debido ejemplo. Pero si deseamos aquello que la mayoría de nuestros hermanos no puede recibir, eso daña nuestra influencia. Un hermano dice: «Los hermanos Fulano y Mengano tienen cierto salario, y yo debo tener un salario en consonancia”. Así, los salarios aumentarán y seguirán aumentando cada vez más. El hecho es que puede que los salarios de algunos tengan que ser menores, y menores aún, para que podamos sa-tisfacer los innumerables requerimientos de la obra que hay ante nosotros de advertir al mundo. [...] MI1 83.2

Cuando nos pongamos en la debida relación con Dios, tendremos éxito allá adonde vayamos; y queremos éxito, no dinero: verdadero éxito, y Dios nos lo dará porque conoce todo lo referente a nuestra abnegación. Él conoce cada sacrificio que hacemos. Puede que ustedes piensen que su abnegación resulta indiferente, que deberían recibir mayor consideración, etcétera. Pero tiene gran importancia para el Señor. Me ha sido repetidamente mostrado que cuando la gente empieza a ambicionar salarios cada vez más elevados, les ocurre que llegan a posicionarse donde ya no se encuentran en situación propicia. Pero cuando aceptan un salario que pone de manifiesto su altruismo, el Señor ve su abnegación y les proporciona éxito y victoria. Esto mismo me ha sido presentado una y otra vez. El Señor que ve en secreto recompensará públicamente cada sacrificio que sus siervos leales hayan estado dispuestos a realizar. [...] MI1 83.3

Hace años, cuando este asunto de los salarios había sido objeto de análisis, dije a mis hermanos que el Señor lo sabe todo sobre el espíritu que nos mueve a la acción, y que puede dar la vuelta a las cosas en nuestro favor en ocasiones en que no lo esperamos. Cuando demos un ejemplo correcto, la bendición del Señor descansará sobre nosotros. Hemos visto al Señor obrar de muchas maneras y en muchos lugares para ayudar precisamente a los que ven estos asuntos en su correcta perspectiva y dan un ejemplo abnegado. Y, hermanos, cuando ustedes trabajen con fervor, oración y humildad, en el espíritu de Cristo, el Señor abrirá puertas ante ustedes. Todos podrán ver su abnegación. MI1 84.1

En ocasiones en que mis hermanos han acudido a mí buscando consejo en cuanto a si debían pedir un salario más alto, les he dicho que podrían tener unas entradas adicionales pidiendo un salario mayor, pero que la bendición de Dios acompañará a quienes hagan las cosas de otro modo. Dios ve la abnegación; el Señor, Dios de Israel, ve cada motivo; y cuando se pasa por estrecheces, los ángeles de Dios están ahí para ayudamos y damos victoria tras victoria. MI1 84.2

He sido muy clara a la hora de aconsejar a mis hermanos que no exigieran grandes sueldos, porque ese no es el móvil que nos induce a emplear nuestras energías en la obra de la salvación de las almas. No debemos permitir que la cuestión de los salarios se interponga en nuestra respuesta al llamamiento del deber dondequiera que se necesite nuestro servicio. El Señor puede disponer todo de modo que una bendición vaya aparejada a nuestras labores que supere en mucho cualquier compensación que podamos recibir o no; y dará a sus siervos palabras cuya comunicación a las almas que perecen es de trascendental importancia. [...] MI1 84.3

En el futuro nuestra obra tendrá que realizarse con abnegación y espíritu de sacrificio aún mayores que los que hemos visto en el pasado. Dios desea que le encomendemos nuestras almas para que pueda trabajar mediante nosotros de formas diversas. Estos asuntos me afectan in-tensamente. Hermanos, andemos con mansedumbre y humildad, y demos un ejemplo de abnegación a nuestros colegas. Si hacemos nuestra parte con fe, Dios abrirá delante de nosotros caminos con los que ahora ni soñamos. [...] MI1 84.4

Si alguien propone algo que no está de acuerdo con los principios de la abnegación sobre los que se basa nuestra obra, recordemos que la mano de Dios puede barrer de una vez todos los beneficios aparentes, porque estos no se buscaron para glorificar su nombre.— Manuscrito 12, 1913, pp. 1-4, 7-11, 13, 17 («Interview at Mrs. E. G. White’s Home» [Entrevista en el hogar de Elena G. de White], 4 de diciembre de 1913). MI1 85.1

Segundo diálogo*

Pastor Elmer E. Andross: Creo que sería bueno que nos diera un consejo, hermana White, ahondando algo más en el asunto que analizábamos el otro día: la cuestión del salario de los empleados, especialmente de los médicos, en nuestras instituciones. Si tiene usted algún consejo adicional para nosotros en referencia a los salarios que deberían recibir nuestros médicos, nos encantaría conocerlo». MI1 85.2

Elena G. de White: Si nuestros médicos empiezan a exigir salarios cada vez mayores, el Señor no los prosperará. Así me ha sido mostrado una y otra vez en el transcurso de la noche. El Señor desea que adoptemos una posición en la que podamos recurrir a él en busca de guía y confiar en él para que nos proporcione luz y sigamos conociendo a Aquel de quien ya sabemos perfectamente que es la vida eterna. MI1 85.3

Pastor Andross: La cuestión a la que nos enfrentamos ahora es qué salario deberíamos pagar a nuestros médicos. Usted sabe que algunos creen que no los tratamos generosamente; que deberían recibir un salario mucho mayor que el que reciben, mayor que el asignado a los pastores y otros obreros de nuestra causa. Insisten en que pueden ganar un gran salario en una clínica del mundo, un salario mucho mayor que el que podría ganar un pastor. MI1 85.4

Hermana White: Sí; y tendrán la tentación continuamente ante sí. Pero en lo de favorecer que nuestros médicos se fijen ellos mismos sus propios salarios, debemos ser muy precavidos. Lamento no poder presentar este asunto con toda la claridad que me ha sido mostrada durante la noche. Espero poder decir más en el futuro sobre todo ello; pero de momento diré que debo seguir dando mi testimonio contra la idea de que se permita que alguien se fije él mismo su propio salario. Si se permite que un hombre actúe así, Satanás lo ayudará de forma extraordinaria. [...] MI1 85.5

Nuestros hermanos que ocupan puestos de responsabilidad deben llegar a un acuerdo en este asunto, y no considerar a ningún hombre tan indispensable que pueda concedérsele cualquier montante que él estime que valen sus servicios. Nadie debería llegar a creer que deba ser exaltado por encima de sus hermanos que realizan un servicio tan fiel como el suyo. Es preciso que tengamos puntos de vista correctos sobre el asunto de los salarios si esperamos que el Señor siga prosperándonos en nuestra labor. Los que persistan en seguir su propio camino, contrario a los consejos de los hermanos, descubrirán que se han situado en un terreno peligroso, y acabarán cayendo. MI1 86.1

Desde el comienzo, nuestra obra ha avanzado sobre principios de abnegación. Una y otra vez hemos demostrado el valor de estos principios. Y cuando ha habido quienes han intentado apartarse de la senda de la abnegación, no han prosperado. El Señor no los ha bendecido cuando han actuado así. Seamos fieles a Dios en este asunto, pastor Andross. [...] MI1 86.2

Pastor Andross: Algunos hermanos creen que un salario considerablemente mayor que el que reciben los pastores es, para ellos, un sueldo muy bajo; que no es nada en comparación con lo que podrían obtener en el mundo; y, por ello, no lo consideran en modo alguno un salario elevado. Dicen, por ejemplo, que cuarenta o cincuenta dólares por semana es un salario muy pequeño como paga por los servicios de un médico y un cirujano competentes; que puede que este sea un salario elevado para el cuerpo pastoral, pero no para ellos, debido a su superior capacidad de generar entradas. Eso es lo que argumentan. MI1 86.3

Hermana White: Entiendo. Quiero, sin embrago, que quede claro que no podemos mantener ningún tipo de obrero que con argucias se fije su propio salario; y si son conducidos por Dios, no seguirán haciéndolo. Estos asuntos afloraron a menudo en el pasado, y si tuviera tiempo y fuerza, podría encontrar en mis escritos mucho que tienen una relación directa con este asunto en concreto; y el resultado de aplicar esa argucia siempre ha sido contrario a nuestra causa, y ha entorpecido su progreso [...]. MI1 86.4

Me ha tocado vivir diversas situaciones que me han enseñado que el enemigo de nuestra obra estaría complacido viendo que se introduce una norma relativa a los salarios que nos abocaría a situaciones conflictivas. Dios no participa de un acuerdo que permita a alguien fijar cuánto debería recibir. Cuando uno dice que no puede trabajar en una de nuestras instituciones a no ser que sea tratado de tal o cual manera, naturalmente, otros se sentirán libres de presentar exigencias similares. De nada nos valdrá adoptar ninguna norma que allane el camino a tales resultados. Cuando se ha planteado este asunto en épocas pasadas, el Señor ha dado clara luz vez tras vez en el sentido de que no se permitiera que ningún hombre marcara el curso exacto que ha de seguir; porque permitir esto llevaría a la causa muy pronto a un estado de confusión. Dios nos ayudará si andamos a la luz de su consejo. MI1 87.1

Estamos llegando a un punto en el que el enemigo usará contra nuestra obra cualquier oportunidad que le ofrezcamos. Todos debemos depender por entero de nuestro Dios, y estar en una posición en la que podamos seguir conociendo al Señor, para que podamos saber que su salida está preparada como la aurora. En el pasado, cuando se suscitaba este asunto de los salarios elevados, el Señor lo desautorizó muchas veces, y se evitó que fuéramos entrampados por el enemigo. Cuando los hombres abogaron por sus necesidades aparentes, abordamos con fidelidad los principios que subyacen a las recompensas en el servicio de Dios y nuestro empeño se vio coronado por una bendición. Nuestros hermanos fueron llevados a ver cuál habría sido el resultado para la causa en poco tiempo si hubiéramos accedido a sus solicitudes, y eligieron sensatamente un camino mejor.— Ms 14, 1913, pp. 1-4, 6 («Report of Interview of Elmer E. Andross with E. G. White” [Informe de la entrevista de Elmer E. Andross con Elena G. de White], 12 de diciembre de 1913). MI1 87.2

Vislumbre de un peligro amenazante *. Me siento alarmada por las perspectivas tanto del Sanatorio y de la Editorial de Battle Creek como de nuestras instituciones en general. Se viene manifestando en las instituciones, con el paso de los años, un espíritu de naturaleza totalmente diferente de lo que el Señor ha revelado en su Palabra que debería caracterizar a los médicos y a los obreros relacionados con nuestras instituciones de salud y con la obra de publicaciones. Se tiene la idea de que los médicos del Sanatorio y que quienes ocupan puestos de responsabilidad en la Editorial no tienen la obligación de estar controlados por los principios de abnegación y sacrificio personal del cristianismo. Pero esta idea tiene su origen en los concilios de Satanás. Cuando los médicos ponen de manifiesto que piensan más en el salario que en la obra de la institución, demuestran que no son dignos de confianza como siervos de Cristo abnegados, temerosos de Dios y fieles en realizar la obra del Maestro. [...] MI1 87.3

«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3: l6). El cielo fue adquirido para los seres humanos a un precio infinito, y nadie entrará por los portales de la ciudad eterna que no haya demostrado mediante la abnegación y el sacrificio propio la calidad y la autenticidad de su vida para Cristo y la humanidad doliente. MI1 88.1

Dios requerirá un rendimiento de cada uno en proporción a la valoración que haya hecho de sí mismo y de su servicio, porque seremos juzgados de acuerdo con nuestras obras, y según una norma no inferior a la que alguien haya establecido. Si alguien ha considerado de tanto valor sus talentos y ha valorado en alto grado su capacidad, se le requerirá que preste un servicio en armonía con su propia valoración y con sus exigencias. ¡Qué pocos son los que tienen familiaridad real con el Padre o con su Hijo Jesucristo! Si estuvieran imbuidos del espíritu de Cristo realizarían las obras de Cristo. «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Fil. 2: 5). MI1 88.2

El que juzga con justicia dijo: «Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15: 5). Todos los talentos, grandes o pequeños, nos han sido confiados por Dios, para que los pongamos a su servicio. [...] Cuando alguien exige remuneraciones exorbitantes por sus servicios, Dios, el juez de toda la tierra, le exigirá de acuerdo con la valoración que de sí mismo hace, y le requerirá que le rinda cuentas de acuerdo con toda esa sobrevaloración que se ha atribuido. MI1 88.3

Así como hay quien juzgan su propio valor desde el punto de vista monetario, Dios juzgará sus obras comparando sus servicios con la va-loración que ha hecho de ellos. A menos que se convierta, ninguno de los que de este modo atribuye valor excesivo a su capacidad podrá entrar en el cielo, porque su influencia personal en el servicio de Cristo nunca equilibrará la escala de su estimación de sí mismo o de sus exigencias por el servicio que presta a los demás. [...] MI1 88.4

Entorpecer la obra de Dios. El que es egoísta y codicioso, ansioso por apoderarse de hasta el último centavo que pueda de nuestras instituciones por los servicios prestados, está entorpeciendo la obra de Dios; y ciertamente, ya ha tenido su recompensa. No puede ser considerado digno de que se le confíe la recompensa eterna y celestial en las mansiones que Cristo ha ido a preparar para los que se niegan a sí mismos, toman la cruz y lo siguen. La idoneidad de los seres humanos para recibir la herencia comprada con sangre es evaluada durante este tiempo de prueba. Los que tienen el espíritu de abnegación manifestado por Cristo, que se entregó a sí mismo para la salvación de la humanidad caída, son los que beberán de la copa y serán bautizados con el bautismo, y compartirán la gloria del Redentor. Los que pongan de manifiesto que el amor de Cristo controla su espíritu e impulsa su servicio serán considerados súbditos aptos para la familia celestial. MI1 89.1

Todos hemos de ser puestos a prueba aquí en esta vida para demostrar si, admitidos en el cielo, repetiremos la misma línea de conducta que Satanás manifestó allí. Pero si el carácter que desarrollemos durante nuestro tiempo de prueba es conforme al Modelo divino, seremos autorizados a recibir la bienvenida: «Bien, buen siervo y fiel [...]. Entra en el gozo de tu Señor” (Mat. 25: 21). Pero, por otra parte, quienes desean ser muy estimados entre los hombres, si buscan las posiciones más encumbradas y exigen la remuneración más alta que puedan obtener en esta vida, tendrán precisamente esos caracteres en la vida futura. Todo el cielo los considerará inhabilitados para el reino, incapacitados para cualquier puesto de confianza en la gran obra de Dios en los atrios celestiales. Nuestras instituciones son medios establecidos por Dios, y en ellas deben mantenerse con fidelidad los principios de la equidad, la justicia y la rectitud. La obra en la que estamos inmersos debe ser realizada por hombres dirigidos por Dios como lo estuvo Cristo para avanzar con espíritu de sacrificio por la salvación de un mundo perdido. Este es el espíritu que debería caracterizar el trabajo médico misionero en todo momento y en todas partes. [—] MI1 89.2

Unidad entre los médicos. Cuando el Señor me mostró la gran falta de unidad entre los médicos me sentí muy agobiada. Actúan como si la oración de Cristo no los incluyera, y no buscan la unidad. Los médicos deberían colaborar todos mutuamente con amor y unidad. Nadie debería tener envidia ni celos de sus hermanos médicos. No debería permitirse que la práctica médica cree enemistad, desconfianza o desacuerdos. La verdadera causa que subyace en los desacuerdos es la estrechez de miras, el espíritu farisaico que se introduce en la vida. Que los médicos den evidencia de que son cristianos, diciendo: «Somos hermanos, que hemos de estar en las mismas mansiones dentro de poco. Nos fortaleceremos mutuamente en el Señor». [...] MI1 89.3

Ni sobresueldos ni incentivos obsequiosos. Se requiere de los que trabajan en la causa que su corazón esté comprometido con la obra, para que puedan prestar servicio no meramente por un salario, ni por los honores, sino para la gloria de Dios: la salvación de los perdidos. Si resulta evidente que el corazón humano no está comprometido, no ofrezcan ningún sobresueldo, ni ningún incentivo especial, para obtener el servicio de un médico. Ofrezcan lo que sea razonable, lo que se corresponda con los principios que el Señor ha expuesto en el establecimiento de nuestras instituciones, no más. MI1 90.1

Satanás, que reivindica ser el príncipe de este mundo, se representa a sí mismo como alguien muy rico, y puede fácilmente presentar una mejor oferta que ustedes, y cuanto mayor sea el incentivo económico de ustedes, mayor hará él el suyo. El mundo es el instrumento de Satanás para hacer su obra. Ustedes sabrán si alguien es cristiano o no, porque «obras son amores y no buenas razones” o profesiones de fe. El espíritu de un humano impregna a su obra, y la obra estará en consonancia con el molde que él le dé. Dios hará que resulte manifiesto por prueba y error quién se encontrará unido a Cristo en la culminación del gran plan de la salvación. Hemos de actuar como re-formadores en cada rama de nuestra obra; porque entonces Cristo nos apoyará. MI1 90.2

El ejemplo de Mateo. Cristo nos ha adquirido a un costo infinito, y hoy levanta su mano y pronuncia nuestro nombre como pronunció el nombre de Mateo cuando este se sentaba en el banco de los tributos. Jesús le dijo: «Sígueme» (Mat. 9: 9). Y Mateo lo dejó todo —todas sus ganancias— y siguió a su Señor. No aguardó ni estipuló cierta suma que llegara a la cantidad que había recibido en su ocupación anterior, antes de que hubiera prestado servicio, sino que, sin preguntar, se puso en pie y siguió a Jesús. En la dificultad y la prueba, muchos cristianos profesos aún deben poner de manifiesto si han sometido los rasgos de la naturaleza camal, o si son «semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia» (Mat. 23: 27). Una profesión de cristianismo no es suficiente para hacernos cristianos. [...] MI1 90.3

No debe haber salarios exorbitantes. El médico cristiano no tiene ningún derecho a seguir los usos y costumbres del mundo, a amoldar su actividad para obtener el patrocinio o la alabanza de los impíos. No debería aceptar un salario exorbitante por sus servicios profesionales, porque la recompensa aguarda a los fieles y verdaderos. No tiene más derecho a servir a los demás exigiendo una gran remuneración que el ministro del evangelio, ni a valorar su labor con un monto monetario elevado, sino únicamente con sensatez, misericordia y según la utilidad de su trabajo. [...] MI1 91.1

Los que piensan demasiado en la remuneración por sus servicios demuestran que no han puesto los cimientos de su vida espiritual en la Roca segura, o de que han perdido el espíritu de la verdad y han olvidado que han sido liberados de la vieja levadura con la preciosa sangre del Hijo de Dios. Han quedado tan desprovistos de discernimiento espiritual que miden lo sagrado y lo común por el mismo rasero. No se honra al Señor en su corazón, y los principios de la religión de Cristo no están entretejidos en su carácter. Cumplen un servicio frío y formal que llaman religión; pero no está Cristo en su interior como la «esperanza de gloria» (Col. 1: 27). [...] MI1 91.2

Establecimiento de la norma de paga al médico. Lleva tiempo ignorándose la cuestión de si la profesión médica ha de estar controlada por principios cristianos en lo referente a la compensación económica o por la norma egoísta del mundo, pero ya no puede seguir siendo ignorada. ¿Se ejemplificarán en la vida del médico los puros principios ennoblecedores del cristianismo? ¿Se pondrá el ejercicio de su profesión bajo la dirección y supervisión de la iglesia? ¿Practicará la abnegación por amor de Cristo o lo de seguir las huellas de Jesús es solo para la gente de oficios comunes, mientras que los comerciantes, los abogados y otros profesionales tienen libertad de seguir la inclinación de sus deseos egoístas? ¿No ha de ver el mundo ningún representante del cristianismo en la profesión médica ni en los hombres que ocupan cargos de confianza en nuestras instituciones? [...] MI1 91.3

La labor de la profesión médica necesita de hombres que amen y teman a Dios. La gente lleva mucho tiempo afligida con individuos inconversos que han actuado independientemente de la iglesia y que han seguido su propio juicio no santificado, poniendo en peligro nuestras instituciones con su individualismo no santificado. Pero no hacía ninguna falta que nuestras instituciones, por no haber aplicado mejores criterios, aceptaran personas no consagradas; porque surgirán médicos convertidos para ocupar su lugar en la obra. A no ser que los principios de la verdad divina controlen a los médicos como no lo han hecho hasta ahora, Dios quedará deshonrado, se perderán almas, y la institución establecida para el beneficio de los enfermos y los que sufren no satisfarán los requerimientos del Espíritu de Dios. [...] MI1 91.4

El ejemplo de Cristo. Cristo puede estar representado en el carácter y la acción de todo médico, y todos los que afirman ser cristianos deberían esperar actuar como el Salvador, recibiendo una remuneración justa por sus servicios, sin exigir nada más, aunque sepan que podrían obtener más siguiendo los egoístas usos y costumbres del mundo. Es exactamente igual de coherente que el ministro del evangelio exija un salario enorme por visitar a los enfermos, consolar a los desalentados, llevar paz y gozo a los oprimidos como que el médico infle sus facturas por sus visitas profesionales. [...] MI1 92.1

Además de los conocimientos científicos que se exigen a los que quieren ser médicos bien capacitados, ellos precisan una formación diaria en la escuela de Cristo para que puedan aprender a actuar como Jesús: con pureza, altruismo y santidad ante Dios. Así, serán aptos para entrar en la escuela superior de los patriarcas y los profetas, para asociarse con los redimidos y los santos de todas las épocas. Hace falta alguien según la divina medida de Dios para ser un médico de éxito que represente al gran Médico. Debe ser un alumno perpetuo, porque ningún experto está jamás preparado para dejar de estudiar, aunque haya recibido la titulación del curso de preparación más acreditado. [...] MI1 92.2

Motivos desinteresados. Que el médico cristiano, al entrar al cuarto del enfermo, eleve su pensamiento y dígase a sí mismo: «Dios está aquí; me está mirando, lee todos mis pensamientos y observa todas mis acciones. Seré un fiel siervo de Jesucristo. Seré alguien que mantenga el honor, la honestidad y la verdad. Tendré la ternura, la compasión, la misericordia, la paciencia de Jesús. Consolaré a esta persona que sufre; la bendeciré. Si Jesús quiere actuar a través de mí, seré un apoyo para los necesitados». MI1 92.3

¡Qué gran médico puede ser aquel que sea un siervo de nuestro Señor Jesucristo! La luz de la gloria de Dios puede brillar sobre quien, de este modo sea un colaborador de Dios. El cristianismo en la vida, en las transacciones comerciales, en las prácticas profesionales, será un poder en la tierra. Cristo dijo: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mat. 5: 14). La levadura de la santificación y la santidad debe ser introducida en la vida y el carácter. En nuestra editorial, en nuestro sanatorio y en la universidad, deberíamos velar bien atentos para que no actuemos por motivos egoístas. La vida, en el mejor de los casos, es breve, y este corto período de tiempo de gracia debería ser puro, vivido con vista únicamente a la gloria de Dios. No caigamos en la doblez, pretendiendo servir al Señor y a la vez a nuestros egoístas propósitos en nuestros planes y en nuestras acciones. El egoísmo, la desidia de espíritu que se manifiesta en lo referente a las palabras habladas, los hábitos consentidos, las ideas expuestas, siembran todos una semilla que producirá una cosecha funesta. [...] MI1 92.4

Evitar el exceso de trabajo. Con independencia de la ocupación que se tenga, ya sea médico, comerciante, pastor o en otros ámbitos, nadie tiene ningún derecho a imponerse cargas pesadas e innecesarias, difíciles de sobrellevar, ni a dejarse aplastar bajo muchas y muy diversas responsabilidades, hasta percibir que no se dispone de tiempo alguno para orar, y excusarse alegando que se tiene mucho que hacer. Si se tiene mucho que hacer, ¡lo indispensable es lograr que el Señor, el Dios de Israel, esté al lado de uno, para llevar el yugo compartiéndolo con Aquel que era manso y humilde de corazón! Cristo dice: «Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15: 5). Bien puede uno alarmarse por su alma si permite que las cuitas suplanten la verdad de Dios en el corazón. Si tus colegas son gente mundana que te adulan, que te dicen lo listo que eres y qué grandes cosas puedes hacer, y a ti te gusta toda esa palabrería no santificada, bien puedes percibir que estás en peligro; porque tu sensibilidad moral se ha pervertido, tus percepciones se han degradado. Has dejado las frescas aguas de la nieve del Líbano por el agua que proviene de otras fuentes. [...] MI1 93.1

Considerados ricos por el cielo. A menudo, se considera que el éxito mundanal, incluso cuando se obtiene con la pérdida de la vida espiritual, es una bendición de la Providencia; pero eso es catastrófico, ¡mortal! Mucho mejor sería la pobreza, la cruz, la abnegación, el sacrificio de uno mismo y las expectativas mundanales hechas añicos. Mucho mejor sería recibir del mundo el veredicto de «pobre» que se escriba de nosotros «pobre» en los libros del cielo. Que se escriba en el cielo que uno es rico en gracias espirituales es un honor muy superior al de sentarse con los príncipes en la tierra habiendo renunciado al reino de Dios. La ambición de quienes profesan creer la verdad presente debiera ser que se escriba de ellos que son hombres cuya vida está escondida con Cristo en Dios, hombres que el oro no pueda comprar, que, aunque sean tentados cómo lo fue Moisés, como él, tengan «por mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios» (Heb. 11:26). MI1 93.2

Dios permite que los seres humanos soportemos el fuego de la tentación para que podamos percatamos de cuánta ganga hay en nuestro carácter; ya que no podremos recibir la herencia de la corona eterna, a no ser que seamos examinados y probados por el Señor. Tómense tiempo para velar y orar, para cerciorarse de que tienen la presencia de Jesús, y pueden pedir su consejo en lo referente a la obra que él ha puesto en manos de ustedes, como lo hizo Enoc en la antigüedad. ¡Cuánto necesitan a Jesús aquellos de ustedes que ocupan cargos de máxima responsabilidad, cuánto precisan velar y orar para poder ser fervientes de espíritu, sirviendo al Señor! ¿Harán acopio de negocios para su propio provecho y dejarán fuera a Cristo alegando que no tienen tiempo para estar en comunión con él? ¿Por qué violar la conciencia? ¿Por qué poner tal confianza en la propia fortaleza finita? MI1 94.1

La tentación llegará a cada alma, y, si se consiente una tentación, seguirán otras más fuertes, y otros se verán influidos por el ejemplo de ustedes. El oro no solo es el patrón monetario, * sino también una medida del carácter entre la gente. Sin embargo, aunque el mundo juzgue por esa pauta de evaluación, diga el cristiano: «No estoy obligado a ser rico, pero tengo la obligación de ser justo y de representar a mi Redentor. No pondré mi alma en peligro declarando que debo tener ciertos ingresos. He propuesto en mi corazón que no daré a Satanás razón para triunfar sobre mí porque ponga en peligro mi vida espiritual y me convierta en siervo del pecado. No cultivaré ni estimularé el egoísmo y la avaricia, porque es la ruina del mundo». Satanás fue derrotado cuando acudió a Cristo, con su tentación engañosa, ofreciendo una vasta re compensa por el desprestigio de la integridad del Hijo de Dios. Ahora busca, mediante el mundo, corromper la integridad de los que vencerían por la gracia de Cristo; pero diga cada seguidor profeso de Jesús: «Vete, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y solo a él servirás”» (Mat. 4: 10).— Carta 41, 1890, pp. 1-9, 11-15, 19-22 (al Dr. J. H. Kellogg, 24 de diciembre de 1890). MI1 94.2

Patrimonio White, Washington, D. C., 17 de abril de 1949